(Expansión) - Israel vive tiempos de guerra, pero también de una convulsión política interna que no se puede despegar de los peores ataques terroristas desde la guerra de Yom Kipur de 1973. Con el gobierno más derechista de su historia y el naufragio de la izquierda se encumbró el llamado “9/11 israelí”, el capítulo que ha puesto en jaque a las potencias centrales y sistémicas, a los poderes regionales y que ha recogido más de 1,800 cadáveres a lo largo de tres días con los ataques sorpresas de Hamás en 22 localidades de Israel y que dejó a la superpotencia militar de Medio Oriente cercada y humillada.
2023: la tragedia en Israel
Recordemos que en las pasadas elecciones del 1 de noviembre del 2020, cuando se celebraron los quintos comicios en cuatro años, el histórico Partido Laborista, aquel que llegaron a dirigir David Ben Gurión, Isaac Rabin y Golda Meir-, tan sólo conquistó cuatro escaños de 120 en disputa sumados al achicamiento de los partidos centristas y liberales.
La pérdida de carisma del laborismo y el quebranto del centro político está relacionada con el declive de la izquierda secular y antirreligiosa que han visto con toda desconfianza la cohabitación del poder entre el partido de Netanyahu (Likud) y los partidos extremistas y ultraortodoxos que se han manifestado a favor de la anexión y construcción de mayores asentamientos en Cisjordania.
Un romance impetuoso que exigía como moneda de cambio encumbrar el proyecto político de Netanyahu de alargar su estancia en el poder, a propósito de esquivar el juicio político que tiene en su contra y dinamitar el sistema político basado en el juego de pesos y contrapesos a través de la reforma judicial, la deriva autoritaria que ha deteriorado la salud de la democracia liberal y polarizado profundamente a los israelíes, al tiempo de generar fisuras al interior de las fuerzas armadas. Un hecho que aprovechó Hamás para atacar a Israel. No olvidemos que Netanyahu buscó destituir al ministro de Defensa por desmarcarse de la reforma judicial en marzo del 2023.
Atrás de los ataques atroces y brutales de Hamás que avergüenzan a la humanidad y que utilizan a civiles israelíes como monedas de cambio, escudos de guerra, y armas negociadoras se esconde la disputa por el Israel secular y/o religioso y la lucha entre la teocracia y la democracia. En este contexto interno se inscriben los ataques inhumanos y violentos de Gaza – nunca justificables- que vieron cómo se desdibujaba la causa palestina en la geopolítica regional e internacional.
El ataque cuidadosamente planeado y políticamente motivado tuvo como objetivo socavar la normalización de las relaciones entre Israel y Arabia Saudita, considerada la piedra angular de los Acuerdos de Abraham. Acuerdos, cabe recordar, que han llevado al reconocimiento de Emiratos Árabes Unidos (EAU), Bahréin, Sudán y Marruecos del Estado de Israel, y que representaron un quiebre con el acuerdo tácito en el mundo árabe que sostenía que cualquier avance en Medio Oriente debía estar condicionado a un progreso en el conflicto palestino-israelí. En consecuencia, la causa palestina perdió su posición como símbolo de unidad, cohesión e incondicionalidad en la región. La nueva prioridad estaba marcada: contener a Irán.
De esta manera, los actos terroristas que deben de ser castigados y condenados por la comunidad internacional lograron su objetivo geopolítico de desbaratar el statu quo, alterar la correlación de fuerzas y avanzar en una agenda marcada por la reivindicación religiosa y extremista de Hamás, a pesar que esto perjudicara el bienestar del pueblo palestino. Esto es un ejemplo clásico de lo que suele ocurrir cuando las políticas de unos pocos se imponen sobre las mayorías.
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Nota del editor: Rina Mussali es analista internacional y consejera ejecutiva del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (Comexi). Síguela en Twitter , Facebook y en LinkedIn . Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas de su autora.
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