En el caso del hidrógeno verde, ya están en marcha proyectos globales para su producción masiva y para utilizarlo como vector energético en la descarbonizacion industrial, ya sea como sustituto del diésel y el combustóleo, o como complemento del gas natural.
También se considera su uso en vehículos y en la generación de electricidad.
Usualmente, para estos efectos hablamos del hidrógeno verde, en mayor medida, y del hidrógeno azul, en menor, aunque también se habla de otros “colores” del hidrógeno, como el caso del gris, que proviene del metano, o del rosa, que se obtiene de la energía nuclear, solo por mencionar algunos.
En este contexto han surgido startups que están desarrollando tecnologías más disruptivas para la producción de hidrógeno limpio, al mismo tiempo que buscan una reducción de costos en su producción.
Algunas de estas empresas le apuestan al desarrollo tecnológico y a una consecuente mejora en la eficiencia de los electrolizadores, que son los equipos que producen el hidrógeno verde.
Sin embargo, existen otras tecnologías aún más disruptivas como la de la startup Cemvita, que dice producir otro color de hidrógeno: el color oro.
En síntesis, su tecnología se basa en inyectar microbios en pozos petroleros en los cuales ya se dejó de extraer petróleo, por ejemplo, en los campos marginales, es decir, existen pozos que se dejan de explotar porque ya no es viable hacerlo financiera o técnicamente.
Estos microbios metabolizan el petróleo en la roca subterránea y convierten el petróleo en carbono que permanecería bajo tierra, y el hidrógeno liberado subiría a la superficie para ser capturado.
Muy disruptivo, ¿cierto?
Hace poco estuve participando en un webinar que organizó la Universidad de California, en conjunto con la Embajada de Estados Unidos en México, el webinar se llamó “El Futuro del Hidrógeno: Perspectivas de Estados Unidos y Mexico”.