Muchos eventos concurrieron allá, a finales de 1994. En su conjunto, provocaron una compleja situación que derivó, entre otras cosas, en una crisis de deuda pública y en el inicio de un sexenio azaroso y cuesta arriba. Algunos consideran que error se limitó y concretó a la ampliación de la banda, a sabiendas de que la credibilidad de nuestras autoridades financieras estaba más que mermada. Otros, consideran que haber convocado a importantes empresarios para informarles sobre lo decidido, antes de que abrieran los mercados, provocó una ola especulativa que inicio desde oriente, justo al concluir la infausta reunión.
El error de septiembre
Para algunos, el error consistió en designar a Jaime José Serra Puche y a su leal escudero, Pedro Noyola, al frente de la SHCP, quienes, seguramente, sabrían de muchas cosas, pero no de tomar decisiones cambiarias en un entorno turbulento y enrarecido, como el que ocasionó la irresponsable, temeraria y torpe decisión de colocar Tesobonos a corto plazo, sin control ni medida alguna.
La verdad de las cosas es que todo contribuyó a que ese país que había recuperado el grado de inversión unos meses atrás, se hundiera como moneda en el agua. Es claro que Salinas de Gortari jamás pensó que la decisión sería detonar la explosiva granada, y que, en una suerte de reestructura de pasivos, el problema sería pateado hacia adelante, alejándole de directas imputaciones como causante de la terrible crisis. Sin embargo, se equivocó, Ernesto Zedillo, en ánimo de endilgarle toda la responsabilidad, no dudo en exponer al país al más severo y drástico ajuste de cuentas.
El tipo de cambio parece ser susceptible de fácil manipulación, hasta que deja de serlo. Cuando el tipo, como el agua, toma su nivel, crea desbalances insospechados y da duras lecciones a los improvisados en el tema. Hay que decirlo, en tanto que al gobierno estadunidense le convenga el esquema de subvaluación del dólar, particularmente, frente al peso mexicano, el tema no será problema. La Reserva Federal ha manejado el asunto de manera magistral, su Junta está conformada por expertos de larga trayectoria. Sin embargo, las afectaciones al sector exportador ya son más que notorias, y el denominado superpeso será útil para conservar fuentes de empleo en el exterior, sin que exista un claro beneficio para los mexicanos.
Algo que pareció menor al hacer modificaciones a nuestra Carta Fundamental para que el sexenio entrante arranque en octubre, y no en diciembre, pone en la mesa asuntos que en su momento fueron inadvertidos. El primero de ellos, es que ahora llegará el presidente sin un presupuesto aprobado. Cuando tome posesión quien hubiere ganado las elecciones, arribará en medio de la rebatinga, no sólo del precio de petróleo a considerar, sino también del tamaño del déficit, y de la deuda pública que se autorizará para seguir violando la Constitución, sí, para seguir pidiendo prestado para pagar deuda nacional, asunto que, estando prohibido en el documento fundacional, ha sido practicado intensamente por la presente administración.
El encargado de las finanzas públicas del presidente saliente se lavará las manos al entregar el paquete financiero en el mes de septiembre. Dará su bendición, desde lejos, al pobre fulano que se saque la rifa del tigre. Es cierto que la electa podría pedirle a Ramírez de la O que se mantenga en el puesto, pero, como lo hizo Pedro Aspe en su momento, éste no aceptará, dado que nadie mejor que él sabe lo mal que deja al erario. Se repetirá la escena, la electa pedirá que al menos unos meses se quede, pero él, seguramente ya tendrá un pie en el avión. Dará una y mil excusas, aceptar sería suicida.
La electa, como está en boga hacerlo, podrá hacer alusiones al gobierno juarista, dado que recibirá las arcas igual de maltrechas. Ya desde ahora le han colocado en el carril de la impopularidad, dado que se planteado ejecutar una reducción sensible en el gasto social, esto es, a salud, educación y seguridad pública. El problema no es devolverlo a donde estaba el año anterior, el problema es que no existe fuente de ingreso para sufragar ese gasto, y hace rato el nivel de endeudamiento rebasó los linderos de lo responsable.
