Es difícil precisar quién se encuentra más alejado de la realidad, si el gobierno, que piensa que con dureza facial se puede librar el más grande desafío en materia de comercial de los últimos 70 años, o, los aplaudidores del movimiento regresionista. Es claro que ninguno de los dos alcanza a entender la más reciente jugada de Trump, y hasta ven un trato de deferencia, en lo que simplemente hay diferencia. Lejos está de ser un privilegio o ventaja, respecto de la forma en que dicho personaje ha tratado al resto del mundo.
Barreras arancelarias

En el gran laboratorio del vecino país, la táctica comercial en curso es un experimento, dado que ellos jamás habían jugado a la subvaluación de su moneda, ni tampoco a ser ellos solos contra el mundo, siempre habían seleccionado aliados estratégicos. Francia, hizo posible su independencia en el siglo XVIII, y hoy, es una de las naciones a las que peor trata. Quienes piensan que Canadá o México son socios cercanos se equivoca, como he dicho, serán tratados de manera diversa, pero no necesariamente privilegiada.
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Trump ha venido ensayando, mediante el heurístico mecanismo de prueba-error, distintas formas de tratar el problema. No es un académico, mucho menos un hombre de estado, es un empresario en el poder. En realidad, lo que pase en Wall Street le tiene sin cuidado, dado que ahí están los que alguna vez fueron sus rivales, y éstos, pronto comprenderán que ya los ve como súbditos, no como dueños o líderes de consorcios a los que su administración sirve.
La caída de las bolsas la ve como un mero reflejo de su enorme poder, y no como un efecto indeseable, se ha convertido en factor, dador de fortuna o ruina, y eso le gusta. Con gran comedimiento los poderosos grupos empresariales se acercan a él pidiendo clemencia, y trato cercano, no hay reto, ni mucho menos confrontación, tiene el control.
El quedarse inmóvil para ver qué sucede, no es estrategia, y pronto se verá como el gobierno mexicano pierde esa buena imagen que algunos extranjeros le han confeccionado forzadamente, a modo de usarle como referente al criticar lo que hacen sus gobiernos, en realidad, nada bueno, ventajoso o provechoso ha pasado, como para considerar que el quedarse pasmado sea la ruta a seguir.
Aprieta y afloja, midiendo lo que sucede; a continuación, procede a exigir tributo. Lo ha dejado claro, será “magnánimo” con quien se deje, y furibundo con quien lo enfrente. Las muy frágiles finanzas mexicanas no están para hacer la prueba, la Ejecutiva Federal no acierta más que a lanzar algunas decimonónicas frases en su evento matinal, pero no ha tomado una sola acción que no sea impuesta o propuesta por Washington. Disfraza la lastimosa sumisión con inocuas frases patrioteras que apenas alcanzan a llegar a la Alameda Central. Lo hace para a dar a sus seguidores motivo para aplaudirle y vitorearle, y, en algunas ocasiones, hasta para que produzcan infumables videos en los que se hacen loa a la insoportable levedad de ser irrelevante. Eufóricos celebran el chisguete mensual de autoafirmación. Juegan al tío Lolo.
En un primer momento, Trump advirtió que la imposición de aranceles precisaba de un atemperante subjetivo y discrecional, que le permitiera dañar, sin parar la industria americana, por lo que, atendiendo al alto grado de integración que existe con sus vecinos, producto de tres décadas de apertura comercial, ha decidido tomar el control administrativo de la frontera, cual cadenero de discoteca. Dejará pasar lo que le sirve, y frenará lo que no resulta urgente o indispensable para mantener creciendo el empleo. Así es, en la zona cercana no cabe una medida de rajatabla expresada en un porcentaje a las importaciones, por lo que concluyó era necesario establecer un menú casuístico, y rápidamente ajustable, tanto en la frontera norte, como en la sur.
A la larga, eso será tan, o más dañino, que los porcentajes generales, ya que el régimen no se establece en beneficio de los socios, sino de quien, en 30 años, se volvió dependiente de la industria del exterior. El cambio, ya entendió, no se puede hacer de la noche a la mañana, por lo que sus asesores han entramado un mecanismo ad hoc, tratándose de los que otrora integraran el bloque de América del Norte.
Caro pagará un gobierno bisoño el no entender el tablero, ni cómo se mueven las piezas en él. La arrogancia y la soberbia se parecen tanto a la ignorancia y la estulticia, que es difícil saber cuándo se está en presencia de una, o de otra, hasta que un baño de realidad deja ver las cosas como realmente son. El cambio de estrategia contra el crimen organizado no se decidió aquí, sino que es producto de presiones ejercidas desde allá, por lo que aplaudir ese cambio sólo denota la necesidad de simular, o bien, la de apuntalar un régimen que ha empezado dando tumbos.
