La polarización no es destino, y no debe haber resignación. En circunstancias en las que se piensa que todo es confrontación, podemos también darnos cuenta que sí hay maneras de fortalecer el tejido social y construir comunidad. Y para muestra basta un botón; el rescate de los espacios públicos es una vía. Pero también, y en un sentido más práctico, un partido de futbol entre vecinos, una película al aire libre en un parque, las tradiciones locales, en fin. Eso es construir comunidad.
Construir comunidad sí es posible
Creo que, el fortalecimiento del tejido social es un concepto que se puede plantear desde diversos enfoques y experiencias, y que se debe abordar desde diversas teorías. Por ejemplo, Robert Putnam, el destacado ideólogo de la teoría del Capital Social, sostenía que ‘la calidad de las redes de relaciones entre las personas, contribuye al funcionamiento efectivo de la sociedad’. En ese sentido, argumentaba que una alta densidad de redes sociales conduce a una mayor cooperación y confianza en la comunidad, lo cual desde mi óptica, fortalece, por ende, el tejido social.
Lo cierto (y evidente) es que, cuando involucramos a las personas para construir y mejorar el espacio, fortalecemos nuestra comunidad. Me parece sorprendente y digna de admiración, la manera en la que pequeños esfuerzos tejen redes sólidas que pueden solucionar grandes problemas de la sociedad. Piensa en esto; a partir de una actividad tan sencilla como el juego, el deporte, sacar a pasear a tu mascota o ver una película al aire libre, el humano es tan generoso que, con esa simple participación, genera comunidad y ayuda a que su entorno sea más seguro.
Me llama poderosamente la atención un caso en especial; en Bogotá, Colombia, se lanzó el programa “Barrios de Paz”, centrado en la reducción de la violencia a través de la promoción de la cohesión social y la inclusión comunitaria, lo que llevó a implementar actividades culturales, deportivas y educativas que involucran a diferentes grupos de la comunidad; el resultado fue generar un sentido de pertenencia. Tomarlo en cuenta, y replicarlo, valdría la pena.
En otra latitud, en Barcelona, España, el proyecto de las “Supermanzanas” logró su objetivo: mejorar la calidad de vida urbana mediante la reducción de tráfico vehicular y la creación de espacios públicos accesibles para la comunidad. Y por citar otro modelo ejemplar, la ciudad de Portland, Estados Unidos, es conocida por su sistema de asociaciones vecinales, que permiten a los residentes participar activamente en la toma de decisiones y en la implementación de proyectos comunitarios. Pluralidad y democratización en su más pura esencia.
Y, no tengo duda de que en México, también es posible cambiar la realidad, y que el rescate de los espacios públicos es una alternativa real. Es cierto que el beneficio para los vecinos es tangible, pero también se generarían efectos multiplicadores para otros actores, como las empresas locales. Los vecinos pueden disfrutar de un parque o un campo deportivo, al tiempo que la sociedad en conjunto logra algo trascendental: tejido social y construcción de comunidad.
Desde mi punto de vista, fortalecer el tejido social implica una serie de pasos que buscan mejorar la cohesión, colaboración y bienestar. Para ello, considero necesario tener un entendimiento y diagnóstico claro de la comunidad, para conocer sus necesidades y dinámicas, entre otras cosas, identificar a los líderes y actores clave, facilitar espacios de diálogo en los que todos los miembros de la comunidad puedan expresar sus opiniones y participar en la toma de decisiones. Y algo muy importante, ofrecer programas de capacitación para empoderar a los miembros de la comunidad; esto les permitirá desarrollar habilidades que fortalezcan su capacidad de participación y liderazgo.
Ahora bien, si analizamos que el Banco Mundial y ONU Hábitat sugieren que las empresas pueden desempeñar un papel crucial en el rescate de espacios públicos a través de diversas iniciativas, encontramos algunas acciones clave para este propósito:
- Destinar fondos para la renovación y mantenimiento de parques, plazas y otras áreas públicas.
- Colaborar con gobiernos locales y organizaciones no gubernamentales para identificar áreas que necesitan intervención, y trabajar conjuntamente en los proyectos de revitalización.
- Apoyar la creación de infraestructura para bicicletas, zonas peatonales y mejorar el acceso al transporte público.
En conclusión. Cuando se alinea la parte económica con la social, hay lugar para la cultura y se involucran los miembros de la comunidad; se crea una espiral de valor, una especie de rehilete social que termina por generar el bien para todos los que participan. Se construye comunidad.
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Nota del editor: Carlos Cadena Ortiz de Montellano es presidente de Fundación Vinte y socio fundador de la desarrolladora Vinte. Es impulsor de la ´Teoría de Valor Compartido´ del catedrático Michael Porter, de la Universidad de Harvard. Síguelo en X como @CarlosCadenaOrt Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.
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