El whisky escocés se compone de los mismos ingredientes desde hace cientos de años pero algunas destilerías se empiezan a preguntar si es el momento del cambiar para seducir a los nuevos mercados, como los países emergentes.
En enero, el Wall Street Journal publicó un documento del grupo Diageo, que produce la marca estrella Johnnie Walker, que provocó una fuerte conmoción en esta legendaria industria: revelaba que el gigante de los licores estudiaba varias novedades, como variedades aromatizadas, con menor graduación, o envejecerlo en barriles de tequila.
Pero su margen de maniobra es muy limitado. El Scotch Whisky es una denominación protegida por la ley británica y este aguardiente debe ser producido en Escocia a partir de cebada, levadura y agua.
"Johnny Walker no puede hacer de repente whisky con sabor a fresa y enviarlo a China como whisky de fresa", dijo Matthew Pauley, profesor asistente en el Centro Internacional de Braseado y Destilación (ICBD) de la Universidad Heriot-Watt de Edimburgo.
¿Tradición o innovación? El debate se da en Escocia
Paul Miller, cofundador de la destilería Eden Mill, defiende una mayor flexibilidad. "Tenemos las mejores formaciones en braseado y destilación de whisky. Sería una verdadera pena que esa gente no tuviera la oportunidad de demostrar su creatividad".
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Alan McGuire, de 53 años, considera que las innovaciones demasiado radicales "contradirían todo lo que es el whisky". "Es una bebida maravillosa establecida desde hace años, y añadirle algo como jengibre, limón o frambuesa mataría su especificidad", dijo.
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