Cuando pensamos en el T-MEC, a menudo nos quedamos en la superficie: un acuerdo comercial, un conjunto de reglas. Pero en la comunidad empresarial sabemos que su valor es mucho más profundo. No se trata solo de aranceles y flujos de bienes; el T-MEC es la plataforma fundamental sobre la que se construye el futuro de Norteamérica, una región con el potencial de ser el motor de prosperidad global en el siglo XXI.
El T-MEC no es un tratado, es la plataforma de un futuro compartido

En un entorno internacional marcado por el proteccionismo y la incertidumbre, donde las fronteras económicas se vuelven cada vez más rígidas, el T-MEC representa un ancla de certidumbre y una ventaja estructural inigualable. Este tratado no solo modernizó las reglas de juego que nos legó el TLCAN, adaptándolas a una economía digital y globalizada, sino que también preservó la esencia del libre comercio, un logro que no era nada obvio en el momento de su renegociación.
En la segunda semana de septiembre encabecé la misión empresarial de Coparmex a Canadá. Fue un viaje que no solo fortaleció los lazos bilaterales, sino que también reforzó una convicción: México y Canadá, al trabajar como socios estratégicos, tenemos una capacidad inmensa para influir en el rumbo de la región y proteger los beneficios que el T-MEC ha brindado. En nuestras reuniones con senadores, funcionarios gubernamentales y líderes empresariales canadienses, quedó claro que la coordinación es la clave. Coincidimos en la urgencia de fortalecer nuestro bloque económico y de presentar un frente común ante los desafíos que se avecinan, especialmente la próxima revisión del tratado.
Esta misión, más allá de la diplomacia, fue una demostración tangible de la confianza que hay en México. Vimos el creciente interés de empresas canadienses en sectores clave como la energía, la minería, y la agroindustria, así como en las oportunidades que el nearshoring ofrece a las pequeñas y medianas empresas. De hecho, los datos de inversión extranjera directa de este primer semestre nos dan un motivo para el optimismo. Con 34,000 millones de dólares, marcamos un récord semestral, y lo más notable es que un 9% de esa cifra corresponde a nuevas inversiones, reflejando la apuesta de los capitales internacionales en el futuro de nuestro país y en la solidez del T-MEC (datos de la Secretaría de Economía).
Estamos en un momento de gran volatilidad, con la amenaza de aranceles y la mezcla de temas comerciales con cuestiones de política exterior e interna por parte de nuestro socio del norte. El riesgo es que se pierda de vista el enorme valor de la integración productiva que hemos construido en Norteamérica, una red de cadenas de valor que genera más de 17 millones de empleos y que ha hecho de la región un bastión de competitividad global.
La próxima revisión del T-MEC es nuestra gran prueba de fuego. No se trata de una renegociación forzosa, sino de un ejercicio para evaluar el funcionamiento del tratado. Sin embargo, en un entorno tan volátil, es vital que como sector empresarial tomemos un papel activo. Las consultas públicas que han abierto tanto México como Estados Unidos son una oportunidad que no podemos dejar pasar. No solo debemos participar activamente, sino también fortalecer mecanismos de colaboración, como el "cuarto de junto", para asegurar que la postura de México esté basada en evidencia y en la defensa de nuestros intereses económicos.
El T-MEC no es un fin en sí mismo, sino un medio para construir bienestar. Es el vehículo que nos permite aprovechar nuestra posición geográfica, nuestro bono demográfico y la capacidad de nuestra gente para crear una economía más dinámica e incluyente. Defenderlo y fortalecerlo no es solo una tarea para el gobierno, sino una responsabilidad conjunta que recae en cada empresario, en cada trabajador y en cada uno de nosotros. Estamos en el momento de tomar las riendas de nuestro destino, con una visión clara de que el futuro de México está indisolublemente ligado a una América del Norte fuerte, unida y competitiva.
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Nota del editor: Juan José Sierra Álvarez es originario de Veracruz. Es contador público con especialidad en auditoría financiera, y ha desarrollado una larga trayectoria tanto en el sector privado como en organizaciones de la sociedad civil y en Coparmex. Como presidente del organismo, impulsa una visión basada en la unidad, el desarrollo inclusivo, el fortalecimiento de las mipymes. Síguelo en X como @jsierraalvarez Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.
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