Esta realidad nos obliga a repensar cómo se ofrece y cómo se explica el crédito. La transparencia y el lenguaje sencillo son, en mi opinión, la base de la ética y la educación financiera. Hablarle a los usuarios con claridad, sin tecnicismos ni letras chiquitas, es un acto de respeto. Decirles cuánto van a pagar, en cuántos plazos y qué compromisos implica su compra no debería ser una novedad; sin embargo, en el ecosistema financiero actual todavía lo es.
Hoy, muchos consumidores desconocen los detalles de su tarjeta de crédito, cuándo se liquida su deuda o las fechas exactas de corte o las comisiones. Esa falta de información genera ansiedad, desconfianza y, en muchos casos, endeudamiento innecesario. Cambiar esto requiere una nueva manera de relacionarnos con las personas: con honestidad y empatía.
Hablar de crédito responsable no es hablar de límites o restricciones, sino de comprensión del contexto de cada individuo. Hay que entender que la innovación no está solo en la tecnología, sino en usarla para evaluar el presente de cada persona, su comportamiento, capacidad de pago y realidad económica actual, más que solo su pasado financiero. Este enfoque permite conocer a las personas y, en ocasiones, decirles que no es el momento de realizar la compra que buscan.
La inclusión crediticia no busca que la gente gaste más, sino que compre mejor. Se trata, en muchas ocasiones y como inicio de democratizar el acceso al comercio electrónico, donde existen más opciones, mejores precios y mayor transparencia. Cuando una persona descubre que antes pagaba más por falta de alternativas, entiende el verdadero valor de tener opciones seguras y accesibles. Esto abre los ojos de las personas.
El ecosistema de pagos en México está evolucionando y cada vez más jugadores impulsan modelos que priorizan la claridad, la flexibilidad y la confianza, lo que implica un cambio en la relación entre las empresas financieras y los usuarios, generando un círculo virtuoso donde educación financiera y tecnología responsable se complementan. En esta línea, el acceso a la información actúa como catalizador y habilitador, permitiendo que las campañas de educación financiera y la comparación abierta entre servicios empoderen a los consumidores. Hoy, las personas tienen más herramientas para elegir y cuestionar, y eso eleva el estándar de todo el sector.