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Entrenamiento “barre”, del erotismo al ejercicio

Lo que hoy se ha convertido en una tendencia fitness masiva y comercial, fue alguna vez una práctica radical y decididamente erótica.
dom 04 febrero 2018 07:15 AM
Tendencia
Tendencia Barre es un entrenamiento moderno ahora y "una vez fue una práctica radical, decididamente erótica". (Foto: dcdebs/Getty Images/iStockphoto)

Esto es lo que recuerdo de mi primera clase de “barre”: el ejercicio fue tan agotador que hizo que mis músculos se contrajeran mientras me recostaba de espaldas, empujando rítmicamente mi pelvis en una versión sensual de "Umbrella" de Rihanna. Más allá del movimiento en sí, me sorprendieron las expresiones de las mujeres vestidas de spandex a mi lado, que parecían completamente impávidas por el contoneo sincronizado que realizábamos. A mi alrededor, todo el mundo se tomaba muy en serio esas contracciones pélvicas.

El barre, un fenómeno del fitness basado en ejercicios de tonificación y elongación ejecutados en una barra de ballet (de allí el nombre anglo, barre), ha ganado fuerza en los últimos años. El entrenamiento es tan desafiante como eficaz para esculpir el cuerpo de las mujeres, sus entusiastas suelen ser personas con un alto desempeño físico que ya están en forma pero que quieren, no obstante, cincelarse a la perfección.

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Es el entrenamiento de las "niñas bonitas", me dijo recientemente una amiga, casi todas las mujeres en la clase van vestidas estilo yogi, sin pants ni sudaderas a la vista. Pero los movimientos del propio entrenamiento desmienten este ethos. Desde la "flexión" pélvica en la que ruedas la ingle hacia adelante, pasando por el trabajo de abdominales sentada, con las piernas abiertas y dobladas, hasta el "baile de rodillas", la clase se siente como si estuvieras ensayando para…el sexo.

Pero las clases de barre rara vez ponen de relieve los matices sexuales del entrenamiento, o el hecho de que los ejercicios pueden, como muchas instructoras admitirán en privado, conllevar mejoras muy reales en las vidas sexuales de las mujeres. El sexo está completamente ausente de la experiencia. "Es algo así como ese extraño elefante en la habitación", me dijo mi amiga M., una veinteañera forofa del barre que vive en San Francisco. "Nadie habla de eso. Pero después de que has hecho barre por cuatro días seguidos, no te vas a quedar allí como un pez muerto durante el sexo. Te sientes como una mujer fuerte, grrrrr, ¿sabes?" Aún así, los estudios de barre prometen tonificación, o "músculos largos y delgados" y un "cuerpo de ballet", no mejores orgasmos.

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Esta omisión no es un descuido. Cuando Burr Leonard, fundadora del popular estudio Bar Method en 2001, se preparó para convertirse en instructora de barre en 1990, dice que le dijeron explícitamente que no llamara la atención sobre la sensualidad ni los beneficios sexuales del entrenamiento. "Fue como acallar" el tema del sexo, me dijo en una entrevista telefónica. "Sí, pero no lo menciones". Y cuando contacté a Pure Barre, la franquicia de barre más grande de Estados Unidos, para este artículo, su fundadora se negó a hablar conmigo después de saber que quería hablar sobre la conexión entre el barre y el sexo. Pero, ¿por qué la reticencia? ¿Por qué no llamarlo un ejercicio Kegel?

No siempre fue así. El secreto que la mayoría de los estudios de barre no promueven -y que muchos instructores ni siquiera conocen- es que los orígenes del barre son profundamente sexuales. La creadora del barre, Lotte Berk, una defensora del amor libre que comenzó a enseñar el régimen en 1959, específicamente deseaba promover lo que ella llamaba "el estado del sexo" animando a las mujeres a practicar sexo para su propio placer. Y en la revolución post-sexual de la década de 1970, las revistas femeninas promovieron el ejercicio como una forma para que las mujeres hicieran justamente eso o, como lo dijo Cosmopolitan, "para desarrollar confianza y competencia sexual".

