Cabe aclarar que el amoniaco es la principal materia prima para la producción de fertilizantes nitrogenados, el conjunto de nutrientes más utilizado en la agricultura mundial.
El anterior escenario, que es parte de una realidad más compleja, ha coadyuvado al aumento generalizado de la inseguridad alimentaria, principalmente en los países menos avanzados. El Programa Mundial de Alimentos estima que, en el 2023, aproximadamente 345 millones de personas (en los 79 países donde opera) continúan afrontando altos niveles de inseguridad alimentaria, cifra que equivale a más del doble de lo registrado en el 2020, antes de la pandemia. Y reporta que alrededor de “828 millones de personas no tienen certeza de dónde vendrá su próxima comida.”
La naturaleza multidimensional de esta problemática requiere medidas desde diferentes ángulos, siendo uno de ellos el facilitar el acceso a fertilizantes en países vulnerables, lo que implica al mismo tiempo invertir en soluciones de largo plazo.
Esto es parte del contexto que está generando un mayor interés en el amoniaco limpio (también llamado verde) - aunque es claro que su papel no solo se limitaría a fortalecer la seguridad alimentaria. Otros factores determinantes son la necesidad de descarbonizar la producción de amoniaco convencional y su potencial para ayudar a reducir la huella de carbono de otras industrias .
El amoniaco convencional se produce a base de gas natural y es responsable del 1% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero (o 1.8% de las emisiones globales de dióxido de carbono). De ahí la urgencia de hacer que su producción sea más limpia – la ruta es hacer reaccionar el nitrógeno que se separa del aire de la atmósfera con el hidrógeno que se obtiene de la electrólisis del agua, lo que a su vez es alimentado por energía renovables.
Y es en este proceso – que requiere primero producir hidrógeno limpio - donde reside mucho de la valía del amoniaco verde.
Dicho esto, es importante revisar lo que están haciendo nuestros vecinos del norte.
En línea con la Ley de Infraestructura Bipartidista y la Ley de Reducción de la Inflación (BIL e IRA por sus siglas en inglés, respectivamente), el gobierno de Joe Biden presentó el pasado 5 de junio la Estrategia Nacional de Hidrógeno Limpio, la cual provee una hoja de ruta para el desarrollo de esta fuente de energía (producción, almacenamiento, transporte y uso) en Estados Unidos durante los próximos 30 años. Y más allá de los incentivos que ambas leyes contemplan para las empresas, lo interesante es que dicho reporte espera que, en una etapa temprana, la descarbonización de la producción del amoniaco convencional sea lo que impulse la creación de una demanda a gran escala de hidrógeno limpio. De modo que, en este escenario, Estados Unidos podría convertirse en exportador de amoniaco verde hacia el 2027 .
En otras regiones y naciones del mundo el interés también ha crecido.
Uno de los anuncios más recientes es el de Iberdrola , quien hace poco redujo su presencia en México al vender gran parte de sus activos, y que ahora busca construir la primera planta de amoniaco verde en el sur de Europa. El costo del proyecto, que contempla una producción de 100,000 toneladas para exportación y la construcción de 500 MW de capacidad de energías renovables, se estima en 750 millones de euros.
África no quiere quedarse atrás, y muchos de los proyectos enfocados al hidrógeno de bajo carbono, anunciados y en discusión, tienen como objetivo la producción de amoniaco verde. Por ejemplo, con una inversión de 4,600 millones de dolares, Sudáfrica ha anunciado la construcción de una planta de amoniaco verde en sus costas con una capacidad de 780,000 toneladas anuales.