Lo anterior no es gratuito: venimos de un periodo donde aprendimos a trabajar a distancia, desarrollamos resiliencia, adquirimos nuevas habilidades, fuimos más flexibles, nos frustramos y nos levantamos. Por eso, ahora que estamos de regreso es entendible que existan nuevos ánimos, pero también renovadas expectativas sobre lo que se espera del trabajo.
¿A qué me refiero? A esas necesidades genuinas que antaño eran casi invisibles, como la salud psicoemocional, la importancia de pasar tiempo en familia y con uno mismo, el desarrollo profesional a medida, la desconexión digital, o la salud física y financiera que, en conjunto, forman parte de la nueva narrativa laboral.
El tema es ¿qué hacer con ello?, ¿cómo leerlo en un contexto postpandemia donde convergen diversas generaciones?, ¿cómo alinearlo a los objetivos de negocio? Y muy importante, ¿cómo aplicarlo para mejorar la experiencia del empleado?
Definitivamente es algo que importa, y mucho; sobre todo considerando que seguimos en una guerra por el talento donde el nivel de satisfacción de las personas se ha convertido en moneda de cambio para su permanencia en las organizaciones.
Un estudio de Rankmi lo confirma. El documento “ Salario monetario vs salario emocional 2022-2023” advierte que en el último año aumentaron los llamados ‘empleados detractores’ -esos que no recomendarían a su empresa como un lugar para trabajar-, al pasar de 18% a 30% en Latinoamérica. México encabeza la lista con 33%.
Pero hay más: la firma también indica que 40.5% de los colaboradores en México no reciben beneficios adicionales a su salario, y que entre quienes sí los reciben, el 45% está satisfecho, otro 45% están neutrales y 10% están inconformes.
Desde mi punto de vista estamos ante una oportunidad de oro, pues tenemos la posibilidad de romperla con ese 45% que están en modo neutral para reconvertirlos en personas más satisfechas con su trabajo y, por ende, más comprometidas, leales y productivas.
El llamado es a aguzar los sentidos y, como líderes que somos, a impulsar el cambio. Empecemos por identificar las nuevas dinámicas en el trabajo, priorizando una comunicación más horizontal y escuchando con atención lo que dicen, piensan y necesitan los grupos de interés.