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#Entrelíneas | Bullying. ¿Cuándo la ‘adultocracia’ se exculpa?

El bullying, cuando se denuncia, escandaliza, enfurece, pero en la mayor parte de los casos se calla, se mantiene en el ámbito privado y quienes se llevan la peor parte son las víctimas.
lun 27 marzo 2023 06:10 AM
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El bullying, en su mayoría, goza de impunidad. El modus operandi casi siempre es el mismo: la víctima denuncia pero no se le cree, señala Jonathán Torres.

(Expansión) - “Tenemos que desarmar la historia. Enseñamos a nuestros hijos la historia del poder. No la del saber. La de la guerra, no la de la cultura. Historia jalonada de acontecimientos bélicos, con el fragor de las armas como única banda sonora. Tenemos, pues, que cambiar”, decía Federico Mayor Zaragoza, quien fuera director de la UNESCO.

Esta historia no es de negocios, pero algún día lo será. El bullying perturba tres elementos fundamentales en la etapa cognitiva de niñas, niños y adolescentes (NNA): su construcción de identidad, sus deseos de socialización y de pertenencia, lo que al paso de los años puede limitar su mentalidad de crecimiento, su capacidad para trabajar en equipo, perder el miedo, respetar la diferencia y hacer comunidad, así como confiar en sí mismos, disfrutar de la vida y trascender.

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Las escuelas, como el espacio para adquirir conocimientos, hoy son azotadas por la violencia. Éstas, que tendrían que ser espacios de protección, han sido capturadas por una dinámica de violencia de alto impacto. Sin embargo, lo que ocurre en su interior es visto como ‘simples chiquilladas’, cuando en realidad hay un entorno cuya responsabilidad es del mundo adulto.

“El acoso representa una limitación de movimiento, una afectación a la personalidad de las víctimas que ven reducidos sus espacios de protección”, dice Juan Martín Pérez, coordinador regional de Tejiendo Redes en América Latina y El Caribe.

El bullying, cuando se denuncia, escandaliza, enfurece, pero en la mayor parte de los casos se calla, se mantiene en el ámbito privado y quienes se llevan la peor parte son las víctimas.

El acoso siempre ha existido. Ahora lo podemos nombrar y, además, ya contamos con generaciones que saben de derechos y pueden denunciarlo. Pero, también, quienes lo ejercen no solo buscan agredir, humillar y dominar, sino que también hoy cuentan con dos recursos que se notan con mucha claridad: la crueldad y la humillación pública.

En la Encuesta de Salud y Nutrición 2022 se reportó que 30,000 menores de 10 a 17 años refirieron ser víctimas de violencia en las escuelas. La prueba PISA 2018 consignó que 23% de los estudiantes en México que participaron en ésta reconocieron haber sido víctimas de alguna forma de acoso. Sin embargo, de cada 100 carpetas de investigación, solo tres alcanzan algún tipo de sentencia cuando las niñas, los niños y los adolescentes son víctimas.

El bullying, en su mayoría, goza de impunidad. El modus operandi casi siempre es el mismo: la víctima denuncia pero no se le cree, incluso se le acusa de que algo hizo para promoverlo, se protege el nombre de la escuela; cuando el acosador es un mayor de edad, el juicio lo favorece pues suele decirse que, en realidad, es una “linda persona y lo único que hacía era llevarle dulces a las niñas y a los niños”. La denuncia se minimiza y, después, los adultos se lavan las manos. Conclusión: el mundo adulto se protege frente al atropello.

Desde 2014, en la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes (NNA), el artículo 59 dice que las autoridades educativas están obligadas a desarrollar acciones para propiciar condiciones idóneas para crear un ambiente libre de violencia en las instituciones educativas. En 2014, la Corte emitió una resolución en la que sostiene que la integridad de NNA en las escuelas es responsabilidad del personal directivo y de la SEP, sean públicas o privadas.

La ONU asegura que, después de la violencia en casa, la violencia escolar es la segunda más presente y ésta trasciende a la trayectoria escolar. Dicho esto, un niño que agrede, antes fue agredido. Los niños no nacen violentos. Las escuelas no son espacios de violencia, son reproducciones de lo que sucede en el entono.

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¿Qué detona el bullying?

