Tadao Ando, el boxeador japonés que ganó el Pritzker y que enterró al Buda
La luz entra a raudales en la oscura sala a través de la intersección de una ranura horizontal con una línea vertical.
En las sencillas bancas que yacen detrás del hipnótico brillo en forma de cruz, montones de visitantes toman fotos de la instalación de concreto con sus teléfonos.
Están dentro de una réplica a escala natural de la Iglesia de la Luz, la famosa capilla del arquitecto japonés Tadao Ando en Osaka. El edificio demuestra perfectamente la manipulación de la relación entre el concreto, el espacio y la luz que lo caracteriza.
Dentro, la solemnidad es abrumadora. La cruz tallada en concreto reforzado provoca una sensación de espiritualidad tan pura que parece atroz que no se haya hecho antes de 1989.
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Sin embargo, esa es la belleza de los diseños de Ando. "Parece que [mi trabajo] es algo que cualquiera puede hacer", dice a CNN. "Pero nadie más puede hacerlo. Es mi arquitectura".
El Centro Nacional de las Artes de Tokio erigió la estructura en su terraza para la gran retrospectiva de la vida y obra de Ando, que estará abierta al público hasta el 18 de diciembre.
En inglés, la exposición se titula Endeavors (empeños), pero en japonés, el nombre significa más precisamente "desafíos", título que habla no solo de las situaciones difíciles por las que Ando ha pasado, sino del problema inherente de exhibir la obra de un arquitecto.
La instalación es una respuesta poderosa a ese problema, pero Ando dice que el verdadero objetivo de la exposición es inspirar a la gente a "ir a ver los originales".
Habilidad de boxeador
Ando es toda una personalidad en Japón; se espera que su fama atraiga a 150,000 visitantes a la exposición y muchos serán muy ajenos al mundo de la arquitectura.
"Todo el mundo puede disfrutar de la obra de Ando", dijo Yayoi Motohashi, curadora de Endeavors. "Además, su biografía es realmente inspiradora. No tenía dinero para pagarse una educación. Lo hizo todo por su cuenta".
La historia del improbable ascenso de Ando, del anonimato hacia la creación de algunos de los edificios más icónicos del mundo para la gente más rica, es casi una leyenda urbana.
El arquitecto autodidacta nació en 1941; fue el mayor de un par de gemelos a quienes separaron durante la niñez. Ando se fue a vivir con su abuela, quien le inculcó el talento para la artesanía.
En su juventud no parecía que haría grandes cosas: se dedicó brevemente al boxeo profesional y luego condujo un tráiler; antes de cumplir 24 años, abordó el tren siberiano hacia Europa para "conocer el mundo".
Los grandes edificios le llamaron la atención, particularmente las obras de Le Corbusier, el purista francosuizo cuyos diseños de concreto inspiraron los de Ando. Se sabe que el arquitecto japonés nombró Corbusier a su perro.
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Tras dejar su natal Osaka, sin educación universitaria y sin haber sido aprendiz de algún maestro, Ando se licenció como arquitecto y empezó a diseñar edificios.
En ese entonces, lo conocían como "el arquitecto de la guerrilla urbana".
Ya sea en casitas con enormes patios internos, extensos complejos habitacionales o iglesias que parecían tanto un himno a su estilo como al reino espiritual, la visión de concreto de Ando conquistó el mundo de la arquitectura y, en 1995, le valió el máximo galardón: el premio Pritzker.
"Su vida y sus obras inspiran", explica Motohashi. "Por eso, la exposición se llama Endeavors. La gente de Japón no intenta grandes cosas porque no quieren equivocarse ni tener grandes sueños. Ese es el mensaje para la sociedad: date permiso de equivocarte".
Verdades en forma de casa
Ando tuvo su primer éxito en 1976, con una casa de concreto reforzado sin ventanas.
Situada entre tres casas japonesas tradicionales, la Casa Row, en Sumiyoshi, es un bastión aislado al que la luz natural entra únicamente a través de un patio interior. Desafió los conceptos convencionales de casa y le valió a Ando un premio de la Asociación Japonesa de Arquitectura. Pero ¿era cómodo vivir en ella?
El propietario actual, que ha vivido allí desde hace 35 años, dice: "Aunque siento los cambios de estación en la piel [en] el patio todos los días, a veces le tengo resentimiento a esta casa. A veces me emociona vivir aquí y a veces esta casa me desafía… [pero] nunca me he aburrido de todas las experiencias".
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En el salón dedicado a la gran variedad de proyectos residenciales del arquitecto —desde las primeras casas modestas hasta el extenso complejo habitacional Rokko, en Kobe— hay entrevistas con habitantes de las casas de Ando, dispuestos a sacrificar algo de comodidad con tal de estar más cerca de la naturaleza, de tener más privacidad, de que el diseño los desafíe.
"Aunque Tadao Ando hace proyectos enormes, sigue creyendo que las casas son la parte fundamental de su obra", explica Motohashi, quien agrega que Ando, quien se involucró profundamente con la planificación de la exposición, quería destacar que la arquitectura es el producto de la relación entre un cliente, un despacho de construcción y un arquitecto, y que "el arquitecto no es lo más importante" de la alianza.
La reputación de Ando creció a lo largo de la década de 1980 y, para principios de la década de 1990, los famosos buscaban su talento. En 1992, la familia Benetton lo reclutó para diseñar la Invisible House, cerca de Venecia. Se trata de una casa de concreto construida cuatro metros bajo tierra para mayor privacidad.
