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Ropa inteligente, una respuesta tecnológica ante el fast fashion

Además de comodidad o larga duración, la ropa integrada con tecnología podría ser una alternativa contra el cambio climático.
vie 25 octubre 2024 05:28 AM
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Datos de Statista apuntan que la industria de la moda genera anualmente más de un billón de dólares a nivel mundial.

La industria de la moda se considera la segunda más contaminante del mundo. De acuerdo con el Banco Mundial, el rubro de los textiles es responsable del 10% de las emisiones globales de carbono, mucho más que los sectores de transporte marítimo y aéreo juntos.

De seguir con este ritmo, las emisiones de gases de efecto invernadero, correspondientes al sector de la moda, aumentarán más de 50% para 2030, asegura el organismo. El camino hacia un futuro más sustentable podría estar relacionado con la implementación de tecnología.

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Las alternativas para inclinar la balanza hacia el lado opuesto son conocidas: utilizar ropa de segunda mano, comprar de manera inteligente y apostar por artículos cuya vida sea más larga, es decir con mejor calidad en sus materiales. De acuerdo con Mireia González, codirectora del máster de dirección y creación de marcas de moda de Esdesign hay una alternativa más: la Smart Clothing.

Los también conocidos como e-fabrics hacen referencia a tejidos que incluyen tecnología que se puede presentar de distintas maneras. Por ejemplo en telas antimanchas, prendas deportivas capaces de brindar datos de desempeño, otros artículos que cambian de color, trajes de baño que avisan cuando su usuario ya se expuso mucho tiempo a los rayos UV e incluso fibras biodegradábles. En conclusión, la incorporación de tecnología a la ropa no se ve necesariamente como luces, cables o interruptores de encendido y apagado.

De acuerdo con González, este tipo de prendas también suelen tener mayor vida útil, con lo que se producirían menos desechos; sin embargo, el problema siguen siendo los altos costos, un panorama que la especialista no prevé que mejore a corto plazo.

Y es que parte del problema es el fast fashion, una tendencia surgida en los años 80 que permite a las marcas crear múltiples colecciones a los largo del año a base de ropa fabricada con materiales de baja calidad, “lo que la hace desechable y acentúa la necesidad continua de consumo de nuevas prendas”, señala.

Datos de Statista apuntan que la industria de la moda genera anualmente más de un billón de dólares a nivel mundial, siendo las prendas diseñadas para el público femenino las que reportan mayores ingresos al sector (entre 40% y 50% del mercado).

En 2023, el intercambio comercial total de textiles en México fue de 22,511 millones de dólares, de acuerdo con Data México de la Secretaría de Economía. El país principalmente consume productos de china, le siguen Estados Unidos, Vietnam, Bangladesh e India.

La Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) señala que la ropa que termina en los tiraderos puede permanecer allí más de 200 años y, a medida que se descompone, emite metano, un gas de efecto invernadero más potente que el dióxido de carbono.

El organismo apunta que actualmente los esfuerzos nacionales se enfocan más en desarrollo de textiles sostenibles, los cuales —dice— son beneficiosos para la salud, pues las prendas con tecnología ecológica están hechas con materiales naturales. “La moda sostenible fomenta una actitud más responsable y ética frente al consumo”, añade.

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Ropa compartida en comunidad para un futuro sustentable

González también afirma que los lugares donde la tecnología se ve reflejada en la moda actual son los wearables, principalmente relojes inteligentes capaces de dar medición de signos vitales, en este sentido apunta que el área de cuidados de la salud también se extiende a la ropa. Ya existen prendas como calcetines capaces de medir la temperatura para personas con padecimientos que así lo requieran, González señala como ejemplo a personas con diabetes.

De cara a los desafíos climáticos y los altos costos de esta indumentaria, González pone sobre la mesa la idea de crear comunidades donde la ropa —por lo menos la pensada para contribuir a la salud— sea compartida.

“No hace falta que sea tuya esa indumentaria, sino que simplemente la puedes alquilar por un sistema público de salud. Es decir, tendríamos que cambiar el concepto de que las prendas son nuestras y nosotros las compramos. No, pueden pertenecer a una comunidad y tú te puedes asociar y tener las prendas que necesites”, añade.

Desde la perspectiva de la especialista, además de un acompañamiento para la salud, en el futuro las prendas pueden sumar datos para los expertos en el ramo y con ello tener un historial más claro sobre los pacientes.

Por ahora, aunque ya hay productos en el mercado, la investigación continúa, dice González, por lo que el momento de que sea una realidad para la población aún lo vislumbra lejano.

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