La versión de un supuesto crimen contra el poeta surgió de la boca de su exchofer en 2011 y abrió la puerta a la hipótesis de que agentes o colaboradores de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) le habrían vacunado una bacteria en la clínica de Santiago donde estaba internado.
Confesó violación
En los últimos años, la obra de Neruda ha estado en el punto de la mira de la cultura de la cancelación luego de que se rescatara el reconocimiento que hace el poeta de haber violado a una mujer, encargada de limpiar sus letrinas, cuando entre 1928 y 1930 fue cónsul de Chile en Ceilán, actual Sri Lanka.
"Una mañana, decidido a todo, la tomé fuertemente de la muñeca y la miré cara a cara. No había idioma alguno en que pudiera hablarle. (...) El encuentro fue el de un hombre con una estatua. Permaneció todo el tiempo con sus ojos abiertos, impasible. Hacía bien en despreciarme. No se repitió la experiencia", relató el chileno en "Confieso que he vivido" (1974).
Por años el relato quedó en esas páginas hasta que en la pasada década, con el surgimiento del movimiento #MeToo, esa violación ha generado una revisión histórica sobre su figura.
¿Crimen o muerte natural?
Durante años la versión oficial de la muerte de Neruda fue que falleció a consecuencia de una complicación del cáncer que lo aquejaba.
Sin embargo, en 2012 se inició una investigación judicial sobre el deceso del poeta, luego de que su exchofer, Manuel Araya, relatara a la prensa que el escritor pudo ser envenenado.
Rodolfo Reyes, sobrino del poeta, sostiene que su tío murió asesinado por el régimen por sus palabras contra el dictador Pinochet.
Una versión que no comparte otro familiar de Neruda: "No entiendo por qué parte de mi familia" ha apoyado la tesis del asesinato, dice a la AFP Bernardo Reyes, sobrino nieto del escritor.
Once años después, una jueza mantiene en suspenso su decisión.
Araya, pieza clave en ese proceso judicial, murió en junio y no escuchará el veredicto final.
Las dudas aumentaron tras conocerse en febrero de este año un informe de los científicos canadienses Hendrik y Debi Poinar, de la Universidad McMaster, que estudiaron los restos óseos de Neruda sin comprobar que muriera por una bacteria inoculada de forma intencional.
"Efectivamente se ha instalado la idea del asesinato (en la sociedad). (...) Confío en que el tiempo tendrá que poner las cosas en su lugar y que los jueces emitan un veredicto que sea acorde a los informes médicos", sostiene Bernardo Reyes.