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Por qué México aún no logra convertir la inteligencia artificial en resultados

Especialistas coinciden en que la adopción de la IA en México no falla por falta de interés ni de tecnología, sino por ausencia de dirección, métricas, datos y criterio humano.
mié 29 octubre 2025 07:53 AM
Por qué México aún no logra convertir la inteligencia artificial en resultados
El entusiasmo en la Ia está, pero la implementación efectiva todavía no. (Foto: iStock)

En el ecosistema tecnológico mexicano abundan las ideas, los proyectos y las herramientas digitales. Además, la llegada de la inteligencia artificial abre un nuevo panorama para que este escenario siga creciendo.

Pero el campo se frena ante la falta de estructuras que conviertan esa efervescencia en acciones sostenibles. Los números lo demuestran, de acuerdo con el estudio CIO Playbook 2025, elaborado por IDC para Lenovo, aunque 72% de las empresas mexicanas afirma haber adoptado la IA, menos del 10% logra integrar soluciones avanzadas que transformen de manera real sus operaciones.

En otras palabras, el entusiasmo está, pero la implementación efectiva todavía no.

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Para Luciano Palla, CEO y cofundador de Batech, startup mexicana que utiliza IA en cámaras de videovigilancia, la conversación sobre inteligencia artificial en el país tiene un problema de base. Hay una falta de claridad sobre qué se quiere resolver.

“El verdadero reto no está en subirse a la ola tecnológica, sino en saber qué problema se quiere atacar, cómo se mide el valor y con quién se conecta el software”, asegura.

Gilberto Garza, vicepresidente de ventas para América Latina de Zendesk, plataforma de software que ayuda a las empresas a gestionar las interacciones con sus clientes, coincide con la visión de Palla.

“Automatizar sin valor no sirve. Si el cliente o el colaborador no percibe utilidad, no adopta la herramienta. El éxito de la IA depende de entender qué necesidad estás resolviendo y qué valor entregas con cada interacción”, señala.

En medio del entusiasmo por la IA, la advertencia de ambos ejecutivos es clara: la tecnología sin estrategia es solo ruido.

Dirección, datos e intervención humana como esenciales

De acuerdo con Palla, antes de hablar de IA, las empresas deben aprender a innovar, es decir, entender el problema real del negocio y diseñar soluciones no necesariamente relacionadas con esta tecnología, así como medir y colaborar entre áreas y actores del ecosistema, pues, desde su visión, la clave no está en la tecnología en sí, sino en cómo se implementa.

Desde su experiencia en Batech, el mercado mexicano está ávido de adoptar nuevas tecnologías incluso si no tiene un pronóstico claro. A ello se suma que los ecosistemas de innovación —dice— no siempre vinculan a actores clave como corporativos, startups y fondos de inversión.

“En México tenemos mucha oferta de soluciones tecnológicas, pero muchas veces no coinciden con los dolores reales de las empresas. Y cuando no hay retorno medible, el proyecto se queda en un piloto que no prospera”, comenta Palla.

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Palla y Garza resumen que lo que no se está aprovechando de la IA es su capacidad por no tener claro qué se quiere con esa integración y limitarse afirmar que se usa IA como muestra de estar en tendencia.

Pero incluso para las empresas que tienen claro cuál quieren que sea el uso de esta tecnología en su flujo de trabajo, para medir el avance se requiere un insumo que aún escasea: datos de calidad.

Los datos son esenciales, pues dan sentido, precisión y valor a la implementación de IA, sin ellos resulta inútil porque no tiene de qué aprender ni cómo generar respuestas útiles.

Garza explica que muchas empresas mexicanas enfrentan ese obstáculo: cuentan con montones de información dispersa y desorganizada, lo que impide nutrir adecuadamente los modelos de IA. En sus palabras, la calidad y estructura de los datos determinan el éxito o fracaso de una estrategia de inteligencia artificial, ya que de ahí depende la capacidad de medir, mejorar y ofrecer experiencias que realmente respondan a las necesidades de cada organización.

En última instancia, la tecnología solo puede avanzar al ritmo de las personas que la operan. Los datos son fundamentales, pero sin criterio humano que los interprete y oriente hacia un propósito, pierden sentido. Tanto Palla como Garza coinciden en que la inteligencia artificial necesita del juicio, la empatía y la creatividad de quienes la implementan para transformarse en un verdadero motor de cambio.

En palabras de Garza, la IA “no está para sustituir a las personas, sino para elevarlas”; su función es liberar tiempo y energía para que los equipos se enfoquen en lo que sigue siendo insustituible: la capacidad de pensar, conectar y decidir.

Tanto Palla como Garza concuerdan en que el futuro de la tecnología en México no depende de cuánto se invierta en inteligencia artificial, sino de cómo se conecten las capacidades humanas y tecnológicas en torno a objetivos claros.

Para tener claros dichos objetivos, algunas recomendaciones son:

-Analizar la situación actual: Revisar procesos, resultados y desafíos del negocio para identificar áreas de oportunidad o problemas que realmente impactan en el rendimiento. Esto incluye recolectar datos cuantitativos (ventas, tiempos de respuesta, costos) y cualitativos (satisfacción del cliente y experiencia del empleado).

-Priorizar necesidades clave: No todos los problemas merecen ser abordados de inmediato. La empresa debe seleccionar aquellos que tengan mayor impacto de acuerdo a la revisión del punto anterior.

-Traducir problemas en objetivos concretos y medibles: Cada objetivo debe ser específico, alcanzable y cuantificable. Por ejemplo, en lugar de “mejorar la atención al cliente”, se puede establecer “reducir el tiempo promedio de respuesta de 48 a 24 horas en seis meses” o “incrementar la resolución en primer contacto de 60% al 80%”.

-Asignar responsables y recursos: Quién será responsable de cada objetivo, qué tecnología o herramientas se necesitarán y cómo se medirá el progreso, así como cuántas personas participaron y con qué presupuesto se cuenta.

-Revisar y ajustar periódicamente: Los objetivos deben ser dinámicos. A medida que se implementan cambios u obtienen resultados, es importante evaluar si los objetivos siguen siendo relevantes y ajustarlos según nuevas oportunidades o aprendizajes.

“Delegamos tanto en la IA que a veces olvidamos lo más poderoso que tenemos: la capacidad de crear, de planificar y de conectar con otros. Si dejamos que la tecnología marque el ritmo, corremos el riesgo de desalinearnos de nuestra visión”, señala Palla.

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