El nuevo episodio de la guerra de narrativas está por escribirse. El 2 de abril, en el marco de lo que se ha llamado ya como el “Día de la Liberación”, Donald Trump alista su siguiente anuncio de aranceles recíprocos impuestos a varios países, lo que tensará aún más sus relaciones con sus aliados, entre ellos México. En ese marco, viene una nueva ola de emplazamientos divisivos, nacionalistas y muchos de ellos discriminatorios.
#Entrelíneas | La añeja relación México-EU y sus actuales disparadores

¿Será que estamos ingresando a la etapa más oscura en la historia de la relación entre México y Estados Unidos? La historia podría ayudarnos a entender la coyuntura…
La relación México-Estados Unidos, desde siempre, ha registrado sus encuentros y desencuentros. Incluso, se dice que los episodios de colaboración empezaron a tejerse desde antes de que ambos países existieran. En algún momento, la Nueva España contribuyó a la independencia estadounidense. Evidentemente, a lo largo de su historia se ha escrito mucho alrededor de sus vínculos y hay quienes las han descrito como ‘repúblicas hermanas’, pero también se ha hablado de una ‘reciprocidad imposible’.
En términos generales, la relación siempre ha sido tensa y complicada, primero, por un factor imposible de evitar: la vecindad. La cuestión geográfica ha provocado naturalmente que los conflictos ocurran. El simple hecho de ser vecinos y contar con una frontera ha sido más que suficiente para activar los pleitos. Es algo irremediable.
“Siempre ha sido una relación complicada. Desde el principio ha privado la tensión territorial, la relación ha sido difícil debido al interés de Estados Unidos por adquirir territorio mexicano. Lo que querían era expandir la tierra de la esclavitud hacia el sur y, por lo tanto, les interesaba mucho México, Cuba…”, cuenta Erika Pani, doctora en Historia por El Colegio de México (Colmex).
Por otro lado, la profesora-investigadora del Centro de Estudios Históricos del Colmex añade que la relación ha logrado integrar varios episodios con buena sintonía y colaboración porque ambas naciones han tenido una ideología republicana. En el pasado, explica, tanto el pueblo mexicano como el estadounidense querían defender la libertad del nuevo mundo y, al mismo tiempo, se tienen muchos relatos de la compenetración económica entre los vecinos del sur y del norte.
En tiempos de Porfirio Díaz, por ejemplo, el boom de los ferrocarriles motivó profundamente el comercio entre ambos países y las inversiones fluían de varios puntos a otros. Las economías, sobre todo en la frontera, empezaron a compenetrarse, lo que derivó en una relación económica muy dinámica e importante.
También, desde entonces, la migración de mexicanos con deseos de trabajar en Estados Unidos empezó a manifestarse y el ferrocarril era la vía de transporte y de introducción para que así los trabajadores mexicanos participaran en los inicios de la agroexportación. De igual manera, esas redes transnacionales que se formaron fueron la raíz para la conformación de los lazos familiares entre un lado y el otro.
Sin embargo, la migración también trajo consigo la confrontación y empezaron a encenderse los pleitos por el flujo de personas en el punto de encuentro entre ambos territorios, lo que activó las exigencias de poner orden en la frontera.
Así, la historia alberga episodios durante el Porfiriato en los que el gobierno de Estados Unidos mandó tropas a la frontera por el caos que ahí imperaba. El robo de ganado ocurría todo el tiempo y la persecución por parte de tropas estadounidenses no lo podía evitar porque los indocumentados infractores lograban pasar la línea sin que nadie, del otro lado, los detuviera. Fue así que, desde entonces, empezaron a escucharse los llamados a mantener el orden en la frontera de lo que se conocía como el ‘Bajo Bravo’.
En otras palabras, y dependiendo el cristal por el cual se pretenda estudiar la relación, Erika Pani sostiene que la ventaja y/o desventaja que ha tenido México ha sido vivir siempre junto al ‘elefante’ y, ante esa circunstancia, está obligado a hacer ciertas cosas. Sí, el ‘elefante’ no era tal a principios del Siglo XIX, pero siempre ha sido una república muy dinámica, con un notable progreso y unos deseos impresionantes por la expansión territorial. Dicho así, explica, no es que a Estados Unidos le interesara dominar a México, sino que su anhelo era ocupar todo el Continente, pero para que eso ocurriera se le atravesaba México.
“¿Quiénes eran los estadounidenses que más querían expandirse? Los sureños porque, mientras más se expandían, más poder político tendrían. Durante la primera mitad del siglo XIX, quien dominaba la política exterior estadounidense eran los sureños que querían exportar lo más barato posible”, dice la catedrática del Colmex y autora de varios libros, entre los que se encuentra “Historia mínima de Estados Unidos de América”.
Con el tiempo, los buenos y malos sabores se han seguido registrando por la estrecha relación entre México y Estados Unidos. En su momento, la Revolución Mexicana de 1910 que sentó las bases de la Ley Agraria de 1915 y la expropiación petrolera de 1938 fueron muy malas noticias para los intereses estadounidenses. Décadas después, la implementación del TLCAN, en 1994, no necesariamente dio paso a un cambio de época, pero sí a la institucionalización de la relación comercial entre ambos países.
Así, a raíz de un largo historial en el que los encuentros y desencuentros han sido acompañados por encendidos manifiestos, hay una sensación que persiste, que se seguirá explotando por los gobiernos en turno de cada país, y que se caracteriza por ser un sentimiento fervoroso de pertenencia y de defensa a un territorio y que puede florecer en momentos de rivalidad regional: los nacionalismos.
En estos momentos, ante un Presidente del calibre de Donald Trump, muchos son los escenarios que podrían alterar la convivencia entre dos pueblos. Los migrantes, sin lugar a ninguna duda, han sido, son y seguirán siendo víctimas de maltrato y de despojo. En los años 30 del siglo pasado, tuvo lugar una gran operación de repatriación, muy arbitraria, de mexicanos que residían en Estados Unidos. Ahora, vamos a observar lastimosamente una serie de tragedias familiares, binacionales, víctimas de separaciones.
El nacionalismo, muy pegajoso hoy día, seguirá aprovechando los megáfonos para agitar más conciencias. Sin embargo, eso no significa que todo mundo caiga en sus redes. La coyuntura es incierta, hay quienes sostienen que la relación México-Estados Unidos ingresará a una etapa muy oscura, por lo que, para no dejarse ir por ello, la recomendación es tener la cabeza lo más fría posible y adquirir la mayor cantidad de información bien documentada. No es que la historia se repita, sino que hay condiciones estructurales que se mantienen y otras que simplemente no cambian.
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Al cierre de la semana pasada, el Presidente de Estados Unidos reafirmó su intención de imponer aranceles recíprocos a partir del 2 de abril, sin excepciones, aunque deslizó la posibilidad de aplicar ciertos grados de flexibilidad. “Flexibilidad es una palabra importante (…) Imponemos lo que nos impongan, haremos lo que nos hagan”.
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Nota del editor: Jonathán Torres es socio director de BeGood, Atelier de Reputación y Storydoing; periodista de negocios, consultor de medios, exdirector editorial de Forbes Media Latam. Síguelo en LinkedIn y en Twitter como @jtorresescobedo . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
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