Los primeros cuatro años de gobierno los números no fueron nada halagüeños para el tabasqueño, por lo que emprendió una cruzada para revertir esa situación. No es la realidad lo que le preocupa, sino cómo se mira ésta en la estadística. A partir de este año se han comenzado a delinear, en gráficas, los otros datos. Ante el potente garlito, lo único que puede objetarse a las cifras gubernamentales son asuntos de orden metodológico y de presentación, esto es, cuestionamientos que tienen que ver con la dificultad de valorar cifras agregadas; consolidadas por regiones caprichosamente seleccionadas, o la inclusión o exclusión de componentes relevantes, pero el debate inicia con cifras difícilmente objetables.
Es claro que el residente de palacio salió del PRI, pero el PRI no ha salido de él. Su reacción muestra que no sólo está en modo electoral, sino que se ha determinado a hacer suyo el resultado a toda costa.
Hoy vemos cómo la pobreza se abate en la estadística, aunque los pobres parecerían tener otros datos. La realidad es que será el peor comportamiento sexenal del PIB en muchas décadas. La afirmación de que la deuda pública no ha crecido no es seriamente sostenible, ya que no sólo ha aumentado, sino que su incremento acusa una severa deficiencia en cuanto a calidad, dado que la falta de control parlamentario ha suprimido la exigencia constitucional de identificar la fuente de pago. Las obras y actividades que se ha financiado con costoso endeudamiento no se ajustan a las restricciones constitucionales.
Las inexistentes proyecciones de rentabilidad de las empresas que debieran ser productivas del Estado acusan el inminente riesgo de que serán recursos fiscales los que acaben afrontando el gravoso pasivo.
En ciernes se encuentra un censo sobre fatalidades, desaparecidos y muertes violentas, el cual no hay que esperar a que concluya, podemos adelantar que el resultado será contundente; se anunciará que la disminución es dramática e innegable, y, cuando menos, colocará a esta administración por debajo de los números de Calderón Hinojosa.
La estrategia oficial recuerda a la anécdota del batracio que es colocado en agua puesta a hervir. La táctica para monopolizar la verdad se implementó de manera gradual y paulatina. Arrancó designando perfiles de indiscutible lealtad en organismos que debieran ser autónomos, haciendo de la capacidad un requisito prescindible.
De poco o nada sirvió el testimonial señalamiento que hicieron algunos legisladores. Las exigencias legales para hacer designaciones en organismos especializados, tan debatidas en el proceso parlamentario desahogado al aprobar las normas que los crearon, fueron letra arteramente ultimada.
Todo el sistema de evaluación y seguimiento está comprometido, sesgar sus informes es relativamente sencillo. Hicieron del INAI sujeto de muestra. La forma en que fue sometido dejó claro, al resto de instancias autónomas, que cualquier mandato constitucional puede ser derribado desde las Cámaras, al aprobarse el presupuesto o al hacer designaciones en los órganos directivos.
Los servidores públicos, de todo nivel, saben que la Auditoría Superior de la Federación no soportó el primer cuestionamiento, y que ha dejado de gozar del voto en blanco de confianza que recibiera hace años. Todos pasan por encima de ella. También es sabido que la Fiscalía General de la República no necesita acordar en Palacio Nacional, para ser dura con los denunciantes, pero tolerante con las fallas e irregularidades de quienes detentan el poder.
Los más desconcertados son los economistas que se formaron en el credo neoliberal, dado que, por formación, defienden lo que para ellos es dogma, las indiscutibles cifras que son producto de teoremas, fórmulas y gráficas creados en alguna universidad del exterior. Para ellos, el camino no es objeto de discusión, los datos que arrojan los cálculos hechos con la metodología que se ha empleado, desde los 80’s, son incontrovertibles. Han olvidado que sus maestros les enseñaron cómo llegar al resultado deseado, ingresando los datos apropiados.
No en balde el Ejecutivo federal conservó, de manera sustantiva, a los cuadros hacendarios, haciendo cambios bien calculados en las instancias encargadas de retratar lo que serán los números que midan su desempeño. Fue aplastado por la narrativa oficial, pero ahora ésta la escribe él. No faltará quien reste relevancia a la hilarante sincronía que existe entre las conclusiones que proporciona Gerardo Esquivel con los datos producto de la intensa labor territorial llevada a cabo, a lo largo y ancho de un escritorio, por Graciela Márquez.