Pastorino, junto a Denise Giusto, también investigadora de la firma de ciberseguridad ESET, decidieron investigar casos de hackeos a juguetes sexuales, donde encontraron que las principales formas de ataque son tres. La primera es que los ciberdelincuentes toman el control de los equipos, la segunda que vulneran el dispositivo y se toma el control de los equipos, lo que puede incidir en una lesión al usuario, y por último está el robo de datos y posterior chantaje o manipulación a los usuarios.
“Si el atacante puede tomar el control, se pone incluso a discusión otro delito, pues se trata de una violación, ya que el usuario no está dando consentimiento al ciberatacante de manipular el juguete. Además otro de los problemas que vemos es que al manipular los controles del hardware, se pueden manipular los niveles de calor y vibración de los productos lo que podría provocar una lesión en los usuarios” enfatiza Pastorino.
Además otro de los problemas que precisa la especialista en ciberseguridad es que en países donde este tipo de dispositivos están prohibidos o donde la homosexualidad es penada el acceso a este tipo de juguetes se puede hacer a través de bluetooth.
“Con una antena se puede saber el tipo de dispositivo que hay de una habitación a otra en un hotel lo que pone en riesgo a los usuarios en caso de que este tipo de diversidad sexual sea penado, además de que a nivel de prestigio e integridad, los usuarios pueden estar vulnerables”.
De acuerdo con la firma de análisis Statista, el sector de los juguetes sexuales ‘tecnológicos’ tendrá un valor mundial de 29,000 millones de dólares en 2020. Por lo que el crecimiento de la industria significa que se convierten en un sector atractivo para ciberataques, de acuerdo con los especialistas.
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