La autorregulación y el balance digital son aprendizajes clave
“Lo fundamental a esa edad es que los niños sepan reconocer cuando están sobreestimulados”, explica el doctor Daniel Halpern, director de EducomLab, una iniciativa dedicada en brindar un currículo de alfabetización digital escolar.
Halpern explica que lo primero que buscan enseñar a esta edad es que los niños entiendan qué les está pasando cuando están expuestos a la tecnología mucho tiempo. “¿Se les irritan los ojos? ¿se les pone roja la carita? ¿no pueden dormir? en eso se les tiene que educar para que desde chiquitos tengan una buena autorregulación y se creen el hábito del uso de la tecnología”.
Pero hay otra cosa que también buscan que los niños aprendan y es el “balance digital”, que consiste en reconocer y entender que las personas no pueden hacer todas las actividades por medio de la tecnología, como relacionarse con los demás o ubicarse. “Creemos que es difícil que una persona tenga bienestar emocional si no tiene un balance digital”, explica.
Esto porque han identificado que los principales riesgos de los niños a esta edad, además del contenido inapropiado que podrían encontrar sin supervisión, es la incapacidad de regularse y de creer que no tienen límites.
Si se acostumbran a la sobreestimulación de las pantallas, les cuesta mucho trabajo entretenerse en el mundo real o jugar con otros amigos “porque están acostumbrados a que ellos siempre pueden empezar un juego desde cero o jugar lo que ellos quieren”, dice Halpern.
Aunque Healthy Children recomienda limitar el uso de la pantalla a esa edad a una hora al día, Halpern considera que es fundamental que cuando los niños interactúen en el mundo offline jueguen donde tengan que ceder, o que el otro tenga que empezar, o el que tengan que negociar con compañeros.
¿Qué tienen que hacer las escuelas?
Las infancias no tienen que aprender a programar a los seis años, ni pueden tener pensamiento crítico para discernir la desinformación o un deepfake. Hay habilidades fundamentales que se deben aprender en cada etapa de la vida. A esto se le llama alfabetización digital y en este sentido, las escuelas pueden jugar un rol muy importante.
“No solamente porque los niños imitan muchas de las cosas que ven de sus profesores, sino más bien porque hay elementos que sí son beneficiosos para los jóvenes, que pueden aportar en su desarrollo con la tecnología”, explica Halpern.
Después de los seis años, lo que se puede aprender, por ejemplo, es a poner límites y en el caso de entornos digitales pueden ser cosas como generar su contraseña y aprender la diferencia entre el mundo público y privado.
Y conforme van creciendo, la alfabetización digital tiene que ir de acuerdo a su realidad, su desarrollo cognitivo y sus riesgos.
Por ejemplo, entre los ocho y 10 años pueden empezar a entender cómo se ven ellos mismos y explicar conceptos centrales, como la autopercepción y cómo ellos se van definiendo en un mundo online. Y el aprendizaje puede seguir conforme van creciendo, como aprender a identificar el ciberbullying, los riesgos del sexting, y así paulatinamente.