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Probablemente, para fin de año ya habrá sido abandonada la pueril postura que mide el nivel de apalancamiento adecuado como un porcentaje del PIB. Ante la realidad, esa comparativa resultará ostensiblemente ridícula, ya que sin importar cuál fuera el porcentaje, lo relevante es con cuánto se cuenta para seguir sirviendo lo ya recibido y pagar lo que se pretende recibir. En nuestro caso, ese valor ya es cero hace rato, debimos dejar de pedir prestado hace un par de años. Al principio, buscando concordia con los actuales responsables del manejo hacendario, la candidata electa dispensará buen trato a aquellos a los que ya les urge entregar, pero, al final, se darán los encontronazos. Terminará señalándolos con dedo flamígero.
Entonces se pensará que hay muchos proyectos que pudieran entrañar ingresos extraordinarios, pero, súbitamente, se verá que el posible regreso de Donald Trump aleja, o al menos mantendrá en pausa, importantes inversiones. Su rijoso discurso pondrá en trance difícil al mercado bursátil, ya que es posible que haya quien prefiera recuperar liquidez, al menos en tanto se definen las reglas de interactuación con residente de la casa blanca. Pagarán hasta ver, y no por ver. De entrada, el mercado automotriz verá como posibles cargas tributarias y barreras no arancelarias harán menos atractivo a nuestro país como trampolín para acceder al mercado del norte. El republicano hará del T-MEC un profundo pantano.
La candidata ganadora recibirá fuego y más fuego desde el otro lado del Bravo, y no podrá más que sonreír en medio de una tormenta de lodo. De haber recibido la banda en diciembre, habría visto la trifulca desde la barrera, y el que sabe inclinarse como nadie, habría capoteado el temporal.
Muchas cosas suceden en esos dos cruciales meses, el armado institucional anterior tenía mucho fondo en lo político. Ahora, no serán las felicitaciones, sino duros embates provenientes de la campaña del vecino, los que ganarán los titulares en el primer mes de gobierno. No será terso el inicio, un entorno ríspido marcará lo que será un sexenio en el que se cosechará el fruto de las muy frívolas decisiones sembradas por el tabasqueño, cuyos otros datos, ya estarán en el cesto de la basura. Claro que la ungida podrá seguir siendo fiel y leal a la narrativa oficial, pero también lo es que, en ese caso no podrá deslindarse de pifias y desfalcos. Más temprano que tarde, pintará su raya. Se dará cuenta que seguir culpando a los neoliberales no pasa ya la prueba de la risa.
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Los tragos amargos que al final de gestión solía tomar el presidente saliente, en aras de trazar un camino venturoso al sucesor, se dejarán como pendientes a resolver. De esta forma, la entrante no empezará con el marcador reseteado, jugará los últimos minutos del juego anterior, sin ningún provecho para ella. En el último trimestre del año, la candidata tendrá que echar mano de su capital político para cerrar el año de la gestión que termina, especialmente, para negociar el infausto paquete financiero, alejando el desagradable cáliz de quien histriónicamente entrega la banda.
En caso de que el actual residente de palacio decidiera iniciar su retiro en un amistoso destino caribeño, la candidata electa recibirá un alud de críticas y desprestigio, que le hará perder el mucho o poco margen de maniobra que naturalmente tienen un presidente al llegar.
El natural y obligado desgaste que sufría el ejecutivo saliente en los meses de octubre y noviembre, parlamentariamente complejos y azarosos, ahora será coctel de bienvenida.
Muchos se preguntan cuántos del gabinete fantasma repetirán, pero al margen de ello, es claro que ahora, en el mes de septiembre, habrá glosa y despedida, formando una enorme lista de pendientes y sin sabores a quienes ya hayan sido invitados para estar al frente de secretarías de estado. Los que se van, tendrán que pintar un México que, ineludiblemente, será cuestionado por los que lleguen unos días después. Son sólo dos meses de diferencia, pero, dado nuestro andamiaje institucional, mucho pasa precisamente en esos dos meses.
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Nota del editor: Gabriel Reyes es exprocurador fiscal de la Federación. Fue prosecretario de la Junta de Gobierno de Banxico y de la Comisión de Cambios, y miembro de las juntas de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores y de la Comisión Nacional de Seguros y Fianzas. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.
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