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Del dato a la experiencia. Una mirada más genuina al impacto social

Las métricas de impacto son importantes, pero también lo son las experiencias y percepciones de quienes participan en proyectos de emprendimiento social.
mar 07 octubre 2025 05:59 AM
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Mirar el impacto social a través de la estética de lo cotidiano no busca sustituir los indicadores cuantitativos, sino complementarlos con la riqueza de la experiencia humana, considera Felipe Symmes. (Foto: Fred Ramos/Reuters)

En los últimos años, los emprendimientos sociales y las inversiones de impacto –aquellas que exigen tanto un retorno financiero como social y ambiental— han cobrado fuerza en el ecosistema emprendedor. Bajo la promesa de transformar comunidades vulnerables y resolver problemas urgentes, como la extrema pobreza o el cambio climático, este tipo inversiones han despertado el interés de fondos y de inversionistas privados e institucionales.

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Sin embargo, la conversación dominante sobre el impacto se ha concentrado casi exclusivamente en métricas cuantitativas: cuántas personas recibieron un servicio, cuántas toneladas de CO₂ se evitaron, cuántas horas de capacitación se impartieron, etc. Estos indicadores son útiles para comparar, reportar y atraer inversión, pero también dejan fuera algo fundamental: la manera en que las personas viven y sienten el impacto en su vida cotidiana.

La lógica cuantitativa del impacto social y ambiental privilegia la visión de actores con poder económico —como inversionistas o agencias internacionales— y relega a un segundo plano las voces de quienes realmente experimentan las consecuencias de los proyectos: emprendedores sociales, comunidades vulnerables y beneficiarios directos.

Un artículo reciente publicado en Journal of Business Venturing Insights, que escribí junto a otros dos colegas, propone un cambio de perspectiva inspirado en el trabajo de la filósofa mexicana Katya Mandoki y su teoría de la estética de lo cotidiano. Esta mirada permite entender el impacto no sólo desde los números, sino también desde las experiencias propias –sensuales, sensoriales y emocionales— de quienes participan en estos procesos.

Más allá de los indicadores: el cambio de vida

La transformación que viven los individuos y comunidades vulnerables beneficiados por la inversión de impacto se puede rastrear a través de cambios en su experiencia. Cuando se mide sólo de manera cuantitativa, con indicadores estandarizados, incluso pueden generarse efectos adversos. Por ejemplo, algunos proyectos valiosos podrían quedar excluidos por no contar con sistemas de medición sofisticados, o bien, las organizaciones podrían desviarse de su misión para alinearse con lo que resulta más “medible” o “financiable”.

Por ello, una propuesta innovadora es abrirse a una mirada estética, entendida como el conjunto de sensaciones, relaciones y emociones que emergen en la vida diaria a partir de una intervención social. Con base en la obra de Mandoki, hemos identificado cuatro modalidades para observar cómo se manifiesta el impacto:

1. Proxémica (distancia o cercanía)

El impacto puede sentirse como un aumento o una reducción de distancias. Esto puede significar preservar o ampliar la distancia respecto a influencias o actividades no deseadas, percibidas como perjudiciales o amenazantes; o bien acercar a las personas a nuevas oportunidades. Ejemplo: una multinacional del retail alimentario mantiene la distancia que las comunidades indígenas bribri en Costa Rica desean frente al desarrollo moderno, al tiempo que comercia con ellas productos agrícolas orgánicos como cacao y banana, que son de gran calidad debido específicamente a esta distancia. Esto es debido a que se alejan de prácticas convencionales de la industria de alimentos, como el uso de agroquímicos, y basan su producción en una relación armónica con la naturaleza. Caso contrario: la asociación de tejedoras bolivianas ASARBOLSEM fortalece la cohesión comunitaria para lograr exportar sus productos y acercar a sus miembros a mercados globales.

2. Kinética (movimiento o estabilidad)

La kinética es una propiedad del ritmo y el movimiento, que se manifiesta tanto en acciones que aportan estabilidad en contextos caóticos o dinamismo en entornos rígidos y estancados.

Por ejemplo, FUNDES incorpora pymes latinoamericanas a cadenas globales de valor mediante la coordinación facilitada por la digitalización y la alineación de estándares, promoviendo así una mejor sincronía y sostenibilidad en la cadena de valor. Por su lado, la empresa argentina Warmi transforma la rutina aislada de comunidades indígenas de la Puna en el trabajo textil de lana de llama en un flujo constante de producción y colaboración para producir textiles de alta gama en conjunto con empresarios urbanos.

3. Enfática (marcar o desmarcar)

Se refiere a la propiedad de acentuación e intensidad. Las manifestaciones enfáticas de impacto social implican marcar o desmarcar algunos elementos en un contexto en relación con otros. Esto puede implicar transformar marcadores negativos asociados a individuos y grupos desfavorecidos en positivos o destacar lo valioso frente a carencias locales que son endémicas. Así lo demuestra Mamut, empresa boliviana que convierte llantas usadas en coloridos parques infantiles, resignificando un desecho contaminante en espacios de juego y orgullo barrial. Otro ejemplo es Carla Fernández, una empresa social mexicana que colabora con 175 comunidades indígenas para crear diseños textiles éticos que documentan y transforman el patrimonio textil de comunidades indígenas y mestizas, de algo pobre a algo valioso.

4. Fluxión (apertura o cierre)

Describe una propiedad relacionada con la fluidez de las direcciones de la energía: abiertas, centrífugas, relajadas o expansivas, o –en contraste—, cerradas, centrípetas, contenidas y controladas. Dependiendo del contexto, tanto las manifestaciones de apertura –por ejemplo, abrir el acceso entre distintos grupos de actores— como las de cierre –por ejemplo, cerrar el acceso o la participación únicamente a grupos desfavorecidos— pueden percibirse como impacto social. Algunas iniciativas generan impacto al abrir procesos antes excluyentes —como cuando recicladores peruanos se organizaron en microempresas para limpiar ciudades— mientras que otras requieren cerrar y proteger espacios para los más vulnerables.

Visualizar lo que antes quedaba invisible

Así, se propone complementar las métricas tradicionales con métodos visuales que hagan tangible lo que queda oculto. Estas herramientas no sólo enriquecen la evidencia, sino que también empoderan a los participantes al reconocer su voz y su mirada como parte fundamental de la evaluación del impacto. Algunos ejemplos son:

- Fotografía y video para documentar cambios estéticos en el entorno.
- Fotovoz, donde los propios beneficiarios registran imágenes que reflejan su percepción del impacto.
- Elicitación fotográfica, usando imágenes para abrir conversaciones y descubrir significados ocultos.
- Dibujos.

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Una invitación a ampliar la mirada

Mirar el impacto social a través de la estética de lo cotidiano no busca sustituir los indicadores cuantitativos, sino complementarlos con la riqueza de la experiencia humana. Entender cómo se siente, se ve y se vive el impacto puede ayudarnos a diseñar proyectos más sensibles a las realidades locales y construir narrativas que conecten mejor con quienes están en el centro del cambio.

Se trata de ampliar nuestra concepción del impacto: no reducirlo a cifras comparativas entre el “antes” y el “después”, sino integrarlo con las experiencias estéticas que dan sentido y valor a la transformación social.

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Nota del editor: Felipe Symmes es Profesor del Departamento de Emprendimiento e Innovación Tecnológica de EGADE Business School del Tecnológico de Monterrey. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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