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Con nearshoring o sin él, en México tenemos que seguir trabajando

El país enfrenta un dilema: si bien su cercanía con Estados Unidos y su red de 14 tratados comerciales con 50 países son activos formidables, no son suficientes.
mié 28 mayo 2025 06:04 AM
México rompe récord de importaciones de China, pero Estados Unidos presiona por aranceles
La vecindad ya no basta. Los tratados no son eternos. Y el mundo no espera. México debe construir su competitividad estructural, con nearshoring o sin él, si quiere jugar un papel relevante en el nuevo orden económico global, considera Sergio Argüelles.

Durante décadas, México gozó de un “bono de geolocalización”. Su vecindad con Estados Unidos —la economía más grande del mundo— le ofreció una ventaja estratégica sin necesidad de grandes esfuerzos. La firma del TLCAN en 1994 y su actualización en el T-MEC le aseguraron acceso preferencial al mercado estadounidense, con aranceles reducidos o nulos para más del 80% de los productos exportados.

Mientras otros países enfrentaban barreras arancelarias de hasta 20% para ingresar a Estados Unidos, México disfrutaba de libre comercio. Pero esa ventaja por sí sola ya no basta.

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Hoy, el mundo atraviesa una reconfiguración comercial impulsada por el fenómeno del nearshoring y una creciente tendencia hacia la desglobalización. Las cadenas de suministro están dejando de ser globales para volverse regionales. Estados Unidos, en su esfuerzo por reducir su dependencia de China —de donde importó más de 536,000 millones de dólares en bienes en 2022, según la Oficina del Censo de Estados Unidos— y donde México se posiciona como un fuerte socio estratégico para relocalizar la producción.

La posición privilegiada que México tiene frente a Estados Unidos responde a una necesidad estratégica: Estados Unidos busca consolidar su alianza comercial con países confiables ante la creciente competencia geopolítica con China. Pero la confianza entre socios también se construye y se sostiene, y eso implica un comportamiento serio: estabilidad política, reglas claras y respeto a los acuerdos.

Según datos de la Secretaría de Economía, en 2023 México recibió más de 36,000 millones de dólares en Inversión Extranjera Directa (IED), el mayor monto en una década. De acuerdo con BBVA Research, hasta un 60% de esa inversión estuvo vinculada directa o indirectamente con el fenómeno del nearshoring. Además, México desplazó a China como el principal socio comercial de Estados Unidos en 2023, con un comercio bilateral de 798,000 millones de dólares.

Sin embargo, la competencia global por atraer inversiones es cada vez más feroz. Vietnam, por ejemplo, ofrece incentivos fiscales agresivos, mano de obra barata y tratados de libre comercio con Europa y Asia. India está invirtiendo miles de millones en infraestructura logística y digital para capturar producción que antes iba a China. Incluso países de América Latina como Colombia, Brasil y Costa Rica han entrado con fuerza en la carrera.

Aquí es donde México enfrenta un dilema: si bien su cercanía con Estados Unidos y su red de 14 tratados comerciales con 50 países son activos formidables, no son suficientes. De hecho, muchos estados del país enfrentan limitaciones serias: falta de energía eléctrica, infraestructura saturada, inseguridad, incertidumbre jurídica y una educación técnica desvinculada de las necesidades del mercado.

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Según un estudio de McKinsey & Company, México podría incrementar su PIB en 8% en la próxima década si logra capturar el potencial total del nearshoring, pero para ello necesita invertir en infraestructura, fortalecer el Estado de derecho y desarrollar talento especializado. De lo contrario, ese bono geográfico que antes era una ventaja competitiva podría convertirse en una oportunidad desperdiciada.

Si México no acelera sus reformas estructurales, mejora sus capacidades logísticas y asegura condiciones para atraer y retener inversión, perderá terreno frente a países que están haciendo la tarea sin tener siquiera su ubicación privilegiada.

En resumen: la vecindad ya no basta. Los tratados no son eternos. Y el mundo no espera. México debe construir su competitividad estructural, con nearshoring o sin él, si quiere jugar un papel relevante en el nuevo orden económico global.

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Nota del editor: Sergio Argüelles es CEO de FINSA. Síguelo en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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