Los humanos proporcionan empatía, conexión, relacionamiento, motivación y compromiso, explica Moreno. El compromiso y la motivación son cruciales para la adherencia al programa de aprendizaje, ya que dominar un idioma es un proceso prolongado, similar a entrenar para una maratón, además de que “el profesor ayuda a los estudiantes a perder la de hablar en voz alta y a acostumbrarse a usar el idioma en un escenario real”.
“Cada alumno enfrenta dificultades distintas, y un profesor puede ajustar la enseñanza sobre la marcha. Esa flexibilidad aún no existe en las máquinas”, señala Nina Anziska, especialista en crecimiento internacional de Outschool.
Otro ejemplo de dispositivo que tiene capacidades de traducción son los Ray-Ban Meta, los lentes inteligentes que combinan cámaras, micrófonos y conexión con Meta AI. Estos dispositivos pueden traducir textos que aparecen en el campo visual del usuario y convertir frases habladas en subtítulos visibles directamente en el lente. Aunque la demostración tecnológica resulta impresionante, el propio sistema aclara que su precisión depende del contexto, el ruido y la complejidad de las frases.
También existen soluciones portátiles más accesibles, como los Timekettle, traductores dedicados capaces de procesar más de 100 idiomas. Su promesa es eliminar la necesidad de estudiar. Sin embargo, los resultados reales muestran limitaciones, pues traducen palabras y estructuras, pero no interpretan ironías, juegos de palabras ni referencias culturales, elementos esenciales en cualquier interacción fluida.
La gente seguirá aprendiendo idiomas
El auge de estos productos plantea un debate creciente: ¿seguirá siendo necesario aprender inglés o francés cuando un gadget puede hacerlo por nosotros? Moreno acepta que la traducción automática resuelve necesidades inmediatas, pero no desarrolla pensamiento crítico ni comunicación genuina.
Estas herramientas, señala, funcionarán a viajeros o usuarios más casuales, pero no para los “aprendices serios que necesitan el idioma para situaciones de trabajo, negocios, reuniones, o para su éxito y futuro. Ahí, el dominio del idioma permite establecer relaciones o entender realmente un contexto, lo cual va más allá de las simples palabras”.
Y es que el aprendizaje de idiomas no solo consiste en traducir. Implica comprender cómo las personas piensan, cómo se expresan emocionalmente y qué significan los silencios o los gestos. Por eso, incluso en un mundo donde los traductores se vuelven más sofisticados, la figura del docente sigue siendo insustituible.
“La inteligencia artificial optimiza el tiempo de estudio y apoya la práctica, pero no reemplaza la enseñanza humana”, afirma Valeria Vera, líder de marketing de Latinoamérica en Italki.
Eso sí, el uso de herramientas digitales representa un beneficio para los alumnos en diversos aspectos y Moreno resalta la accesibilidad a las clases como uno de los más importantes.
En este sentido, ejemplifica que una clase en vivo con un profesor nativo podía costar 30−40 por hora, o los cursos tradicionales requerían pagos de 1,000−2,000 por adelantado, mientras que la educación online es más barata y está disponible para cualquier momento en que el usuario desee y eso explica el auge de las apps de aprendizaje de idiomas.
De acuerdo con datos de Statista, el mercado de aplicaciones para el aprendizaje de idiomas alcanzó su punto máximo de descargas en agosto de 2024, con más de 26.5 millones de instalaciones por parte de estudiantes de todo el mundo y estas se actualizan cada vez más hasta encontrar un punto de encuentro entre tecnología y tutorías de profesores reales.
En última instancia, aprender un idioma no solo sirve para comunicarse, es una forma de pensar diferente, de comprender otras perspectivas y de desarrollar empatía. Aunque el rol del profesor puede variar, concluye Moreno, ningún hardware, por más avanzado que sea, puede reemplazar la conexión humana que surge al entender a otra persona en su propio idioma.