La sede mundialista fue duramente golpeada con temas sensibles, como la compra de funcionarios de la FIFA. El clima y cambio de fechas. La falta de derechos a las mujeres y del colectivo LGBTQ. Incluso sus propios países hermanos árabes acusaron a Qatar de apoyar a grupos terroristas. La censura al alcohol y a actividades comunes en Occidente, tal como las relaciones sexuales entre personas que no están casadas, entre otros tópicos que alarmaron durante años a millones de personas.
Así ha estado Qatar, continuamente en jaque. No quedaba bien con el mundo Occidental y, a la vez, tenían una relación en pedazos con otros países árabes.
Para algunos fundamentalistas, Qatar estaba haciendo una fiesta para los “infieles” del mundo.
Las relaciones estaban tan rotas que en 2017, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita, Bahréin, Libia y Maldivas, entre otros, cortaron relaciones diplomáticas y comerciales con Qatar, buscando invadirlo.
Fue hasta el pasado 9 de enero del 2021 que Arabia Saudita y Qatar reabrieron su frontera terrestre y reanudaron los vuelos entre los dos países, tras el levantamiento del boicot diplomático y económico contra la sede mundialista.
Al mismo tiempo, el mundo Occidental seguía preocupado por las supuestas restricciones que encontraríamos, como no poder utilizar traje de baño o que las mujeres no podrían mostrar los hombros o piernas.
Pero más fuerte que eso, resonó el tema de los “esclavos modernos”. Poco antes del inicio del Mundial de futbol de Qatar, activistas de derechos humanos y políticos hablaban de más de 15,000 vidas perdidas durante la edificación de los estadios.
Desde Doha aseguran que solo tres personas han muerto como consecuencia de su trabajo en una de las obras.
¡Vaya encrucijada!
Más de 300,000 millones de dólares se invirtieron para la creación del Mundial. Esto representa 17 veces más de lo que le costó el Mundial a Rusia en 2018.
Todos estos datos los conocíamos, pero al comenzar la Copa, todos los rumores y sinsabores alrededor de Qatar fueron disolviéndose -aunque no del todo-.
Sorpresivamente Arabia Saudita vencía a Argentina, en el estadio Lusail. Al finalizar el encuentro, el emir qatarí Sheikh Tamim bin Hamad ondeaba la bandera del país vecino y la colocaba en su cuello. Un paso gigante para aliviar las tensas relaciones.
Mientras, los occidentales recibíamos un trato de primer nivel. Al principio, en algunos restaurantes y hoteles, los trabajadores se desvivían por dar el mejor servicio. La alegría se empezaba a contagiar y la policía no tenía ninguna intención de hacerse pesar.