Lo mismo, puede decirse de la impuesta acción sobre el contrabando de combustibles que, se diga lo que se diga, tiene su más profunda raíz en el sector público, el cual, no soportaría políticamente encarar a la población en un escenario de desabasto del insumo, ese, que dijo el saliente defendió en favor de los mexicanos, tirando a un hoyo negro varios miles de millones de dólares. Ya no se diga el efecto que tendría tal desabasto en la inflación, e, inmediatamente en las urnas. Para entender lo que sucede en esa materia, no hay más que ver quién y cómo resulta beneficiario, y cómo, a la fecha, son incapaces de decir qué le pasó a lo incautado, ya que urgía ponerlo a disposición del público.
Fidel Velázquez decía: cuando el precio de la tortilla sube, los gobiernos bajan. Lo mismo sucedería con un disparo en el precio de la gasolina, y peor, con un insuficiente abasto, nada más caro que lo no se puede comprar. Tan sólo figúrese a nuestro país con varios miles de millones de litros faltantes. La reserva del combustible para el abasto nacional, al igual que la del gas, es simplemente de alarma. Lo que no suena lógico, suena metálico. Por ello, tratándose de contrabando de combustible cobijado desde el poder, la rentabilidad se debe medir en votos para un gobierno que vendió la “soberanía energética”.
Reconocer el fracaso en el sector energía sería la capitulación, ya nada quedaría de la narrativa tropical, por lo que se aferrarán a fondear el espejismo, aunque tengan que apuntalarlo con gasolina pirata. Saben que es cuestión de tiempo, para que los programas sociales comiencen a hacer agua, y para que la pugna interna haga de ellos la manzana de la discordia. Sí, el barco parece estar estable porque está haciendo agua por todos lados al mismo tiempo, pero el nivel del agua sube.
El descaro y cinismo llega a tal nivel, que nadie explica la forma en que se compra gasolina barata en el exterior, y se vende a un precio que duplica, triplica, o más, lo pagado. Mal negocio hicieron los mexicanos, al creer que los regresionistas tenían la más remota idea de cómo manejar Pemex. Salió peor que la receta neoliberal.
Ebrard, desde Economía, no ha podido trazar una ruta de escape, y está sujeto al vaivén del humor con que amanezca Trump. Si bien es cierto, se llegó a un consenso comunitario para declarar el “estado de recesión”, hoy ese entendido sale sobrando, dada la magnitud, profundidad y alcance de lo que sucede. Al igual que las pérdidas en contabilidad, hay que reconocerle cuando está a la vista, admitámoslo ya, el mundo está en recesión. El freno a las inversiones; el aletargamiento en los flujos, y el retorno del proteccionismo son una realidad que no se revertirá en lo que resta del año. Esperar un par de trimestres para asumir la realidad en nada ayudará.
Invertir para exportar, nunca había sido tan incierto. Pensar que el gobierno mexicano nos ha colocado en una posición de ventaja es, por decir lo menos, cándido o ingenuo. En las aduanas para cruzar el Bravo sobrarán razones para detener lo que no sea de consumo inmediato, y las colas en la frontera, nos harán pagar el pecado de aplaudir cuando el show apenas comenzaba, sin saber que el payaso de las cachetadas ya había decidido desaparecer. En tanto no se encuentre, desarrolle e instrumente una estrategia que haga a Trump advertir, aquilatar o ponderar ventajas de una alianza, todo será de bajada.
Debajo de la mesa asoma otro tema interesante, la integración de sindicatos bi o trinacionales, asunto que, por su profundidad, dejaremos para próxima entrega.
El cascabel que se colgó al gobierno de la 4T parecerá distinto, pero tiene la misma función. Los instrumentos de control en el comercio exterior son muchos y suelen ser efectivos, no son sólo tarifas. La imposición de barreras siempre estará a la disposición de quien tiene el sartén por el mango. Abrazar un esquema de calificaciones, inspecciones y/o pruebas de integración regional, es aventurado y riesgoso, lejos está de ser un escenario en el que la relación comercial prospere. Grande es la fortaleza construida con saliva, pero dudosa su efectividad.
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Nota del editor: Gabriel Reyes es exprocurador fiscal de la Federación. Fue prosecretario de la Junta de Gobierno de Banxico y de la Comisión de Cambios, y miembro de las juntas de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores y de la Comisión Nacional de Seguros y Fianzas. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.
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