Sin embargo, eventos de alcance mundial como la guerra comercial entre China y Estados Unidos, la pandemia por covid-19 o, más recientemente, la guerra entre Rusia y Ucrania – e incluso eventos puntuales como el bloqueo del canal de Suez por un portacontenedores en marzo de 2021— han puesto de manifiesto la alta fragilidad de las cadenas de suministro modernas.
La respuesta ante estos retos planetarios la encontramos en el nearshoring, que busca acercar el centro de gravedad de las cadenas productivas globales hacia los lugares de consumo final, con la idea de hacerlas más resilientes, es decir, menos propensas a sufrir disrupciones por los vaivenes económicos o por eventos como los comentados.
Por otro lado, la mano de obra de bajo costo ya no es necesariamente el factor de decisión más importante para la localización de plantas industriales, especialmente en sectores de alta tecnología con niveles de automatización cada vez más elevados. La proximidad y la seguridad de las cadenas empiezan a ser elementos de mucho mayor peso.
Es este contexto México entra en escena como uno de los países idóneos para aprovechar el nearshoring. Desde los inicios del TLCAN hasta nuestros días, ahora bajo el nuevo T-MEC, México ha logrado mejorar su planta productiva y de infraestructura de manera muy significativa, con una maduración que le permite competir a nivel mundial en diferentes sectores industriales, como el automotriz, el de electrónicos y electrodomésticos, y más recientemente el aeroespacial, lo que se ha traducido en cadenas mejor integradas con sus pares norteamericanas y una base confiable de proveeduría en estos sectores.
Si además consideramos ventajas específicas que busca el nearshoring, como son proximidad a su mercado final, husos horarios similares, mano de obra calificada, un socio comercial amistoso, protección a la propiedad industrial, bajos costos de transporte y facilidad para la exportación a través de tratados de libre comercio, vemos que realmente México tiene una posición privilegiada a nivel mundial.
De esta manera, nuestro país está llamado a convertirse en una plataforma de producción con un potencial enorme, conformando con sus socios del T-MEC un hub de manufactura global muy poderoso, con cadenas integradas en toda la región y capacidad para exportar, no solo a Estados Unidos y Canadá, sino también a otras regiones del mundo. Más que made-in-Mexico, bajo estas premisas estaríamos hablando del concepto made-in-North America.
Enfrentamos, no obstante, retos muy importantes para materializar esta gran oportunidad histórica. En primer lugar, México no es el único país que tiene características atractivas y con posibilidades para captar una parte de la producción localizada en China. Empresas con operaciones en ese país, tanto de origen chino como de otros lugares, han relocalizado sus centros de producción en países con gran potencial, como Vietnam, Indonesia o Singapur. Incluso China sigue ofreciendo ventajas muy importantes para las cadenas globales de producción localizadas en ese país, con una base de manufactura altamente especializada y uso de tecnologías de punta, una infraestructura de clase mundial y un mercado doméstico muy atractivo por su tamaño y poder adquisitivo.