En otras partes, Ando experimentó con las ventanas y con la integración de la naturaleza. La Casa 4x4 en Kobe se sitúa en una franja costera muy expuesta a la erosión. Se consiguió un permiso de planificación para un terreno "del tamaño de un timbre postal". En él, Ando construyó una torre de cuatro pisos con una fachada hecha casi totalmente de vidrio que optimiza las vistas al mar interior de Seto, pero que deja la estructura expuesta a los elementos.
"Ando me dijo que sería difícil cuando hubiera un tifón", dice el dueño de la 4x4. "Ciertamente no me siento [seguro] cuando se acerca un tifón. Pero como ya me acostumbré, disfruto vivir en esta casa. No es susceptible a la moda y tiene una riqueza que no cambiaría… Este será el lugar en el que viviré hasta el final de mi vida".
La imagen completa
Los hombres no son islas, pero algunos pueden transformarlas.
A mediados de la década de 1980, Ando fue parte de un proyecto extraordinario en la isla de Naoshima, cuya población se estaba reduciendo porque la actividad de la planta metalúrgica Mitsubishi, de cuya economía dependía, estaba menguando. El multimillonario japonés Soichiro Fukutake, de la corporación Benesse, tuvo la visión de transformar la isla en centro cultural y encargó a Ando el diseño del Benesse House Museum. La galería quedó parcialmente sepultada, como era característico de Ando para entonces, y se invitó a artistas a hacer obras para este lugar único.
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Esto dio vida a una tendencia. En la década siguiente, Ando construyó otros seis edificios públicos en el lugar, las casas abandonadas se transformaron en casas de huéspedes, la artista japonesa Yayoi Kusama instaló una de sus famosas calabazas moteadas al final de un muelle, y el festival trienal de artes de Naoshima ahora atrae a alrededor de 800,000 turistas a la isla.
La arquitectura cambió la suerte de Naoshima.
Una maqueta gigante iluminada de la isla es el elemento principal de la sala central de exposiciones, un espacio amplio y luminoso en el que se exhiben los proyectos más importantes de los 50 años de trayectoria de Ando.
Una de esas obras es la Loma del Buda: una escultura de 13.5 metros de alto que se erigió en Sapporo, Hokkaido, 15 años antes de que Ando llegara. Su cometido era construir algo que llamara la atención hacia la escultura religiosa. Decidió sepultarla.
Hoy, el Buda yace dentro de una loma artificial de concreto cubierta de lavanda y solo se alcanza a ver la punta de su cabeza. Los visitantes pueden llegar al Buda a través de un túnel de 40 metros de largo. En un muro se proyecta un time-lapse de su creación que impacta a los visitantes.
Otras de las zonas del espacio principal se dedican a la incursión de Ando en la modernización de estructuras existentes. En 2009 insertó figuras geométricas en la Punta Della Dogana, en Venecia, con el fin de transformar el edificio del siglo XV en un museo, a instancias del magnate francés de los artículos de lujo, François Pinault.
Además, en este gran salón del éxito también hay espacio para hablar de los fracasos.
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Las fotos de su propuesta para el Tate Modern de Londres, que se rechazó en 1995, revelan la idea etérea de suspender un rectángulo de vidrio del edificio de ladrillos de la estación eléctrica de Bankside. Por otro lado, su plan para la Sala Pública de Osaka, que no llegó a realizarse, consistía en insertar una sala con forma de huevo en medio de una estructura neorrenacentista, idea que probablemente estaba adelantada a su tiempo.
El tema recurrente es que cuando Ando se encuentra con un edificio, construye alrededor o dentro de él, pero nunca le quita nada al original.
"Tienes que respetar a la gente mayor, tienes que respetar los edificios antiguos. Al mismo tiempo, tienes que mirar hacia el futuro", explica.
Los próximos esfuerzos
Ando tiene ahora 76 años, pero sus esfuerzos y sus desafíos no han terminado. En 2012, tuvo un cáncer agresivo y le tuvieron que extirpar varios órganos. Se recuperó de la enfermedad y parece que está en buena forma.
Hace unos meses anunció un plan de 108 millones de euros, también financiado por Pinault, para insertar un cilindro gigante de concreto en un domo del siglo XIX que albergó alguna vez a la Casa de Bolsa de París y que ahora contendrá parte de la colección privada de arte de Pinault.
Y claro, Ando acaba de presentar la celebración más grande de su propia obra.
Mientras firmaba autógrafos para la gente que compró el libro Endeavors en la tienda de regalos de la galería, parecía que Ando estaba de buen humor, cosa que no siempre sucede, como nos advirtieron. Estaba terminando cuando se acercó un admirador, un hombre caucásico que llevaba unos jeans negros entallados.
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Se presentó con Ando: "Hola, soy Paul Smith". "¿El auténtico Paul Smith?", me preguntó mi intérprete. "El auténtico Paul Smith", nos contestó.
Ando se puso alerta. El reconocido diseñador de modas británico estaba en su exposición y hacía fila para que le dieran un autógrafo. Mientras las luminarias intercambiaban tarjetas de presentación, Ando bromeó con él: "Ya tengo empleo".
Cuando Smith se fue, Ando volteó hacia nosotros; la extravagancia hormigueaba por todo su ser e hizo contacto visual de verdad por primera vez.
"En 40 años, nunca me he promocionado", declaró orgulloso, hinchando el pecho y con una sonrisita en los labios.
"Tom Ford. Karl Lagerfeld", dijo, enlistando a los diseñadores para los que ha construido casas. "Todos vienen a buscarme".
Y eso es todo. Su gente llegó para llevárselo y Tadao Ando partió de la retrospectiva de su obra luciendo sumamente satisfecho.