Tras cinco años de la pandemia, el mundo laboral ha experimentado una transformación sin precedentes. El trabajo remoto, que en su momento fue una medida de urgencia, se ha consolidado como un modelo con beneficios claros en términos de flexibilidad. Sin embargo, sigue evolucionando para responder a las necesidades de productividad de las organizaciones.
¿Se está logrando el balance entre la presencialidad y el trabajo remoto?

El estudio Market Research 2025 revela que el 50% de los especialistas en Recursos Humanos en Latinoamérica identifica el home office y la flexibilidad laboral como la principal tendencia del mercado. Esto coincide con la percepción de los candidatos, quienes priorizan estos beneficios al momento de evaluar una oferta de empleo.
Es un hecho que la flexibilidad en las modalidades de trabajo llegó para quedarse, pero hay que considerar que, como cualquier proceso organizacional, continuará transformándose para que las empresas logren un equilibrio entre el bienestar de sus colaboradores y la productividad.
La modalidad híbrida ha dejado de ser solo un beneficio para convertirse en un diferenciador clave en la atracción y retención de talento. Pero, ¿qué está ocurriendo en 2025 con las modalidades de trabajo? ¿Cómo se está logrando el balance entre la presencialidad y el trabajo remoto?
La respuesta sigue siendo la flexibilidad, pero no solo en términos de modalidades de trabajo, sino también en función de la cultura organizacional y la capacidad de cada empresa para adaptar su modelo a las necesidades de sus equipos.
En conversaciones con reclutadores, observamos que muchas empresas han optado por esquemas híbridos en los que establecen dos o tres días de trabajo presencial. Este enfoque busca fomentar la convivencia y el trabajo en equipo sin sacrificar la autonomía de los colaboradores.
Como cualquier estrategia laboral, el trabajo remoto también presenta desafíos importantes, entre ellos la desconexión en horas laborales debido a distracciones personales y, en consecuencia, una posible reducción en la productividad, factores que muchas empresas buscan mitigar. Al mismo tiempo, impulsar el sentido de pertenencia sigue siendo una prioridad en organizaciones que se enfrentan a la escasez de talento y altos índices de rotación.
Para abordar estas problemáticas, algunas compañías están implementado políticas de “días de conexión”, en donde los equipos se reúnen presencialmente para realizar sesiones estratégicas y actividades colaborativas. De esta manera, la presencialidad no es impuesta, sino aprovechada para generar valor; este tipo de estrategias ayudan a evitar el cansancio digital y la sensación de aislamiento que algunos trabajadores experimentan con el home office prolongado.
Desde la perspectiva de los colaboradores, la capacidad de elegir en dónde trabajar sin sacrificar su crecimiento profesional es una necesidad, para las generaciones más jóvenes, como la Z y los Millennials, un empleo debe permitirles equilibrar su vida, de manera que tienen la posibilidad de atender todos los ámbitos que son importantes en el entorno en el que se desenvuelven.
Este enfoque no solo atrae talento joven, sino que fomenta una cultura organizacional basada en la confianza y la autonomía. Por otro lado, generaciones como la X y los Baby Boomers encuentran en el trabajo híbrido una solución que les permite atender responsabilidades familiares como el cuidado de sus hijos o de adultos mayores.
El reto para los líderes de Recursos Humanos es diseñar políticas de trabajo que equilibren flexibilidad y productividad, autonomía y cohesión, bienestar y objetivos organizacionales. La clave no está en elegir entre lo remoto y lo presencial, sino en la capacidad de adaptación, recordando que no existe una única solución válida para todas las empresas ni para todos los colaboradores.
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Nota del editor: Alejandra Martínez es Responsable de Estudios del Mercado Laboral de Computrabajo México. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora.
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