Marlene Dietrich, la ‘femme fatale’ que luchó contra la opresión social y sexual
El siglo XX trajo consigo uno de los símbolos más perdurables de la admiración y el escarnio: la fama.
Nuestra tecnología pudo haber avanzado, pero el deseo de ver y estar cerca de las celebridades ha cambiado poco desde los primeros días del cine. Esperamos un cierto equilibrio entre lo genuino y lo producido en las estrellas -en particular las mujeres- que elevamos al ojo público y a la imaginación.
Entre las primeras estrellas de la gran pantalla, pocas caminaron esa línea tan hábilmente como Marlene Dietrich. La estrella de los clásicos de los años 30 como "Shanghai Express" y "The Blue Angel", fue una actriz alemana bisexual que cultivó una imagen misteriosa, dominante y sensual de sí misma, al tiempo que empujaba los límites de la feminidad y la restricción, desafiando las normas de la moda y la sexualidad, todo mientras resistía a la vez la amenaza del Tercer Reich.
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Veinticinco años después de su muerte, su vida e imagen son motivo de una nueva exposición en la National Portrait Gallery de Washington.
La exhibición "Marlene Dietrich: Dressed for the Image" muestra la amplitud y la especificidad de la imagen de Dietrich a través de videos caseros, artículos, fotos y clips de cine. En tweed o con sombrero de copa, ella es poderosa y magnética. Y esa impresión es real, al menos la que ella reservó para el público.
Vestida para escandalizar
Nacida en 1901 y criada en Berlín, Dietrich debutó en Estados Unidos en la cinta de 1930 "Morocco", una película nominada a un Oscar sobre una cantante de cabaret que se enamora de un Legionario. En una escena, se pone un esmoquin y un sombrero de copa, un cigarrillo cuelga casualmente de su mano, mientras canta y, en un momento dado, besa a otras mujeres.
"Hoy no parece nada del otro mundo, pero en la década de 1930 fue insólito", dijo la curadora Kate Lemay sobre el esmoquin de Dietrich. Aunque hubo otras mujeres que vestían ropa de hombre en esa época, Dietrich alcanzó una audiencia sin precedentes.
La historia de Dietrich es una que yuxtapone tacto y tenacidad, como una de las historias que muestra la exhibición de la galería. En 1933, Dietrich viajaba a través del Atlántico en un vapor con destino a París, vistiendo un pantalón blanco. Cuando el jefe de policía de París se enteró, anunció que si llevaba pantalones en París sería arrestada. (Hasta 2013, era técnicamente ilegal que las mujeres usaran pantalones.)
Dietrich redobló el desafío. Para su llegada a París, después de atracar en Cherburgo, ella eligió llevar un traje, abrigo de hombre, boina y gafas de sol.
"Se bajó del tren, tomó al jefe de policía del brazo y lo alejó de la plataforma", dijo Lemay.
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“La lección de todo esto es que Dietrich forjó una imagen y luego se ciñó a ella”, continuó Lemay. Y bien la adoptó, incluso más tarde en la vida. Cuando ya no pudo mantener la imagen pública que había establecido, se alejó de la vida pública.
"Ella entendió lo que había creado, y no quería que esa imagen icónica se perturbara".
Rechazando a los nazis
Pero Dietrich era más que una imagen dinámica. Su personalidad pública fue en gran parte fraguada para servir a su activismo y, particularmente en Europa, sus esfuerzos políticos antifascistas siguen siendo una parte perdurable de su legado.
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Al crecer bajo la República de Weimar alemana, Dietrich valoró el individualismo y la tolerancia, dos valores que vio erosionar rápidamente cuando Adolf Hitler subió al poder en los años 30.
"Ella vio el ascenso del Tercer Reich en su país natal y no podía soportarlo. Estaba tan molesta por la traición que sentía que el Tercer Reich le hacía a su patria", dijo Lemay.
Cuando el gobierno de Hitler le pidió que protagonizara películas de propaganda en 1937, Dietrich, que vivía en Estados Unidos desde 1930, se negó. Dos años más tarde, renunció a su ciudadanía alemana para convertirse en estadounidense.
Durante la Segunda Guerra Mundial fue infatigable en sus esfuerzos por vender bonos de guerra, grabó discos anti-nazis para la Oficina de Servicios Estratégicos (precursora de la CIA moderna) y fue una celebridad asidua cerca de los frentes de batalla en Europa, elevando la moral entre los soldados, a quienes llamó "sus hijos".
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Su nieto, Peter Riva, recuerda que los amigos de la actriz, como el comediante Danny Thomas, que actuaba con ella, bromeaba diciendo que "siempre estaba tratando de matarnos" al acercarse tanto al frente.
"Estamos en un momento en el que los estadounidenses debemos examinar nuestros valores, y qué es lo que defendemos", dijo Lemay, señalando la voluntad personal de Dietrich para hacer lo que ella consideraba correcto por encima de todo como una de las razones por las que es una figura tan resonante hoy. "No estamos aislados en la historia".
La relación de Dietrich con su ciudad natal de Berlín era compleja después de la guerra. Fue recibida con ovaciones de pie pero también con pancartas bilingües de "Marlene Go Home" (Veta a casa) durante su primer -y último viaje- de posguerra a Alemania en 1960. No fue hasta 2002, 10 años después de su muerte, que fue nombrada ciudadana honoraria de la ciudad donde nació.
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Desde su entierro en Berlín en 1992, sigue siendo un imán de controversia en la ciudad, como lo demuestra el vandalismo que ha sufrido su tumba. Pero su nieto ve esto menos como un ataque que como un reconocimiento de su permanente importancia:
"Ella todavía está luchando", afirma él.
"Marlene Dietrich: Dressed for the Image" está en la National Portrait Gallery de Washington hasta el 15 de abril de 2018.
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