El uso generalizado de la nanotecnología es bastante nuevo. Desde el año 2000, los nanomateriales comenzaron a utilizarse industrialmente a medida que nuevas investigaciones y diseños experimentales han dejado clara su eficacia en diferentes sectores. Por ejemplo, en el terreno de la salud, la nanotecnología ayuda a reducir los errores de diagnóstico y a desarrollar nanobots (robots a microescala) para reparar y sustituir estructuras intercelulares, o reparar moléculas de ADN; en el sector químico, facilita recubrir aparatos con nanopartículas para mejorar su suavidad y resistencia al calor; en manufactura, los materiales desarrollados con nanotecnología mejoran el rendimiento del producto final mejorando la resistencia al calor, la fuerza, la durabilidad y la conductividad eléctrica.
Y en el tema ambiental, las aplicaciones de nanotecnología en la gestión del agua y los residuos reducen considerablemente las emisiones de carbono y, a través de nanorrevestimientos, se reducen las emisiones de los automóviles, y se mejora la eficiencia energética en las pilas de combustible solares y de hidrógeno.
En la actualidad son varias las startups en el mundo que se ha atrevido a capitalizar la nanotecnología en diversos sectores. Algunas ya ofrecen wearables nanotecnológicos que se integran en la ropa para el monitoreo remoto de un paciente; un emprendimiento francés fabrica biomarcadores de nanomoléculas para el diagnóstico de patologías e imágenes médicas. Una empresa canadiense extrae litio mediante nanotecnología para hacerlo de una manera más eficiente y responsable con el medio ambiente. En el sector manufacturero, una startup israelí creó aditivos industriales basados en nanocarburos para mejorar las propiedades de los materiales y los parámetros de rendimiento como la resistencia, el peso o la conductividad eléctrica, entre otros.
En temas ambientales, una startup británica filtra el agua de forma sostenible mediante grafeno (una sustancia compuesta por carbono puro) y nanotecnología, para eliminar metales pesados, contaminantes, bacterias y sal, constituyendo un método eficiente para filtrar aguas residuales y desalinizar agua salada.
Otra startup en Corea del Sur desarrolló una formulación de nanofibras de celulosa para hidratar rápidamente las pieles secas y ásperas garantizando el equilibrio de grasa e hidratación para mantener la piel hidratada durante más tiempo. Una más, de Grecia, fabricó con nanomateriales una célula de alta densidad energética para que las baterías de iones de litio funcionen a bajas temperaturas, de hasta -40 grados Celsius y conserven hasta el 60% de su capacidad original a temperaturas más bajas en drones, vehículos industriales, herramientas eléctricas y expediciones.
Pero en el tema de nanotecnología no todo es Europa, Norteamérica o Asia. Hace cuatro años se creó en Chile una startup pionera en la aplicación práctica de la nanociencia para resolver problemas del mundo real. Vittorio Stacchetti, socio fundador de la misma, explica que su misión “es crear soluciones innovadoras que mejoren la calidad de vida y promuevan un futuro más limpio y seguro. Desde superficies autodesinfectantes hasta sistemas de liberación controlada de medicamentos, nuestras tecnologías están transformando la manera en que interactuamos con nuestro entorno. Más que una empresa, somos agentes de cambio que están dando forma al futuro." Esta startup busca hacer más eficientes los productos químicos y procesos de sus clientes.