(Expansión) - Hoy en día, muchas empresas destacan la diversidad de sus equipos, argumentando que esta variedad de ideas les brinda una ventaja competitiva y enriquece la inteligencia y dinamismo de los colaboradores y, por ende, de las empresas en las que operan.
Más allá de la especialización
Personalmente, experimenté las ventajas de trabajar en un equipo diverso de manera cercana durante mi MBA. Colaboré con un grupo heterogéneo compuesto por representantes de nueve nacionalidades diferentes con perfiles profesionales que abarcaban áreas como consultoría, finanzas, ventas, marketing y operaciones, entre otras; sin embargo, esta experiencia también me hizo darme cuenta de que existe una gran paradoja: aunque valoramos la diversidad de experiencias al formar equipos, a nivel individual solemos premiar la especialización. De hecho, cuando pensamos en personas sobresalientes en sus campos, usualmente imaginamos a especialistas y no a generalistas.
¿Qué tanto valoramos la especialización? No hace falta mirar más allá de nuestro sistema educativo, que, si bien inicia enseñando una gama diversa de materias en primaria y secundaria, tiende fuertemente a la especialización en niveles avanzados. Esta tendencia ha llevado a que cada vez sea menos común encontrar generalistas, figuras como Arquímedes o Leonardo da Vinci, quienes eran capaces de fusionar ideas de diferentes disciplinas para ofrecer perspectivas innovadoras y solucionar retos complicados. La desaparición de este tipo de perfiles en el mundo ha ocasionado una sobre dependencia de especialistas, que irónicamente resulta en conformismo, homogeneidad de opinión y falta de colaboración.
Muchos de los problemas mundiales recientes, como la crisis financiera del 2008, los accidentes del Boeing 737 Max y la pandemia de Covid-19, se vieron agravados por el pensamiento compartimentado o en silos causado por la hiper-especialización. Esta falta de comunicación entre expertos, quienes desconocían lo que sucedía en áreas relacionadas, llevó a una comprensión limitada de los problemas, así como de sus implicaciones a mayor escala, impidiendo que se pudiera prevenir o solucionar de manera rápida la situación.
El énfasis de nuestro modelo educativo en formar especialistas resulta aún más preocupante ante el avance tecnológico actual. Los especialistas enfrentan el considerable riesgo de que su área de expertise, que por naturaleza es limitada, pueda volverse obsoleta si la inteligencia artificial logra dominarla o el mercado cambia de forma drástica. En este contexto, los generalistas llevan ventaja, ya que poseen la flexibilidad necesaria para adaptarse a un mundo en constante cambio, e incluso se pueden beneficiar de la inteligencia artificial, usándola como herramienta para expandir el rango de su conocimiento.
El mundo necesita especialistas, pero debemos evitar la hiper-especialización que actúa como anteojeras y nos ciega, al igual que a un caballo en una carrera. Nuestros sistemas educativos deberían aspirar a formar "individuos en forma de T", que posean tanto profundidad (especialización) como amplitud (generalidad) en su conocimiento. A nivel individual, esta combinación es esencial.
Un estudio llamado "Superman or the Fantastic Four? Knowledge Combination and Experience in Innovative Teams", citado en el libro "Range" de David Epstein, señala que aunque la diversidad de experiencia generada por un equipo tiene un efecto notable, el impacto es aún mayor cuando esta diversidad de experiencia proviene de un solo individuo. Siguiendo con la analogía del título, es preferible Superman a Los Cuatro Fantásticos.
Regresando a mi equipo de trabajo durante el MBA, una de las grandes ventajas que teníamos versus los otros equipos de la generación es, precisamente no éramos Los Cuatro, o en este caso Nueve Fantásticos. Y a pesar de que no éramos Superman, si éramos un grupo de formado por ‘individuos en forma T’ y la diversidad de experiencias venía no sólo de juntar nuestra especialidad individual, sino de las vivencias de cada uno de los miembros. Esa diversidad individual, con traslapes y complementos, ayudaba a facilitar la comunicación y colaboración dentro del equipo y, en mi opinión, fue algo destacado en nuestros entregables.
Ahora en el ámbito laboral, me parece que es importante tener este mismo balance entre especialista y generalista, tanto a nivel individual como en la conformación de mi equipo de trabajo. Afortunadamente, la empresa comparte mi visión. En la empresa usualmente nos promovemos como especialistas (en seguros) porque es lo que más busca el cliente. Y lo somos, pero la realidad es que también tenemos esta forma ‘T’, con una amplia base de conocimientos, pues nuestro mercado no se desarrolla en el vacío.
Es crucial para cualquier empresa entender que, en el mundo laboral moderno donde el cambio es irónicamente la única constante, el éxito ya no se logrará únicamente a través de la especialización. Se requieren equipos con personas que posean tanto amplitud como profundidad de conocimiento. De lo contrario, como bien lo expresó el cantautor Bob Dylan, "And the first one now, Will later be last, For the times they are a-changin'”.
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Nota del editor: Alfredo Careaga es egresado de Actuaría y Dirección Financiera del Instituto Tecnológico Autónomo de México y cuenta un MBA de IESE Business School. Tiene amplia experiencia en el sector asegurador y reaseguro, trabajando en México, Estados Unidos y Reino Unido. Es un apasionado del futbol americano y la música. Actualmente se desempeña como director comercial de THB México. Síguelo en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.
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