¿Comer alivia el estrés?
En una sátira de Saturday Night Live, Tina Fey engullía pastel mientras hablaba sobre las manifestaciones violentas en Charlottesville, Virginia. Pedía a los espectadores no asistir a las peligrosas marchas y en vez de eso comer pastel.
"Yo sé que muchos de nosotros nos sentimos ansiosos, y nos preguntamos, ¿qué puedo hacer? Solo soy una persona, ¿qué puedo hacer?" decía Fey en el sketch.
Compra un pastel, aconsejaba, y luego le decía a Colin Jost, presentador de Weekend Update, "Solo comételo, Colin".
Así pues, todo el mundo tiene diferentes maneras de manejar el estrés. ¿No sería bueno que esos mecanismos para superar la ansiedad fueran siempre saludables? Pero la mayoría de nosotros, en algún momento, hemos vuelto a casa después de un difícil día de trabajo y hemos devorado una pizza, un bote de helado, o tal vez incluso un pastel.
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Katie Rosso, estudiante de la Universidad de Missouri, cuenta que sus experiencias más intensas de comer por estrés se produjeron cuando dirigía el periódico estudiantil. Todos los martes, el personal se desvelaba hasta las 4 a.m. preparando el periódico para su impresión, por lo que solo le quedaban unas pocas horas antes de la clase de las 9 a.m.
"Solo para distraerme comía mucho y luego volvía a casa al final de la noche y me decía ‘Vaya, tomé dos refrescos, una bebida Propel, un paquete de caramelos Starbursts, papas’, solo porque necesitaba hacer algo mientras hacía el trabajo, para mantener mi cerebro ocupado en algo más positivo".
Mientras Rosso comía, se sentía bien y más relajada, pero después, se iba a la cama y se sentía "asquerosa". Este año, está tratando de comer más saludable. Lleva sandía y palomitas para picar en el trabajo, y trata de tener porciones más pequeñas.
"Sigo comiendo cuando estoy estresada, pero ahora está más controlado, yo lo controlo más de lo que me controla", dijo.
Ganando control
El tipo de impulsividad que nos induce a llenarnos de cereal azucarado después de un día estresante es el resultado del hambre emocional, explica Rachel Goldman, psicóloga especializada en salud y trastornos alimenticios. Podemos experimentar hambre emocional cuando estamos estresados, tristes o enojados, y comemos debido a esas emociones.
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Goldman realizó un estudio en el que mostró fotos de alimentos reconfortantes o “de consuelo” a pacientes que habían tenido cirugía bariátrica. Aquellos que tuvieron menos éxito con la pérdida de peso después de la cirugía presentaron actividad en partes de su cerebro cuando miraban la comida, mientras que esas partes no se iluminaron en los que sí lograron perder peso. Este resultado demuestra que la comida puede tener cualidades potencialmente adictivas, dijo.
Hay una distinción entre comer por estrés y comer compulsivamente, señaló. Comer compulsivamente es cuando alguien come una cantidad anormalmente grande de comida en un corto período de tiempo y se siente fuera de control mientras lo hace, como ingerir un paquete entero de Oreos en media hora y luego se siente culpable. Comer por estrés puede ser impulsivo, pero no siempre es seguido por la culpa.
"Si vas y comes helado y galletas con la decisión consciente de que ‘yo quería esto’ y puedes aceptar que vas a comerlo, no pasa nada, no hay daño, el pensamiento que viene después de ese comportamiento seguramente no será de culpa", dijo Goldman.
El problema se da cuando alguien actúa impulsivamente y come sin pensar si realmente quiere hacerlo, dijo. Si comer por estrés se sale de control, puede conducir a atracones. La clave para tener el control es detenerse un momento para pensar, antes de comer algo que puede ser innecesario.
"Se van a sentir culpables, se sienten mal por ello", expuso Goldman. "Entonces ese pensamiento negativo se convertirá en quizás otro comportamiento negativo, quizás una emoción negativa. Y nuestros pensamientos, emociones y comportamientos están todos vinculados, de modo que puede convertirse en una espiral descendente".
La experta advierte que incluso pensar en la comida como recompensa después de hacer algo difícil se considera comer por razones emocionales. Y si comes debido a la emoción, no debido al hambre fisiológica, es un mecanismo poco saludable.
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"No estás resolviendo el problema", dijo. Alguien que trata de combatir el estrés comiendo debe prepararse con un puñado de opciones alternativas. Aquellos que en el trabajo se sienten tentados a comer comida chatarra, deben tener a la mano una barra de proteína, una manzana u otro bocadillo nutritivo para que sepan que tienen una opción saludable si la oficina ordena pizza.
Para evitar comer, uno puede salir a caminar, limpiar o llamar a un amigo, dijo Goldman. Si pasan 10 minutos y ya no tienes hambre, puede ser hambre emocional. Si todavía tienes hambre, tu cuerpo quizás necesita comida.
¿Hay alguna circunstancia en la que comer por estrés sea sano?
¿Existe un lado saludable de comer para lidiar con el estrés? No, afirma Goldman.
"Si pensamos en comer, realmente solo deberíamos comer para sobrevivir", dijo. "Cuando se trata de comer por estrés o por consuelo, en realidad hay otras maneras de afrontar esos problemas, comer realmente no debe ser una de ellas”.
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Pero limpiar la casa acaso no suena tan apetecible como un plato de macarrones con queso después de haber discutido con la pareja. Lisa Drayer, dietista certificada que escribe sobre nutrición para CNN, dice que comer para calmar el estrés de vez en cuando está bien.
"Creo que hay un espectro, que podría comenzar cuando disfrutas de una cucharada de helado, o simplemente necesitas un trozo de chocolate, y lo saboreas y te encanta", dijo Drayer. "Pero cuando las porciones se salen de control, es cuando se convierte en un problema, porque entonces da pie al aumento de peso".
Una pizza como recompensa aquí y dulce por estrés allá, terminan sumando. Comer 500 calorías adicionales al día podría traducirse en ganar una libra de peso por semana, apuntó. Sin embargo, no hay necesidad de autoflagelarnos después de una noche difícil.
“No te sientas mal”, dijo Drayer. "Solo vuelve a encarrilarte al día siguiente".