Analicemos esto desde un punto de vista psicosocial.
Si te preguntaran qué debemos procurar más para la supervivencia, ¿la agresión o el perdón? ¿Qué responderías?
Por un lado, sin la agresión, no seríamos capaces de defendernos frente a los temibles peligros del mundo. Pero, por otro lado, sin el perdón, terminaríamos destruyéndonos unos a los otros y sería imposible colaborar.
¿Entonces, qué más deberíamos hacer? No se trata de una cuestión evidente, pero las ciencias sociales tienen una respuesta muy interesante.
Resulta que el perdón es una estrategia evolutiva sumamente eficiente frente al conflicto (McCullough, 2008). Consideremos el famoso dilema del prisionero:
Imagina que eres uno de dos sospechosos capturados; si delatas al otro, y él hace lo mismo, recibirán el peor castigo; si los dos se protegen entre sí y lo niegan todo, tendrán un castigo intermedio; pero, si tú delatas y el otro no, te salvarás de cualquier pena. ¿Qué harías?
Se ha creado un torneo anual llamado teoría del juego alrededor de este dilema, donde los participantes diseñan estrategias para salir mejor librados si se presentara este tipo de situación constantemente (tal como sucede en la vida real). ¿Qué paga más? ¿La agresión o la lealtad?
Sorprendentemente, la estrategia invicta ha sido una de las más simples, la llamada “tit for tat” (tal para cual). Lo que establece esta combinación ganadora es que comenzarás siendo leal y te mantendrás así infinitamente hasta que seas traicionado, en ese punto deberás regresar la traición hasta que sean leales contigo de nuevo, y así sucesivamente. Es decir, comenzar con un espíritu altruista, agredir cuando eres agredido y perdonar cuando eres perdonado.
Asombrosamente, esa misma estrategia parece ser prevalente en la naturaleza, demostrando ser un instrumento de supervivencia muy potente que permite la cooperación entre individuos, lo cual es un necesario para la prevalencia.
Si no estuviéramos predispuestos a colaborar, ya no existiríamos como especie. Por ejemplo, el Homo sapiens no habría tenido ninguna oportunidad de enfrentarse contra el Homo neanderthalensis, físicamente más fuerte, si no hubiéramos sido capaces de organizarnos en miles (Tomasello, 2014).
Curiosamente, esta tendencia a estructurar organizaciones también está diseñada para evolucionar con la audacia de individuos creativos dispuestos a asumir riesgos para compartir nuevos conocimientos de manera colectiva. En línea con McCullough (2008), estos íconos están concebidos para demostrar y promover actitudes tanto agresivas como de perdón para conquistar el bien mayor: el "héroe" es un instrumento de supervivencia suprainstintivo altamente sofisticado.
Joseph Campbell (2008) identificó astutamente estos patrones de comportamiento reflejados en las narrativas históricamente más trascendentes jamás contadas, las cuales integran nuestros miedos y deseos más profundos como humanidad. En resumen, el héroe emprende un viaje transformador al aceptar el llamado a la aventura, supera una serie de pruebas casi imposibles, se reencuentra con la madre en la forma de la persona amada y se reconcilia con el padre, trascendiendo el ego; todo con tal de regresar al punto de partida con un tesoro apoteósico, generalmente en forma de nuevos conocimientos o instrumentos innovadores (tal como Perseo trajo de vuelta el fuego de los cielos) que servirán a la supervivencia del grupo.