Lo que hoy se ha convertido en una tendencia fitness masiva y comercial, una subcultura conservadora donde los glúteos (butts) son llamados "sentaderas" (seats), fue alguna vez una práctica radical y decididamente erótica.

Berk, una bailarina judeoalemana que huyó de los nazis hacia Londres después de que le prohibieron actuar, inventó originalmente el ejercicio que se convertiría en "barre" para recuperarse de una lesión en la espalda. Con el tiempo, descubrió que su combinación especial de movimientos de ballet, yoga y ejercicios de rehabilitación la ayudaron no solo a sanar y mantener su figura de bailarina, sino también a obtener más placer del sexo. Y el sexo era importante para ella. Como me dijo su hija, Esther Fairfax: "El sexo estaba presente en todo lo que ella hacía". (En su biografía de 2010 My Improper Mother and Me, Fairfax escribe sobre el matrimonio abierto, tumultuoso y apasionado de Berk con su padre y sus muchos amantes. "Tenía un instinto natural para coquetear, para seducir... Se los llevaba pronto a la cama. Pronto los echaba fuera. Fue una depredadora natural con una vena asesina".) Después de refinar su rutina de ejercicios, Berk abrió un pequeño estudio en un sótano de Manchester Street y pronto atrajo a una clientela de celebridades, desde la legendaria escritora irlandesa Edna O'Brien hasta la chica Bond Britt Ekland.

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Desde el principio, las clases de Berk y su vida sexual se entrelazaron. Hablaba sobre sus relaciones amorosas mientras enseñaba. Y a sus ejercicios les puso nombres como "The Prostitute" (la prostituta) y "Naughty Bottoms" (nalgas traviesas). Un movimiento simplemente se llamaba "The Sex". Se rumora que les dijo a sus clientes: “If you can't tuck, you can't f***” (una picante invitación a esmerarse en la rotación pélvica). Y sus clientes la adoraban por eso.

Esto fue muy radical. En la década de 1960, la industria moderna del fitness todavía estaba en su infancia y los pocos regímenes que existían priorizaban encontrar y complacer a un marido, explica la historiadora Shelly McKenzie, autora del libro Getting Physical: The Rise of Fitness Culture in America. Berk animaba a las mujeres a complacerse a sí mismas, una actitud que complementó y contribuyó a la revolución sexual. "Esto era muy, muy diferente", me dijo Fairfax, que ahora tiene 83 años y vive en Berkshire, Inglaterra, sobre el estudio de su madre, "Liberó a las mujeres para mostrarles que ellas también podían ser sexys, que los hombres no son los únicos que quieren sexo’".

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Luego, aproximadamente una década después de que el estudio abriera, una valiente trotamundos del medio oeste llamada Lydia Bach llegó al estudio de Berk. Bach se enganchó con la práctica y vio el potencial de llevar el entrenamiento a todo Estados Unidos. Compró los derechos de franquicia, y en 1971 abrió el estudio Lotte Berk Method en la calle 67 y la avenida Madison en la ciudad de Nueva York. Su lista de clientes incluía un elenco de estrellas de la época: la actriz de Love Story Ali MacGraw, Candice Bergen y la famosa editora de libros Nan Talese.

En Nueva York, Bach no dejó fuera el legado de franqueza sexual de Lotte. En un artículo del New York Times de 1972 sobre el estudio, Bach describió el método como "una combinación de ballet moderno, yoga, ejercicio ortopédico y sexo". En su libro de ejercicios de 1973 Awake! Aware! Alive! Bach dedica todo el último capítulo al sexo. "Todos los ejercicios de este libro son importantes para el sexo", aconseja. La prensa no dejaba escapar este ángulo. En un artículo sobre el libro de Bach, Cosmopolitan destilaba en el encabezado, "¡Ejercítate para una mejor vida sexual!"

