La brecha salarial generada por Excel fue contundente en los 2000, entre un 5% y un 30% más de ingresos para quienes dominaban el software, dependiendo del nivel de habilidad y sector. Esa diferencia consolidó a la herramienta como una competencia esencial, casi definitoria, en muchas carreras tradicionales.
Con la IA generativa la perspectiva es de mayor magnitud y más compleja, pues podría reestructurar miles de millones de empleos, crear presión a la baja en los ingresos de freelancers y profesionales con tareas repetitivas, mientras que al mismo tiempo empoderaría a algunos y concentraría riqueza en pocos actores. McKinsey proyecta que hasta el 30% de las horas laborales en EU podrían automatizarse para 2030.
De acuerdo con Parker, el laboratorio más interesante de esta transición puede estar en América Latina. Google invirtió en infraestructura en la región y lanzó un programa para capacitar a un millón de personas en México.
Startups locales ya gestionan el ciclo completo de atención al cliente con Gemini, desde la originación de créditos hasta el soporte 24/7.
“La IA refuerza la globalización de muchas empresas, entre ellas las mexicanas” apuntó el ejecutivo.
La masificación, sin embargo, abre preguntas, pues esta tecnología multiplica los riesgos de sesgos, errores y un consumo energético creciente. Además de los retos de gobernanza, privacidad y regulación financiera.
“Necesitamos un nivel más amplio de responsabilidad. Nuestro alcance como empresa es increíblemente grande, por lo que debemos pensar con mucho cuidado al liberar capacidades”, precisó Parker.