Aunque el efecto es ‘pequeño pero consistente’, lo relevante es que ante más estimulación del sistema de recompensa, más sensibilidad a señales sociales externas.
El fenómeno no es nuevo, en 2017, He Qinghua y su equipo de investigadores demostraron que el uso excesivo de redes estaba asociado con cambios en la amígdala y el cuerpo estriado, dos regiones clave en la regulación emocional y la búsqueda de recompensas, y que en el caso de infancias el impacto es mayor al no tener una maduración de la corteza prefrontal, la zona encargada del autocontrol.
“El cerebro es un órgano que responde a su entorno, de la misma forma como evolucionamos con el uso de herramientas, se modifica su aspecto con las interacciones que tiene el ser humano en su vida cotidiana de la actualidad”, señaló Feggy Ostrosky Shejet, directora del Laboratorio de Neuropsicología y Psicofisiología de la Facultad de Psicología de la UNAM.
En 2022, Luca Braghieri y sus coautores demostraron que la introducción de Facebook incrementó síntomas de depresión entre universitarios estadounidenses.
“El efecto es causal y significativo”, concluyeron, por lo que el exceso de estimulación en redes sociales no sólo afecta a los niños y adolescentes, sino también a los adultos, quienes son más propensos a tener problemas de ansiedad y depresión.
Mientras que la American Psychological Association (APA) señala que la exposición repetida a recompensas sociales digitales altera “patrones de reactividad en regiones vinculadas a evaluación social y motivación”, y estos cambios persisten incluso cuando el uso deja de ser intensivo.
Es decir, las redes sociales no sólo condicionan comportamientos, sino que moldean la forma en que el cerebro anticipa placer y amenaza. La adicción deja marcas duraderas, especialmente en edades tempranas, cuando la plasticidad neuronal está en su punto más alto, de acuerdo con el estudio de APA.
En cuanto al desarrollo cerebral, el estudio publicado en JAMA Pediatrics en 2023 apunta que los adolescentes que revisaban compulsivamente sus redes mostraban cambios longitudinales en circuitos asociados a la sensibilidad social.
“La conducta habitual de revisar impulsa una mayor reactividad neuronal al recibir señales sociales”, un efecto que podría consolidarse con el tiempo.