(Expansión) - Dice la expresión popular que no hay quinto malo. Sin embargo, al ser bueno para alguna de las opciones políticas contendientes, necesariamente será malo para la otra. Es bien sabido que, en la intermedia, la oposición capturó más votos que el partido oficial, pero los arreglos parlamentarios mantuvieron a éste en control de la mayoría simple en la Cámara de Diputados. Ahora, en vísperas de que se destape no a los aspirantes, sino al candidato a la presidencia, los partidos satélites han puesto al descubierto un profundo estado de descomposición en la autonombrada 4T.
La rebelión de las bases
En la elección de Coahuila, la contienda se ha fincado entre los que otrora apoyaron a la 4T, viendo cada más lejano al puntero, quien convence sólidamente a la mayor parte de la población en el norteño estado. A lo largo de este sexenio, el partido en el poder, lejos de crecer en esa zona, se fracturó. A pesar de Moreira, el actual gobernador ha convencido a los coahuilenses de permanecer unidos, no en torno al PRI, sino a un consolidado grupo político que desde hace más de dos décadas ha ocupado los más altos cargos en la entidad. Grupo al que Rubén Moreira ya no pertenece.
En el Estado de México sucede algo parecido, a pesar del gobernador saliente y de la maltrecha dirigencia del tricolor en esa entidad, existe un bien integrado grupo, que no es el Atlacomulco, que ha mantenido cohesionado a segmentos relevantes de la acción política electoral. Será un proceso competido, y no robado, como los que ocurrieron en la intermedia. Las muy ampliamente difundidas irregularidades en el actuar de la candidata de Morena son un gran lastre que no supo aquilatar en su oportunidad el dirigente de ese partido, quien tampoco ha visto que, los forzadamente integrados en torno a la mentora, mantienen aún agenda propia. No se trata de la casi desconocida que contendió en la pasada elección, sino de un personaje que ya pasó por cargos federales en los que el saldo le pesa como losa al cuello.
El comprometido perfil de los candidatos oficialistas ha hecho estragos en campaña, provocando una división no sólo entre operadores, sino también entre aportantes, quienes han decidido dividir apoyo. Mario Delgado no tuvo opción, se presentó con candidatos que, además, de no ser aceptados por sus históricos aliados, son vistos con recelo por la población. Apostarle a una precarización del proceso comicial, y ganar en río revuelto, tampoco parece ser opción, ya que con la elección encima no ha sido posible que el gobierno descarrile la operación del INE en aquellas entidades. El Plan B sigue desinflado.
Las excusas que por anticipado presenta el guinda dirigente dan una idea del negro panorama que ve a unas semanas del desenlace electoral. Los más severos cuestionamientos a Guadiana vienen de quien fuera encargado de una subsecretaría en materia de seguridad pública federal, mismos que, sumados a los graves señalamientos que le atan a la venta a la CFE de lodo hecho pasar por carbón, con la ayuda de oscuros intereses en aquel estado, complican la suerte de su candidatura.
Será particularmente interesante ver cómo el breve paso por la administración pública federal ha cambiado radicalmente el aprecio que se tenía hace algunos años por la otrora munícipe de Texcoco.
Son sólo dos estados, pero una derrota en ambos cambiaría radicalmente la percepción de fuerza del partido en el poder. Es claro que no son las dirigencias nacionales de los partidos de oposición quienes podrían cacarear el triunfo, dado que estaríamos presenciando cómo la política vuelve a sus orígenes profundamente localistas, prestando sello a los grupos dominantes en cada región.
La inconformidad en contra de la reforma al Tribunal Electoral da muestra de que existe en progreso una rebelión de las bases, cansadas de las abusivas dirigencias que secuestraron por décadas las franquicias políticas. Hartas de los mismos nombres, y de los familiares de éstos, ya no se cree en el viejo modelo. La revolución alcanza a todos los colores y llega justo cuando ocurre un replanteamiento del mapa electoral. Cambios veremos.
Nota del editor: Gabriel Reyes es exprocurador fiscal de la Federación. Fue prosecretario de la Junta de Gobierno de Banxico y de la Comisión de Cambios, y miembro de las juntas de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores y de la Comisión Nacional de Seguros y Fianzas.
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