(Expansión) - La incertidumbre que rodeará al año 2024 plantea la inevitable pregunta ¿qué podemos esperar? A pesar de los auspicios iniciales llenos de objetivos y metas para mejorar la economía mexicana, incluyendo proyecciones de crecimiento, control de la inflación, aumento salarial y mejoras en el tipo de cambio, la realidad dista mucho de tales expectativas a medida que avanzan los meses.
Ante la incertidumbre que rodea a 2024, ¿qué podemos esperar?
En nuestra realidad, independientemente de la edad que tengamos, nos reconocemos como hijos de crisis que han marcado cada década. A lo largo de los años, hemos sido testigos de la pérdida del valor de la moneda, el aumento de los precios y la devaluación, señales claras de la necesidad imperante de una reestructuración profunda en el sistema económico. México no puede continuar parchando las dificultades cada vez que surgen; es imperativo reformar tanto la ideología como las politicas en materia económica.
El año 2024 se perfila como un periodo electoral que, sin duda, impactará en el contexto económico, revelando ante el mundo si la economía mexicana es verdaderamente estable o presenta deficiencias. Todo proceso de cambio genera incertidumbre, y esta vez no es la excepción.
Emergemos de tres años de una crisis sanitaria global que ha dejado secuelas en cada rincón del planeta, desde la caída en la producción y altos niveles de inflación hasta el desempleo y la pérdida del poder adquisitivo. Aunque hemos dejado atrás la tormenta, nos encontramos en una especie de limbo: ni en crisis ni experimentando un crecimiento sustancial.
Esperamos el fin de año para tener el ansiado aguinaldo, gastarlo a manos llenas y comenzar con una cuesta de enero. Anhelamos titulares que proclamen un nuevo amanecer, con noticias que nos llenen de alegría, como un incremento en el salario mínimo, una mejora económica, un nuevo pacto comercial y mejores niveles de vida.
Sin embargo, la realidad nos confronta con una verdad incómoda, el aumento en los salarios no garantiza una mejora en las condiciones de vida. ¿Cómo es posible que un incremento salarial no se traduzca en una mejora en la economía familiar?
En primer lugar, en México, los cambios en las remuneraciones no impactan directamente en los precios, ya que los salarios son fijados por el Estado y no por el mercado. Además, al comparar nuestro poder adquisitivo actual con el de hace 5 o 10 años, queda claro que el problema no son los precios en sí, sino la pérdida del valor de nuestra moneda, el peso, a lo largo del tiempo. Aunque ganemos más, alcanza para menos debido a esta devaluación persistente.
La solución a esta problemática radica en otorgar un mayor valor al peso.
Si comparamos nuestra moneda con otras, la falta de paridad revela su escaso valor. Históricamente el peso ha perdido tanto valor que, en algún momento, un dólar se adquiría con tan solo un peso, hablamos del Porfiriato. En los años 80, para comprar un dólar necesitábamos más de 300 pesos, lo que llevó a la eliminación de tres ceros en los 90 para suavizar la percepción de la devaluación.
Comprender cómo ha perdido valor la moneda es crucial para entender por qué no alcanza mes a mes al hacer las compras o pagar los servicios; y ni hablar del precio de la gasolina. La constante alza en los precios de los hidrocarburos, especialmente en el combustible, impacta directamente en las familias al incrementar los gastos diarios, así como en las empresas, que se ven obligadas a incrementar el precio en los productos. Esta tendencia guarda una relación directa con la persistente devaluación de la moneda, contribuyendo así a crear una percepción negativa en el panorama económico mexicano.
Entonces ¿la respuesta es incrementar el valor de la moneda? Sí. ¿Qué debemos hacer? Dejar de pensar que la inflación es el villano de la historia y que un mejor salario es nuestra hada madrina.
Un aumento en los precios no siempre es perjudicial; de hecho, puede ser un incentivo para que las empresas inviertan y aumenten su producción, generando empleos y estimulando el crecimiento económico. Contrariamente a lo que se cree, un aumento en los salarios, por sí solo, tiende a ocasionar inflación; es decir, es más un efecto que una estrategia. La esencia radica en lograr un aumento salarial derivado de una mayor producción, no solo como un incentivo para reducir la pobreza, ya que esta persistirá si no se aborda de manera integral.
Este enfoque es evidente en la situación actual de Japón, que busca una inflación moderada para fomentar el gasto y la inversión. En México, se sugiere ir más allá del objetivo nacional del 3% en inflación, ya que esto podría impulsar la economía. Aunque los precios aumentarían, también lo haría la producción, el empleo y, en última instancia, los salarios. Un crecimiento sostenido fortalecería la moneda, aumentando su estabilidad y, como resultado, mejorando nuestro poder adquisitivo, permitiéndonos adquirir más con la misma cantidad de dinero.
En resumen, el desafío para México en 2024 radica en superar la inercia económica actual mediante reformas integrales que aborden la pérdida de valor del peso, la estabilidad de la moneda y fomenten un crecimiento sostenido. Romper paradigmas y atreverse a salir de la zona de confort generará un peso sólido y poderoso con un México emergente.
______
Nota del editor: Erendira Yaretni Mendoza Meza es licenciada en Economía, maestra en Gobierno y Desarrollo Regional por El Colegio del Estado de Hidalgo y doctora en Ciencias Sociales por la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo. Es profesora de la máxima casa de estudios de la entidad. Síguela en Twitter y/o en Facebook . Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas de su autora.
Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión