Armstrong no necesita recurrir a la ficción para acercarnos al enfoque tradicional de la cultura corporativa donde lo importante son los números, sin importar cómo llegar a los objetivos de negocio; donde la gente vale mientras sea funcional a las ambiciones del CEO, quien se mimetiza en el poder que ejerce.
En todos los sectores retail, telecomm, logística, construcción, energía, agroindustria, de todos los países -incluyendo México- hay un Logan Roy acostumbrado a devorar todo a su paso, sin aceptar su mortalidad y temeroso de un golpe final por parte de sus hijos, quienes ambicionan un negocio, al que van a malbaratar, porque su única escuela es “al costo que sea” y no entienden cómo llegar a acuerdos, ni siquiera entre ellos.
Succession da las claves de por qué las empresas enfrentan su prueba de fuego en la transición generacional, como lo han documentado autores como Roy Williams y Vic Preisser tras entrevistar a 3,250 familias empresarias, un 70% de las transiciones patrimoniales fracasan.
El origen de este fracaso se encuentra en que la visión del fundador no da espacios para lograr ningún tipo de sintonía o acuerdo; incluso si sus hijos no estuvieran vinculados por lazos consanguíneos y fueran miembros del consejo, tampoco podrían hacer cambios debido a la ausencia de un objetivo común y la capacidad de anteponer al negocio familiar a sus propios intereses.
Ante el posible resquicio de presión por parte del propio mercado o los accionistas, quienes ven la necesidad de un plan para dar certidumbre ante lo inevitable, obtienen lo que Logan quiere dar: un desfile de abogados y consejeros, promesas por igual, nombres sobre la mesa; mientras -fiel a su estilo- hará todo lo posible para que los potenciales herederos queden humillados ante las pruebas que enfrentan, porque él y sólo él tiene la última palabra.