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Ruptura de vínculos en tiempos digitales: cuando lo que duele sigue en línea

Los recuerdos digitales pueden reabrir heridas emocionales y dificultar el cierre de ciclos. Sin embargo, especialistas señalan que la tecnología también ofrece herramientas para acompañar y facilitar la recuperación.
lun 11 agosto 2025 06:41 AM
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En un mudo hiperconectado, donde las huellas digitales de lo vivido permanecen a un clic, sanar también implica tomar decisiones en el campo digital: ¿Bloquear, eliminar o conservar?

“Luego del embarazo fue muy duro para mí ver en redes sociales cómo se veía mi cuerpo antes”, relató María Hernández. “Incluso hoy, diez años después, hay veces que me sigue dando nostalgia esa imagen, aunque ahora desde un lugar más empático y de cariño conmigo misma. Pero antes no era así. Me daba coraje y hasta me llegué a enojar conmigo por no lograr verme así de nuevo. Eso lo tuve que trabajar en terapia”.

Las plataformas no solo registran recuerdos, también afectan la forma en la que las personas transitan el dolor, resignifican la ausencia y reconstruyen su identidad. Javier García, psicólogo especializado en tanatología, explicó a Expansión que “especialmente en el caso de las rupturas de pareja, muchos pacientes comentan que ver las redes sociales, o recuerdos, les genera recaídas en el proceso; por eso, a veces deciden bloquear, eliminar contenido o incluso cerrar sus redes para desintoxicarse”.

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Para la tanatóloga Jessica Díaz, la exposición constante a estas huellas digitales modifica los procesos emocionales.

“Ver fotos de cómo eras antes de ser mamá o papá puede generar un choque emocional. Por un lado, está la alegría por la llegada de un hijo, pero al mismo tiempo surge la conciencia de que ya no eres la misma persona. Esa comparación puede detonar nostalgia, tristeza o incluso confusión sobre la propia identidad”, explicó Díaz.

Hernández recordó uno de esos momentos. “Estaba acostada en mi cama amamantando, había dado a luz un mes atrás. Abrí Facebook y lo primero que vi fue una foto en la que aparecía en bikini. No me reconocí”, refirió.

De acuerdo con Díaz, el hecho de que el celular se haya convertido en una vía de recuerdo de lo que se creía olvidado, puede generar altibajos emocionales importantes si no se trabaja internamente. “No solo se trata de recordar, es cómo gestionamos las emociones que surgen de esos recuerdos”.

Jimena Mata enfrentó una separación amorosa luego de una infidelidad, y la tecnología no facilitó el proceso. “Los bloqueé a ambos de redes sociales, pero tenemos muchos amigos en común, así que inevitablemente me enteraba de cosas. El proceso de borrar las fotos también fue doloroso y llegué a pasar horas leyendo conversaciones del pasado”, relató.

Jennifer Lira Mandujano, investigadora de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala y especialista en psicología, apuntó en un artículo para la Gaceta UNAM que el uso excesivo de redes sociales representa una adicción conductual.

La exposición digital también tiene implicaciones en otros ámbitos, como el laboral. Alán Sánchez fue despedido bajo el argumento de recorte de personal, pero a través de redes sociales descubrió que su puesto fue asignado a un familiar del jefe.

“Me obsesioné con ver qué pasaba en el trabajo todo el tiempo. Preguntaba a mis excompañeros, veía todo lo que publicaban”, reconoció. Aunque Sánchez no recibió atención psicológica formal, asegura que su red de apoyo fue clave para procesar lo ocurrido.

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Esta adicción a las redes muestra señales similares a las que provoca el consumo de sustancias como el tabaco o el alcohol. En la mayoría de los casos, los jóvenes entran a las plataformas digitales y dirigen toda su atención y sus sentidos a esta actividad.

De acuerdo con DemandSage, una empresa de análisis y datos, aproximadamente 210 millones de personas en el mundo son adictas a las redes sociales y el internet. La Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce el uso problemático de la web como una preocupación de salud pública.

“Creía que ese era el trabajo de mis sueños y me lo habían arrebatado. Hoy ya estoy conciliado con eso y tengo otro trabajo que me gusta. Entendí que no podemos basar todo lo que somos o queremos en un empleo”, añadió Sánchez a su relato.

García señaló que la permanencia digital es un arma de doble filo, pues sirven para mantener recuerdos que aportan bienestar o reviven constantemente aquello que duele.

“El impacto emocional no lo marca la foto o el recuerdo en sí, sino qué tan preparado estás para enfrentarlo y qué herramientas tienes para procesarlo”, apuntó García.

En 2024, la OMS-Europa publicó un informe en el que apuntó que el porcentaje de jóvenes afectados por el uso problemático de redes sociales pasó de 7% en 2018 a 11% en 2022, con una mayor prevalencia en mujeres.

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Adaptarse sin romantizar

Los especialistas coincidieron en que no se trata de satanizar lo digital, sino de entenderlo como un entorno que requiere manejo consciente.

“No podemos nadar a contracorriente, la clave está en aprender a gestionar. Así como cuidamos nuestra privacidad, también deberíamos cuidar lo que dejamos como huella digital: las fotos, los comentarios, las personas que tienen acceso a nuestra vida. Todo eso puede influir en cómo transitamos los cambios y pérdidas”, agregó García.

Desde la perspectiva de Díaz, aunque el entorno digital genera nuevas dificultades emocionales, también abre caminos para la atención psicológica. Tras la pandemia, explicó, el uso de aplicaciones y la consulta en línea facilitó el acceso a la salud mental, mientras que en la actualidad se adapta a un contexto donde la vida cotidiana es acelerada y no siempre es posible acudir físicamente a terapia.

“Hoy muchas personas aprovechan un momento libre del día para tener una videollamada con un profesional, sin tener que desplazarse, reagendar por el clima o suspender su proceso terapéutico”, comentó.

Esta tendencia, agregó la tanatóloga, también permitió que más adultos se acerquen a pedir ayuda, mientras que en adolescentes reforzó su ya natural inclinación al entorno digital.

Javier García, por su parte, destacó que incluso las inteligencias artificiales o plataformas digitales dedicadas a la salud mental pueden ser útiles como herramientas de acompañamiento o evaluación. Algunas ofrecen tests basados en biomarcadores o algoritmos que, aunque no reemplazan el diagnóstico clínico, ayudan a los profesionales a identificar posibles focos de atención.

“Es importante que sigamos usando estos recursos de forma crítica y ética, sin sustituir el trabajo humano, pero entendiendo que pueden agilizar diagnósticos y hacer más efectiva la atención”, subrayó García.

Ambos especialistas coincidieron en que la clave está en no oponerse al cambio digital, sino en sumarse a él desde una perspectiva responsable, profesional y empática.

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