Una de las claves para entender este dato podría estar en la dificultad que enfrentan los migrantes para integrarse al mercado laboral. En el mismo reporte, se observa un contraste en la proporción de extranjeros que están empleados. Mientras que en nuestro país 49% de las personas nacidas en el extranjero tenía un empleo en 2019, en Colombia esta proporción fue de 65% y en Chile de 75%.
Si para los hombres migrantes es complicado conseguir empleo, para las mujeres en dicha situación está peor. Mientras que los mexicanos de nacimiento mostraron en 2019 una brecha de género de 30 puntos porcentuales, para la población extranjera esta brecha ascendió a 53. Ser mujer con otra nacionalidad en México no es cosa fácil.
Hay varias razones que podrían explicar la falta de oportunidades laborales para las personas migrantes. Una de ellas está relacionada con los propios desafíos del mercado laboral mexicano que han expulsado incluso a su propia población: empleos insuficientes, altos niveles de informalidad y bajos salarios, situación que afecta aún más a las mujeres.
Otra razón es que nuestra legislación levanta barreras que limitan el potencial del talento internacional. El artículo 32 de la Constitución marca que “los mexicanos serán preferidos a los extranjeros en igualdad de circunstancias, para toda clase de concesiones y para todos los empleos”. Algo que refuerza la Ley Federal del Trabajo en el artículo 7 donde dice que “en toda empresa o establecimiento, el patrón deberá emplear un noventa por ciento de trabajadores mexicanos, por lo menos.” ¿Cuál es el incentivo para contratar extranjeros si la ley lo limita?
Por último, existe una percepción que dificulta la integración de los extranjeros. Al menos en 2017, casi un cuarto de la población creía que cuando hay desempleo se le debía de negar trabajo a las personas extranjeras . Tal vez esta respuesta se desprende como un mecanismo de defensa ante la escasez de oportunidades laborales de calidad.