La imposibilidad de atinarle siempre al blanco
Para comprender el estira y afloje entre la exactitud y la precisión, Velasco comenta que lo mismo ocurre en un juego de tiro al blanco, donde la flecha clavada en el centro representa la máxima exactitud, mientras que las otras flechas, un poco más dispersas, son imagen de la precisión.
El ideal de la ciencia es que todas las flechas den en el blanco, entonces la exactitud y la precisión serían una sola cosa. De acuerdo con Velasco, esto es imposible a consecuencia del principio de incertidumbre de Heisenberg, el cual postula la indeterminación en la raíz de toda medición experimental, ya sea a nivel cuántico o macroscópico.
En el transcurso de la historia, ha habido otros intentos para predecir sismos. Casos exitosos fueron basados en el monitoreo de actividad sísmica, movimientos de la corteza y cambios en el agua subterránea, además de concentración de radón en la atmósfera y monitoreo de señales sismolectromagnéticas.
“Estos cambios constituyen los denominados precursores sísmicos”, expone Óscar Campos Enríquez, investigador del Instituto de Geofísica de la UNAM.
En los alrededores de Parkfield, en California, Estados Unidos, se han registrado terremotos de magnitud 6 con una ciclicidad aproximada de 20 años; con ayuda de esta información se pronosticó un terremoto para 1993.
“Entonces el Servicio Geológico Americano montó un gran experimento de observación, el Parkfield Experiment, que incluyó muchos instrumentos para observar los cambios previos al evento, pero el sismo no se materializó sino hasta 2004”, cuenta Campos.
Este tipo de sucesos ha desalentado la investigación en predicción de terremotos basada en esquemas empíricos.
Otro enfoque se encuentra fundamentado en patrones estadísticos de sismicidad, bajo la premisa de que los terremotos futuros ocurren en regiones donde en el pasado han tenido lugar. Algo parecido a lo realizado por Víctor Velasco.
“En este contexto se ha elaborado, por ejemplo, la carta de riesgo sísmico de Japón, la cual indica zonas de alta y baja probabilidad de ocurrencia de terremotos de magnitud 6 o mayores. Los sismos de Tokachi-Oki (septiembre 2003) y Miyagi-Oki (agosto de 2005) ocurrieron en áreas con probabilidades del 60% y 98%, respectivamente, según dicha carta, y pueden considerarse como predichos”, detalla Campos.
Con este mismo método, aclara Campos, no pudieron predecirse otros sismos ocurridos en áreas con baja probabilidad, con el argumento de que presentaban características geológicas desconocidas hasta ese momento.