México tiene la mesa puesta para convertirse en una potencia global de centros de datos. El país ofrece una combinación estratégica de ventajas: amplia disponibilidad de terreno, acceso prácticamente ilimitado a recursos solares y eólicos, talento calificado, una ubicación privilegiada junto al mercado más grande del mundo —Estados Unidos— y un marco regulatorio favorable gracias al T-MEC, que facilita la operación transfronteriza de datos.
¿México puede convertirse en la tierra prometida de los centros de datos?

La demanda global de centros de datos crece a un ritmo acelerado. Se estima que para el año 2030, esta demanda se triplicará, alcanzando aproximadamente 220 gigavatios (GW) de capacidad requerida, con inversiones que podrían alcanzar más de 6 billones de dólares durante los próximos cinco años. Este crecimiento es impulsado por varios factores, entre ellos el auge de la inteligencia artificial (IA) generativa, que requerirá aproximadamente el 40% de esa capacidad global para sus cargas de trabajo.
En este contexto, América Latina se posiciona como la segunda región con mayor crecimiento en infraestructura digital a nivel mundial. México destaca por su potencial, proyectando una demanda local de alrededor de 1.5 GW hacia 2030, así como la posibilidad de absorber hasta 6.8 GW adicionales debido al fenómeno del spillover de Estados Unidos, es decir, cuando la capacidad instalada en el país no puede expandirse lo suficientemente rápido para satisfacer su creciente demanda interna.
La infraestructura digital mexicana es sólida, con más de 10,000 kilómetros de fibra óptica desplegada en todo el país, lo que garantiza una conectividad robusta y rápida hacia Norteamérica. Esto permite tiempos de latencia inferiores a 200 milisegundos, ideales para servicios críticos como operaciones en la nube, comercio electrónico, IA y otras aplicaciones digitales avanzadas.
Distintas compañías tecnológicas internacionales ya están capitalizando estas ventajas. Microsoft ha desarrollado una región de nube en Querétaro con tres zonas de disponibilidad, Google ha inaugurado su primera región en el mismo estado; y Amazon Web Services ha anunciado zonas locales adicionales. Además, Fermaca, una empresa mexicana, está desarrollando un campus de 250 megavatios (MW) en Durango, enfocado en ofrecer soluciones energéticas integradas para este tipo de instalaciones.
La inversión promedio en un centro de datos de gran escala es considerable, alcanzando alrededor de 10 millones de dólares por cada MW de capacidad instalada. Esto significa que un centro de datos de 100 a 200 MW representa una inversión inicial de entre 1,000 a 2,000 millones de dólares. Estos proyectos generan empleo altamente calificado durante la construcción y operación, además de producir significativos beneficios secundarios en otras industrias relacionadas, desde logística hasta servicios avanzados de tecnologías de la información y mantenimiento.
A pesar de todas estas ventajas, México enfrenta aún desafíos fundamentales, especialmente relacionados con la energía eléctrica, que representa entre el 65% y el 75% de los costos operativos totales de los centros de datos. Se prevé que la demanda energética específica para centros de datos crecerá a una tasa anual del 10%, alcanzando aproximadamente 18 teravatios hora (TWh) para 2030. Esto equivaldría a más del 5% del consumo nacional proyectado, siempre y cuando se garantice un acceso confiable, oportuno y competitivo a la energía eléctrica que hoy limita el crecimiento del sector.
Actualmente, los costos energéticos en México superan los 100 dólares por megavatio hora (MWh) en muchas regiones, en comparación con los 50 a 70 dólares por MWh en zonas competitivas de Estados Unidos. Esta diferencia representa un reto significativo en términos de atracción de inversiones adicionales. La capacidad limitada y los prolongados tiempos requeridos para conectar nuevos centros a la red eléctrica, que pueden exceder dos o tres años, también detienen el crecimiento potencial.
Para superar estos retos y aprovechar esta oportunidad histórica, es indispensable expandir la infraestructura energética existente e impulsar esquemas modernos de generación eléctrica, especialmente con fuentes renovables. El desarrollo de proyectos solares y eólicos de gran escala podría reducir significativamente los costos energéticos operativos, beneficiando directamente la competitividad del sector.
México tiene ante sí una oportunidad extraordinaria para consolidarse como líder global en infraestructura digital. Pero no basta con buenas intenciones o con el "ya merito". Es momento de abrir las puertas al futuro digital con acciones concretas, atrayendo inversiones estratégicas en energía y generando crecimiento económico sostenible.
Debemos mantenernos competitivos con otros países. Actuemos ahora para asegurar que México sea protagonista, no espectador, en este nuevo escenario.
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Nota del editor: Rafael Scott es socio de McKinsey & Company México. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.
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