Si bien los primeros directores que logran echar a andar una empresa desde cero hacen grandes cosas, las nuevas generaciones tienen que entender que la empresa no es la misma que cuando su padre la dirigía, los tiempos no son los mismos, ni el mercado, ni los retos, es más, ni la empresa es la misma.
Para impulsar una empresa familiar el primer reto está en la cabeza de las nuevas generaciones y en su miedo a ‘destruir’ algo bien hecho y sólido. Sin embargo, mantener las cosas como están no siempre es la mejor opción y los números lo dicen: sólo tres de cada 10 empresas familiares sobreviven al cambio de la primera generación y sólo una sobrevive al tercero.
Receta para acabar con un negocio
Entonces, ¿qué aspectos influyen para que tan pocos negocios puedan llegar a la tercera generación? La respuesta a esta pregunta es multifactorial.
Primero hay que tomar en cuenta que este tipo de empresas se enfrentan a una serie de desafíos específicos para lograr su permanencia por más de una generación. La falta de institucionalización y profesionalización de las empresas familiares son algunos de los aspectos que juegan en contra de este objetivo.
Sobrevivir al fundador
El retiro o el fallecimiento del fundador de una empresa familiar es un golpe durísimo que puede poner en riesgo a la compañía, sobre todo cuando los líderes monopolizaron la toma de decisiones en el negocio y cuando no se desarrolló un plan de sucesión organizado.
La partida del fundador genera un clima de inestabilidad cuando no se cuenta con mecanismos para suavizar el cambio de mando o no existe una estructura sólida que permita el funcionamiento de la organización sin esta figura.
Esta situación es más común de lo que se podría pensar. La falta del liderazgo del fundador puede generar disputas al interior de una empresa familiar al punto de ocasionar su fracaso.
Por ello, cada generación debe planear cómo se hará el cambio de dirección, lo que implica el desarrollo de una junta directiva y un consejo de administración, con miras a tomar decisiones colegiadas para que la empresa no tenga que ‘improvisar’ ante estas situaciones.