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Entonces, ¿qué cambió? Con el tiempo, el barre cambió junto con la cultura en general. Desde mediados de los años setenta hasta los ochenta, con el auge de la liberación femenina, la idea de que las mujeres disfrutaban del sexo se volvió menos reveladora. Para los empresarios, vender músculos visibles y la perfección física se volvió lucrativo. Jane Fonda llevó los aerobics a las masas y los gimnasios mixtos se hicieron más populares. Los estadounidenses comenzaron a ver sus cuerpos más como máquinas. "[El Método Lotte Berk] hizo que las mujeres se tonificaran", dice Burr Leonard, quien comenzó a tomar clases en el estudio a principios de los años ochenta. Y su estudio enfatizó eso. En un blog sobre la historia del barre, Leonard explica: "Para los años ochenta la idea inocente de que el sexo podía ser un camino hacia la libertad y la iluminación había llegado a su fin. Las mujeres habían probado la fuerza y se dieron cuenta de que el sexo no era el único aliciente para hacer ejercicio".

Bach dice que a lo largo de los años ochenta, el entrenamiento perdió algo de su sabor sensual y se estandarizó. "Para muchas personas es un negocio, para mí no era un negocio", me dijo. En las décadas que siguieron, ella ayudaría a capacitar a casi todas las mujeres que abrirían las franquicias de barre más grandes de la actualidad, desde Exhale y Physique 57 hasta Pure Barre y Bar Method. Para cuando Burr Leonard se convirtió en instructora certificada en 1990, el barre había dejado atrás su origen subversivo.

Hoy por hoy, las entusiastas del barre, que abarcan todas las edades y están dispuestas a pagar entre 20 y 40 dólares por clase, dicen que no siempre quieren sentirse sexuales mientras ejercitan. "Sé que si, durante la capacitación, me hubieran dicho que me condujera como una prostituta en algún momento, probablemente nunca me hubiera convertido en instructora", me dijo una profesora de barre de la ciudad de Nueva York que ha enseñado en dos estudios. "Me molesta la idea de que el sexo sea el objetivo final simplemente porque quiero pensar en mí misma como algo más que un ser sexual". Burr Leonard estuvo de acuerdo. "Enfatizar el aspecto sexual, francamente, se vuelve aburrido", me dijo. "La gente quiere ir a clase y quieren enfocarse en la forma. No creo que realmente quieran que se les diga una y otra vez qué tan bueno es para su salud sexual".

Y, por supuesto, incluso sin ser un ejercicio sexual explícito, uno aún puede cosechar los beneficios sexuales del barre, desde el fortalecimiento del suelo pélvico hasta el aumento de la resistencia, incluso si nadie habla de sexo durante la clase. "Creo que si todas estuviéramos rotando la pelvis, agarradas de la barra, y la instructora dijera ‘¡Esto les ayudará mucho luego para sus relaciones sexuales!’, todas se sentirían incómodas de inmediato", me dijo mi amiga M.

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Cuando Lotte Berk presentó por primera vez sus ejercicios a las mujeres de los años sesenta, la apertura sexual de la clase era emocionante y empoderante, porque era un tabú. Ahora, más de 50 años después de la revolución sexual, las mujeres parecen sentir que convertir un riguroso entrenamiento de tonificación en algo abiertamente sexual es innecesario. "Quiero esa hora para mí, para mi paz, mi bienestar y mi salud mental", me dijo Leonard, haciéndose eco de los sentimientos de otras mujeres con las que hablé.

Con todo, al menos la propietaria de una franquicia está trabajando activamente para recuperar ese perdido talante sexual. La fundadora de Pop Physique, Jennifer Williams, me dijo que lamenta que hoy los estudios de barre se sientan tan grises, tan conservadores. Ella quiere que sus estudios, localizados principalmente en Los Ángeles y Nueva York, sean más eléctricos. A diferencia de otras propietarias de franquicias, ella se esfuerza por enseñar a sus instructoras sobre la sexuada historia del barre. De hecho, la primera campaña publicitaria de Pop Physique se inspiró en las fotos de Awake! Aware! Alive!, y el sitio web de la marca es el único que promueve abiertamente los beneficios sexuales del barre. "Una vida sexual más candente..." promete el sitio tímidamente. "Bueno, eso es lo que hemos escuchado".

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