La cultura machista que permea en las dinámicas familiares, que debe reafirmar la fuerza de alguien, el dominio sobre los otros y el control sobre un territorio. El clima de guerra que se ha vivido en el país desde hace ya varios años, y que ha provocado la normalización de la violencia. La crisis institucional que ha desatado la desconfianza en las autoridades. La fragmentación del sector educativo que se manifiesta en intereses sindicales y políticos. Los impactos de la pandemia por COVID-19 en la salud mental y en la socialización.

En medio de esta descomposición están NNA. Así, autoridades de Protección Civil enseñan en el norte del país a niñas y niños cómo tirarse al suelo y protegerse de un enfrentamiento; en escuelas de preescolar, con el ruido de fondo de las armas de alto poder, maestras cantan a sus alumnos si las gotas de lluvia fueran de chocolate…

“Cuando se evade la responsabilidad, se normaliza la violencia y sobre todo damos un mal mensaje respecto a los fines de la educación. Uno va a la escuela no solo a adquirir conocimientos, sino a recibir elementos para la socialización, entender que hay personas que piensan distinto a ti, aprender a resolver problemas dialogando. Pero si ir a la escuela representa angustia y riesgo para la vida lo menos que pasará es aprender y estudiar”, acusa Juan Martín Pérez.

Hay una alternativa para acabar con esta desgracia: la mediación escolar . Se trata inicialmente que NNA tengan escucha en la familia y les crean, que puedan hablar de este tema no para resolverlo con violencia sino como un asunto desde la cultura de paz y sobre todo para que tengan más espacio de socialización. La alternativa es que ellas y ellos participen en la solución de sus conflictos.

En México hay 30 millones de estudiantes, pero en los Comités Escolares considerados en la Ley General de Educación no se permite la participación de los estudiantes. En estos están directivos, sindicatos, padres de familia, exalumnos, pero no estudiantes. La propuesta es cambiar la lógica vertical, ‘adultocéntrica’. No es lo mismo que el llamado venga de la dirección de la escuela a que la solución ocurra reconociendo a las infancias.

“Es mucho más confiable que sea en lenguaje de adolescentes y no la intervención de una persona adulta, que pretenderá imponer su visión, regañar y controlar”, afirma el coordinador regional de Tejiendo Redes en América Latina y El Caribe.

Esto no significa llamar a la impunidad. Pero también hay que considerar que el mundo adulto también tiene una responsabilidad.

La mediación escolar ha funcionado en otros países . En Andalucía, España, es un método de resolución pacífica de conflictos y el equipo responsable ayuda a resolver los conflictos en un ambiente distendido y favorece la comunicación entre los miembros de la comunidad educativa, así como el aprendizaje de la cultura de la paz en el clima escolar.

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“La mediación ayuda a entender que nuestra socialización está llena de conflictos porque somos personas diferentes, con culturas diferentes y pensamos diferente. Ello ayuda a identificar discriminación de raza, económica y de género”, explica Juan Martín Pérez.

Entonces, ante un caso de acoso, el protocolo debe considerar la conversación en la escuela no en un plano de arreglo entre familias, sino para cumplir con el marco de convivencia escolar y considerar que entre los motivos esenciales de la educación está la participación basada en derechos humanos. En caso contrario, las desgracias se seguirán repitiendo, solo cambiarán los rostros y los nombres.

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El ciberacoso se ha disparado. Según los expertos en el tema, ahora es muy frecuente que las y los acosadores pidan apoyo a otros estudiantes para grabar y difundir videos. Eso multiplica la humillación. También, quienes los viralizan, ‘espectacularizan’ la violencia. Por eso la recomendación es tomar distancia de las pautas de socialización violentas y de la reproducción de la cultura de la violencia.

En medios, el tema se tiene que tocar para movilizar la indignación, respetando ciertos códigos (como difuminar imágenes). Las personas, en general, tienen que considerar tres elementos: no revictimizar a quien ya es víctima de un hecho, responsabilizar a la autoridad que le corresponde esa tarea y hablar sobre cómo prevenir estos eventos.

Actualmente, plataformas como Meta, Twitter, Google y TikTok, de la mano de organismos de la sociedad civil, impulsan la campaña “Denúncialo, no lo compartas”, para no cumplir la fantasía de los acosadores y dejar de ‘espectacularizar’ la violencia.

Nota del editor: Jonathán Torres es socio director de BeGood, Atelier de Reputación y Storydoing; periodista de negocios, consultor de medios, exdirector editorial de Forbes Media Latam. Síguelo en LinkedIn y en Twitter como @jtorresescobedo . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión.

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