Las alternativas para inclinar la balanza hacia el lado opuesto son conocidas: utilizar ropa de segunda mano, comprar de manera inteligente y apostar por artículos cuya vida sea más larga, es decir con mejor calidad en sus materiales. De acuerdo con Mireia González, codirectora del máster de dirección y creación de marcas de moda de Esdesign hay una alternativa más: la Smart Clothing.
Los también conocidos como e-fabrics hacen referencia a tejidos que incluyen tecnología que se puede presentar de distintas maneras. Por ejemplo en telas antimanchas, prendas deportivas capaces de brindar datos de desempeño, otros artículos que cambian de color, trajes de baño que avisan cuando su usuario ya se expuso mucho tiempo a los rayos UV e incluso fibras biodegradábles. En conclusión, la incorporación de tecnología a la ropa no se ve necesariamente como luces, cables o interruptores de encendido y apagado.
De acuerdo con González, este tipo de prendas también suelen tener mayor vida útil, con lo que se producirían menos desechos; sin embargo, el problema siguen siendo los altos costos, un panorama que la especialista no prevé que mejore a corto plazo.
Y es que parte del problema es el fast fashion, una tendencia surgida en los años 80 que permite a las marcas crear múltiples colecciones a los largo del año a base de ropa fabricada con materiales de baja calidad, “lo que la hace desechable y acentúa la necesidad continua de consumo de nuevas prendas”, señala.
Datos de Statista apuntan que la industria de la moda genera anualmente más de un billón de dólares a nivel mundial, siendo las prendas diseñadas para el público femenino las que reportan mayores ingresos al sector (entre 40% y 50% del mercado).
En 2023, el intercambio comercial total de textiles en México fue de 22,511 millones de dólares, de acuerdo con Data México de la Secretaría de Economía. El país principalmente consume productos de china, le siguen Estados Unidos, Vietnam, Bangladesh e India.
La Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) señala que la ropa que termina en los tiraderos puede permanecer allí más de 200 años y, a medida que se descompone, emite metano, un gas de efecto invernadero más potente que el dióxido de carbono.
El organismo apunta que actualmente los esfuerzos nacionales se enfocan más en desarrollo de textiles sostenibles, los cuales —dice— son beneficiosos para la salud, pues las prendas con tecnología ecológica están hechas con materiales naturales. “La moda sostenible fomenta una actitud más responsable y ética frente al consumo”, añade.