En 1947, después del holocausto judío a manos de la Alemania Nazi y del fin de la segunda Guerra Mundial, la recién surgida Organización de las Naciones Unidas emite la resolución 181, que divide el territorio en tres partes: un poco más de la mitad para Israel, el Estado judío, otra parte un poco menor a 50% que correspondería a Palestina, y Jerusalén, que quedaría como un territorio internacional.
Sin embargo, “este es un territorio que siempre ha estado en disputa. Ambos movimientos, tanto el nacionalismo árabe como el sionismo, consideran que Jerusalén debería ser la capital de uno o del otro”.
De esta parte, la más disputada es Jerusalén del Este, donde se localizan los sitios sagrados, y que, de acuerdo con la división de Naciones Unidas, quedaría dentro del territorio de Palestina que hoy se conoce como Cisjordania.
En 1967, durante la guerra de los Seis Días, Israel ocupó Jerusalén del Este, parte de Cisjordania y los accesos a la Explanada de las Mezquitas.
“No fue un evento cualquiera. Esa guerra transformó Medio Oriente porque tuvo un impacto significativo en la política en el mundo árabe, en Israel, en la implicación de Estados Unidos en esta región del mundo”, explicó Kenneth Stein, profesor de Historia de Medio Oriente y Ciencia Política en la Universidad Emory, en Georgia, a la BBC en un artículo publicado en 2017.