Las presiones arancelarias no solo reactivaron la atención sobre la vulnerabilidad externa de la economía mexicana, sino que también generaron una respuesta con implicaciones más profundas.
Dos efectos, en particular, merecen ser destacados: un diálogo más técnico y estructurado con el sector privado, y el impulso de una agenda industrial que, aunque aún enfrenta retos, ya está siendo formalizada bajo el marco del Plan México.
El primer cambio ha sido la disposición del gobierno a establecer espacios de coordinación más operativos con actores clave del sector empresarial. La integración de mesas de trabajo más estructuradas sobre temas como la facilitación de permisos, infraestructura y necesidades de inversión en sectores estratégicos, han marcado un cambio en la cooperación entre ambos actores.
El segundo efecto ha sido el impulso de una narrativa industrial más estructurada. A través del Plan México, el gobierno ha comenzado a agrupar distintas iniciativas que orientadas a reubicar a México dentro de cadenas globales y regionales de valor.
Si bien este marco aún está en proceso de consolidación y enfrenta desafíos de ejecución, representa un cambio con respecto al modelo de neutralidad productiva que había predominado en los últimos años.
Este giro ocurre en un contexto de contrastes. Por un lado, México mantiene fundamentos macroeconómicos sólidos: inflación en descenso, estabilidad cambiaria, finanzas públicas ordenadas. Por otro, persisten niveles bajos de inversión privada, rezagos en ejecución de proyectos, y señales de incertidumbre institucional que continúan postergando decisiones clave en sectores estratégicos.
En el corto plazo, el escenario seguirá siendo complicado. La economía mexicana parece encaminada a una contracción en 2025: crecimiento bajo, consumo estabilizado, inversión contenida. La incertidumbre en la política interna, los posibles cambios en la relación bilateral con Estados Unidos, y la complejidad operativa de muchos proyectos, sugieren que 2025 – y probablemente parte de 2026- serán años de transición más que de despegue.