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La transición energética y la geopolítica mundial

Más allá del gesto político-electoral, queda claro que existe un contexto bipartidista en Estados Unidos que favorece el proteccionismo contra China.
mié 15 mayo 2024 06:06 AM
Vista de la planta fotovoltaica de Santiago, situada en San Luis Potosí
Con sus recursos manufactureros de energía solar y su talento, la presencia de capitales internacionales que buscan aprovechar el nearshoring y su red de tratados internacionales, México podría estar en la vanguardia mundial de la transición energética si así lo decidiera, apunta Isabel Studer.

El recrudecimiento de las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China, en el contexto de la transición energética global, destaca los desafíos geopolíticos y económicos que enfrentan las naciones en su esfuerzo por liderar en tecnologías limpias y mantener la competitividad industrial, al tiempo que atienden la emergencia climática.

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En un acto por reafirmarse frente a su rival como el defensor de inversionistas y trabajadores en sectores estratégicos, como la automotriz y de energía solar, Joe Biden incrementó sustancialmente los aranceles a productos chinos esenciales para la reducción de emisiones de carbono. Sin embargo, los aranceles no tendrán un gran impacto en la relación comercial bilateral, ya que la importación de vehículos eléctricos y celdas solares de China es mínima debido a que estos productos ya habían sido excluidos del mercado estadounidense o importados desde terceros países como resultado de los aranceles impuestos por la administración Trump.

Pero, más allá del gesto político-electoral, queda claro que existe un contexto bipartidista en Estados Unidos que favorece el proteccionismo contra China. El ascenso de China como líder idiscutible en la transición energética desafía el dominio histórico de Estados Unidos en innovación. Además, plantea interrogantes sobre cómo las restricciones a productos chinos en Estados Unidos, en Europa o en otros países del mundo afectaría los costos globales de vehículos eléctricos y energía solar, retrasando el cumplimiento de las metas de reducción de emisiones de carbono para atender la emergencia climática. Este dilema representa un especial desafío para Joe Biden, cuyo gobierno ha adoptado políticas como la Ley de Reducción de la Inflación (IRA) para acelerar la transición energética a través de políticas industriales que incluyen sustanciales recursos públicos. Estas políticas no han progresado lo suficientemente rápido para contrarrestar el avance de China, creando una disyuntiva entre cumplir los compromisos climáticos y la necesidad de Estados Unidos de no perder una batalla industrial crucial para su posicionamiento geopolítico mundial.

La situación actual con los vehículos eléctricos y las celdas solares chinas tiene paralelos con el desafío que Japón presentó en las últimas décadas del siglo XX, cuando su sistema de producción Just-in-Time permitió a sus vehículos competir con mayor calidad y menor costo, desafiando a las empresas estadounidenses y posicionándose como líder mundial. Las restricciones comerciales, como las Restricciones Voluntarias a las Exportaciones impuestas por Estados Unidos, no detuvieron la innovación ni el liderazgo de empresas japonesas, en particular Toyota.

Es poco probable que las políticas proteccionistas frenen el formidable ascenso de China, que controla el 70% del mercado global de celdas solares y el 60% de la producción mundial de baterías para vehículos eléctricos. Con inversiones en tecnología limpia superando los 300,000 millones de dólares el último año, un aumento del 25% respecto al año anterior, China ha consolidado su posición. El posicionamiento de China no es accidental, sino el resultado de una estrategia geopolítica meticulosamente diseñada. Aunque tanto Estados Unidos como la Unión Europea argumentan que los subsidios chinos permiten a sus empresas competir mediante precios más bajos, la realidad es que la política industrial de China comenzó hace más de 15 años. Los subsidios, por cierto ahora también promovidos por el IRA de Biden, son solo una parte del éxito comercial de China. Su política industrial ha logrado el dominio de las cadenas de suministro de estos productos, creando economías de escala e integración. También le permitió la formación de talento especializado y un manejo de la globalización a su favor, atrayendo capitales y tecnología que luego adoptó.

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Ante estos desarrollos, economías emergentes están desarrollando políticas industriales avanzando decididamente en energías limpias y electromovilidad. Turquía, por ejemplo, que desarrolló su propio auto eléctrico nacional, el Togg, se ha convertido en el cuarto mayor mercado de estos vehículos en Europa. Chile y Brasil, en menos de una década, se han convertido en líderes en energía solar. Chile destaca por ser el país con la mayor participación de electricidad solar en el mundo, con el 20% de su matriz eléctrica en 2023, muy por encima del 2% en 2015. Brasil es hoy el sexto productor de electricidad solar más grande del mundo, pasando de cantidades insignificantes en 2015 (0.01 %) al 7.3 % en 2023.

Con sus recursos manufactureros de energía solar y su talento, la presencia de capitales internacionales que buscan aprovechar el nearshoring, su red de tratados internacionales y siendo la 12ava economía mundial, México podría estar en la vanguardia mundial de la transición energética si así lo decidiera. De no hacerlo, el próximo gobierno arriesgaría no solo la seguridad energética del país sino las inversiones y empleos en industrias estratégicas, haciendo al país económica y geopolíticamente irrelevante.

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Nota del editor: Isabel Studer es Presidenta de Sostenibilidad Global. Síguela en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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