Las causas de muerte principales no accidentales o intencionales en el contexto contemporáneo son el cáncer, enfermedades del corazón y Alzheimer (Sigelman, 2021).
Interesantemente, todas ellas tienen algo en común.
Por ejemplo, en términos propios, el estrés oxidativo se caracteriza por un desequilibrio entre las especies reactivas de oxígeno (ROS) y los antioxidantes, lo cual puede dañar el ADN, las proteínas y los lípidos, contribuyendo al desarrollo del cáncer al promover mutaciones, inestabilidad genómica y disfunción celular (Reczek & Chandel, 2017). El estrés oxidativo sostenido también puede activar vías oncogénicas, lo que estimula aún más la progresión del cáncer (Klaunig, 2018).
Pero, ¿qué causa el estrés oxidativo?
No es sorpresa que es causado principalmente por dietas pobres con alto contenido de grasas trans, azúcares refinados y grasas saturadas, como alimentos procesados, carnes y lácteos (Manna & Jain, 2015). Estas grasas promueven la inflamación, aumentan la producción de especies reactivas de oxígeno (ROS) y deterioran las defensas antioxidantes, lo que contribuye al estrés oxidativo (Vauzour et al., 2010).
El estrés psicológico (sentirnos estresados) también exacerba el desequilibrio oxidativo. Estos factores abruman las defensas antioxidantes del cuerpo, lo que provoca daño celular (Maes et al., 1999).
Ahora, consideremos que en los Estados Unidos, por ejemplo, los principales alimentos consumidos incluyen productos procesados como hamburguesas, con 50,000 millones anualmente, y pollo, con más de 90 libras por persona al año (Worldmetrics, 2024). Además, en 2024, el 53% de los adultos informó que el estrés era un impacto importante en su salud mental, y el 43% afirmó que se sentía más ansioso que el año anterior (Ipsos, 2022). Los principales factores estresantes incluyen preocupaciones económicas, eventos actuales y elecciones, y los adultos más jóvenes se ven más afectados (Asociación Estadounidense de Psiquiatría, 2024).
Todos podemos visualizar los resultados de esta ecuación.
Entonces, ¿qué podemos hacer principalmente para combatir el estrés oxidativo y mejorar nuestra calidad y cantidad de vida?
La respuesta sobre las mejores técnicas (tecnologías) de longevidad es contundente, pero el problema es que no es compatible con los deseos indulgentes y el estilo de vida prevalente de la mayoría de los seres humanos: 1) dejar de consumir procesados, carnes y lácteos, 2) consumir alimentos de origen vegetal como frutas, verduras y semillas, 3) trabajar en nuestra capacidad de autocontrol, paciencia, enfoque e inteligencia emocional que mitigue el estrés mental y 4) ejercicio físico.
Estos son algunos de los alimentos con la mayor potencia para combatir la oxidación y, por lo tanto, el envejecimiento y daño celular:
Brotes de todo tipo (como de brócoli, alfalfa, lentejas, frijol mungo o fenogreco), arándanos, nueces, espinacas, té verde, tomates, cúrcuma, cacao y aguacate.
Por otra parte, para combatir el estrés psicológico es crucial fortalecer el músculo creativo, la reserva cognitiva y la capacidad de autocontrol. ¿Cómo? Con rutinas diarias de actividades que requieran foco, atención prolongada e interconexión de ideas como la lectura, escritura y desarrollo artístico. En contraparte, lo que fomenta el estrés, la ansiedad e impaciencia son actividades que implican poco pensamiento y mucho apetito por estímulos rápidos como los contenidos vacíos en las redes sociales.
Lo anterior, son las requisitos para sentar las bases de la longevidad. Pero, además, aunque aún no están listas, se están perfeccionando técnicas especializadas muy prometedoras a nivel genético y celular.