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¿Cómo liderar en un entorno laboral intergeneracional?

La diversidad generacional no se puede resolver sólo a través de un taller ni se dirige con frases motivacionales. Se enfrenta en las tensiones del día a día.
lun 18 agosto 2025 06:01 AM
Del jefe al facilitador, el liderazgo que la Gen Z necesita
Hoy, las empresas que realmente están avanzando no son las que hablan más de generaciones, sino las que diseñan procesos más abiertos, conversaciones más honestas y liderazgos más empáticos, considera Francisco Rosas.

¿Y si el verdadero reto en las organizaciones no se trata de la diferencia de edad, sino más bien la falta de puentes entre cada una de las generaciones?

Con cinco de ellas conviviendo en el mismo lugar de trabajo (desde Baby Boomers hasta la generación Z, y pronto la Alpha) las organizaciones deben de aprender a operar en un terreno cada vez más diverso, impredecible y exigente. Esto no es un fenómeno emergente: ya está aquí, ya es una realidad. Y sin embargo, muchas culturas laborales siguen diseñadas para una sola manera de trabajar, manteniendo estilos de liderazgo o de comunicación muy tradicionales.

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He escuchado muchas veces la pregunta: “¿cómo nos adaptamos a las nuevas generaciones?” Pero, sinceramente, creo que es una pregunta que podría plantearse de otra manera. La gestión entre diversas generaciones no trata de adaptarse a unos ni de cuidar más a otros: se debe pensar en rediseñar la cultura para que todas las personas puedan aportar con lo que saben, con lo que esperan y con lo que necesitan.

La diversidad generacional no se puede resolver sólo a través de un taller ni se dirige con frases motivacionales. Se enfrenta en las tensiones del día a día: en una junta donde unos prefieren imprimir los documentos y otros comparten la liga de un archivo editable; en el uso de emojis en correos internos; en el momento incómodo en el que alguien pide más supervisión y alguien más la interpreta como micromanagement. Lo que hay detrás de esas fricciones no es edad, es diferencia de contexto. Y como líderes, nuestra responsabilidad es leer esas diferencias sin caer en etiquetas fáciles.

En una conversación reciente, una líder con décadas de trayectoria compartía su frustración porque su equipo joven no mostraba el mismo nivel de “compromiso”. Pero cuando preguntamos qué entendía por compromiso, lo tradujo en horas extra, presencia física, y cumplimiento exacto de procedimientos. Del otro lado, sus colaboradores hablaban de compromiso como disposición a aportar ideas, asumir riesgos y cuestionar procesos obsoletos. Estaban en desacuerdo, sí, pero no porque uno estuviera mal y el otro bien: estaban hablando idiomas distintos.

Y ese es el punto: muchas veces no hay falta de voluntad, sino falta de contextualización. Y la cultura organizacional funciona, en buena medida, como ese traductor colectivo. Si no lo alimentamos, lo que obtenemos son silos disfrazados de diversidad. Equipos que conviven, pero no colaboran. Gente que se tolera, pero no se enriquece mutuamente.

Crear culturas inclusivas va mucho más allá de adaptar un onboarding para que sea más “millennial-friendly” o incorporar el humor de TikTok en la comunicación interna. Se trata de abrir conversaciones relevantes: ¿quiénes están definiendo cómo trabajamos?, ¿cómo valoramos la experiencia?, ¿estamos fomentando la adaptabilidad como una competencia clave?, ¿nuestro liderazgo se basa en la confianza o en estructuras tradicionales de control?

No he conocido una organización que haya resuelto todo esto por completo. Pero sí he visto señales claras de avance: culturas que flexibilizan procesos sin perder rigor, que permiten que una persona aprenda en mentorías cruzadas con alguien 30 años mayor, o que reconocen que el burnout no tiene edad, pero sí tiene detonantes distintos según cada generación.

Hablar de inclusión generacional, además de abrir espacios para la juventud ni homenajear trayectorias largas, se debe también enfocar en construir sistemas donde el valor no se mida por cuántos años llevas, sino por cómo puedes aportar al reto que tenemos hoy. Y eso sólo se logra si dejamos de pensar que la innovación viene de los jóvenes y la experiencia de los mayores, porque esa narrativa también es limitante.

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La inclusión real sucede cuando las reglas del juego son lo suficientemente claras, flexibles y humanas para que distintas generaciones puedan jugar juntas sin que nadie tenga que pedir permiso para ser quien es.

Hoy, las empresas que realmente están avanzando no son las que hablan más de generaciones, sino las que diseñan procesos más abiertos, conversaciones más honestas y liderazgos más empáticos. Porque el futuro no es de una generación en particular, es de quienes estén dispuestos a aprender con todas.

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Nota del editor: Francisco Rosas es Head de Recursos Humanos para Mesoamérica en Siemens Healthineers. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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