El dinamismo fisiológico que sucede en el cuerpo frente a los distintos estímulos que experimentamos es fascinante. Lo más relevante es que dichas reacciones corporales, mejor conocidas como emociones y que interpretamos en la mente como sentimientos, son el factor principal que determina cómo valoramos y decidimos. El valor que asignamos y perseguimos insaciablemente es subjetivo e intersubjetivo; se establece psicológicamente con base en fenómenos emocionales y no es una cualidad intrínseca de ningún objeto, sujeto o experiencia.
Las emociones dominan a la política, la economía y el mundo
Por lo tanto, entender cómo operan estos procesos es sumamente útil para dirigir empresas o equipos, vender, llamar al voto, afiliar individuos a distintas causas y, lo más importante, tomar decisiones más inteligentes. Desde una óptica neural, hemos logrado traducir la actividad del cerebro en distintos niveles e identificado que los cuadros emocionales se dan principalmente en el sistema visual, la amígdala, el tálamo, la ínsula anterior y el córtex ventral temporal; los cuales podemos medir con paradigmas científicos específicos para detectar la intensidad emocional de un estímulo.
Esto último no es trivial cuando comprendemos que todas las acciones que tomamos son contundentemente dirigidas por la posibilidad de conseguir emociones positivas y evitar negativas.
En otras palabras, podemos impulsar y cuantificar la variable principal que hace que todos nosotros actuemos, lo cual conlleva una responsabilidad magnánima de parte de quien utiliza estas potentes tácticas, pero también de cada uno de nosotros para detectar estos sesgos y evitar la manipulación inconsciente que muchas veces solo beneficia los intereses egoístas de unos cuantos.
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Aquí es donde se revela la urgencia de tomar control sobre nuestra mente y reconocer que debemos actuar de forma empática y armónica, poniendo el bien vital y colectivo para alcanzar un auténtico bienestar. La política y la economía contemporáneas han invertido un sinfín de recursos para mover a las masas porque, en conjunto, significamos dinero, trabajo útil o votos para grupos empoderados que normalmente tienen como intención central satisfacer sus deseos egoístas de corto plazo. Esto último es uno de los peligros autodestructivos más significativos en la historia de la humanidad; por eso necesitamos más que nunca ampliar la consciencia de los factores biológicos que moderan nuestro comportamiento y colaborar para retomar propósitos trascendentes que sean benéficos para la vida entera a corto y largo plazo. De otra forma, seguiremos al borde de un cataclismo irreversible.
De ese tamaño es la injerencia de las emociones y e importancia de comprenderlas. El valor no está en las cosas, sino en las emociones que generan, y nuestros pensamientos y acciones tienden contundentemente a moverse en el sentido de lo que valoramos y, por lo tanto, deseamos en distintos niveles.
Las emociones, la riqueza o los deseos egoístas no son el enemigo. Repito, las emociones, la riqueza o los deseos egoístas no son el enemigo; por el contrario, han sido aliados para permitir nuestra supervivencia. El enemigo es el objetivo para el cual trabajan en un contexto donde el placer individual se ha convertido en el jerarca absoluto.
La culpa profunda no la tienen los políticos o empresarios. Repito, la culpa no la tienen los políticos o empresarios, sino cada uno de nosotros cada vez que optamos por la desidia, la ignorancia, el estímulo individual pasajero con el menor esfuerzo, el placer inmediato y el ímpetu egoísta sobre el conocimiento, los sentimientos trascendentes, el trabajo duro con recompensas mucho mayores y la empatía.
Finalmente, las emociones son un sublime medio que nos conecta con más de 4,000 millones de años de aprendizajes durante el mapa evolutivo. Estamos diseñados biológicamente para darles un lugar prioritario en la toma de decisiones, pero también somos una especie con las extraordinarias facultades racional y creativa que nos permiten utilizar los cuadros emocionales con fines mucho más valiosos y significativos a nivel individual y colectivo.
Hoy, las emociones dominan el mundo, pero el siguiente salto evolutivo con un futuro próspero y extraordinario se dará cuando el mando se otorgue a la razón y creatividad empática. La decisión está en manos de cada uno de nosotros; el porvenir te necesita.
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Nota del editor: Juan Carlos Chávez es Profesor de Creatividad y Etología Económica en el sistema UP/IPADE y autor de los libros Biointeligencia Estratégica (2023), Inteligencia Creativa (2022), Multi-Ser en busca de sentido (2021), Psico-Marketing (2020) y Creatividad: el arma más poderosa del Mundo (2019). Es director de www.G8D.com Agencia de Comunicación Creativa y consultor de cientos de empresas nacionales y transnacionales. Encuentra sus libros en Amazon y síguelo en Facebook , Instagram y LinkedIn .
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