Las escuelas, como el espacio para adquirir conocimientos, hoy son azotadas por la violencia. Éstas, que tendrían que ser espacios de protección, han sido capturadas por una dinámica de violencia de alto impacto. Sin embargo, lo que ocurre en su interior es visto como ‘simples chiquilladas’, cuando en realidad hay un entorno cuya responsabilidad es del mundo adulto.
“El acoso representa una limitación de movimiento, una afectación a la personalidad de las víctimas que ven reducidos sus espacios de protección”, dice Juan Martín Pérez, coordinador regional de Tejiendo Redes en América Latina y El Caribe.
El bullying, cuando se denuncia, escandaliza, enfurece, pero en la mayor parte de los casos se calla, se mantiene en el ámbito privado y quienes se llevan la peor parte son las víctimas.
El acoso siempre ha existido. Ahora lo podemos nombrar y, además, ya contamos con generaciones que saben de derechos y pueden denunciarlo. Pero, también, quienes lo ejercen no solo buscan agredir, humillar y dominar, sino que también hoy cuentan con dos recursos que se notan con mucha claridad: la crueldad y la humillación pública.
En la Encuesta de Salud y Nutrición 2022 se reportó que 30,000 menores de 10 a 17 años refirieron ser víctimas de violencia en las escuelas. La prueba PISA 2018 consignó que 23% de los estudiantes en México que participaron en ésta reconocieron haber sido víctimas de alguna forma de acoso. Sin embargo, de cada 100 carpetas de investigación, solo tres alcanzan algún tipo de sentencia cuando las niñas, los niños y los adolescentes son víctimas.
El bullying, en su mayoría, goza de impunidad. El modus operandi casi siempre es el mismo: la víctima denuncia pero no se le cree, incluso se le acusa de que algo hizo para promoverlo, se protege el nombre de la escuela; cuando el acosador es un mayor de edad, el juicio lo favorece pues suele decirse que, en realidad, es una “linda persona y lo único que hacía era llevarle dulces a las niñas y a los niños”. La denuncia se minimiza y, después, los adultos se lavan las manos. Conclusión: el mundo adulto se protege frente al atropello.
Desde 2014, en la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes (NNA), el artículo 59 dice que las autoridades educativas están obligadas a desarrollar acciones para propiciar condiciones idóneas para crear un ambiente libre de violencia en las instituciones educativas. En 2014, la Corte emitió una resolución en la que sostiene que la integridad de NNA en las escuelas es responsabilidad del personal directivo y de la SEP, sean públicas o privadas.
La ONU asegura que, después de la violencia en casa, la violencia escolar es la segunda más presente y ésta trasciende a la trayectoria escolar. Dicho esto, un niño que agrede, antes fue agredido. Los niños no nacen violentos. Las escuelas no son espacios de violencia, son reproducciones de lo que sucede en el entono.