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OPINIÓN: Debates de Trump y Clinton, con más reflectores que cualquier otro

La estrecha diferencia entre los dos candidatos presidenciales en EU, dan razones suficientes para pensar que los debates pueden tener un mayor impacto en los sondeos que lo normal.
dom 18 septiembre 2016 05:51 AM
Clinton-Trump
Clinton-Trump El debate entre los aspirantes a la Casa Blanca

Nota del editor: Julian Zelizer es profesor de historia y asuntos públicos en la Universidad de Princeton y miembro de New America. Ha escrito los libros Jimmy Carter y The Fierce Urgency of Now: Lyndon Johnson, Congress, and the Battle for the Great Society. Las opiniones expresadas en este artículo son suyas.

(CNN) — Los tres debates presidenciales que tendrán lugar en otoño serán muy diferentes a todo lo que se ha visto antes en Estados Unidos. Aunque los comentaristas suelen caer en exageraciones, en 2016 podrían estar en lo cierto.

La razón es evidente. La política estadounidense nunca ha visto nada como Donald Trump. Si sus actuaciones en las primarias republicanas son una indicación de lo que está por venir, las batallas verbales entre él y Hillary Clinton serán intensas, dramáticas y polémicas. Trump abordará esos eventos como un juego de reality televisivo, esperando ser la última persona en pie.

La verdad es que los debates presidenciales rara vez tienen un gran efecto sobre el resultado de la elección. Los académicos que estudian las elecciones y los debates suelen coincidir en que estos enfrentamientos tienen un impacto mínimo en las urnas a menos que la contienda electoral sea extraordinariamente cerrada , lo que en este momento no es el caso.

Cuando rememoramos algunos de los momentos más coloridos de los debates presidenciales, los patinazos y los tropiezos se usan para explicar dinámicas que ya se producían en la campaña. Como bien escribió John Sides en el Washington Monthly : "El movimiento mínimo o nulo en las preferencias de los votantes es evidente cuando se comparan las encuestas antes y después de cada debate o durante la temporada de debate en su conjunto".

Sin embargo, estos debates (que comienzan con el primero el 26 de septiembre) podrían ser extremadamente significativos, más que en años anteriores. Pero, ¿qué los hace diferentes?

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Un electorado nervioso

La razón más importante es que en esta temporada electoral han existido muchos puntos en los que la sabiduría convencional y las ciencias sociales se han tambaleado. Nos dijeron, por ejemplo, que los candidatos mediáticos como Trump disfrutaban de su momento de fama, pero luego rápidamente se desvanecían conforme los reporteros cambiaban de tema. Esta creencia está basada en la idea de que los partidos políticos todavía tienen un inmenso control sobre la determinación de sus candidatos. Los expertos estaban equivocados.

Todo indicaba que, dada la enorme experiencia de Hillary Clinton y el errático comportamiento de Trump y su poco dominio de la política pública, las encuestas deberían mostrar una clara ventaja de la candidata demócrata. Y así parecía después de las convenciones, pero la distancia entre ellos se ha reducido. A pesar de que ella todavía conserva una ventaja en los estados en disputa y a nivel nacional, la estrecha diferencia basta para poner nerviosa a la gente.

Lee: Cómo puede ganar Trump los debates

Es evidente, pues, que algo extraño está pasando en el electorado. Y, por lo tanto, hay razones suficientes para pensar que los debates pueden tener un mayor impacto en los sondeos que lo normal.

El efecto Internet

El número de personas que verán estos debates debería ser extraordinariamente alto. Hay una fuerte expectativa respecto a la actuación que ofrecerá Trump. Quince millones de personas ya sintonizaron sus televisores para ver a Trump y Clinton con Matt Lauer en el programa Commander in Chief Forum la semana pasada. Esto es solo una probadita de lo que está por venir. Muchos estadounidenses encenderán la televisión o irán a Internet para ver lo que será un histórico encontronazo, la versión 2016 del combate que Muhammad Ali protagonizó en 1974.

Y si la audiencia es lo suficientemente alta, los debates acaso puedan mover más votantes que de costumbre.

Por otro lado, ahora también vivimos en un entorno mediático, sobre todo con el crecimiento de las noticias digitales, distinto incluso de las elecciones de 2012. Hace cuatro años, el 17% de los encuestados dijo que se informaba de las noticias a través de las plataformas de redes sociales, mientras que el 36% abrevaba las fuentes noticiosas de internet. Hoy, 65% de los encuestados reciben sus noticias de fuentes digitales.

El alcance de internet permitirá que los videos de los debates se visualicen una y otra vez. La amplísima gama de medios políticos, que van desde la televisión a internet, y la gran expansión de las noticias políticas ofrecerán oportunidades para que los debates se repitan y repitan por muchos días, si no semanas, de una manera que no sucedía en años anteriores.

El factor fama

Nunca ha habido dos candidatos mejor preparados para aprovechar los debates televisivos como estos dos. Trump, por supuesto, se crece cuando tiene las cámaras delante. Sin ninguna duda acerca de lo que hará o dirá para mantener la atención en él y para atacar a sus oponentes, Trump está preparado para crear el tipo de espectáculo que funciona bien ante una generación de estadounidenses que han crecido con los medios modernos sin restricciones.

Lee: Trump, en el punto del no retorno

Trump también es un actor de televisión que alcanzó su mayor celebridad gracias a su programa de la NBC, The Apprentice, no a su trayectoria en el sector inmobiliario. A menos que los moderadores están totalmente preparados para su embestida (como demostró el accidentado desempeño de Lauer la semana pasada) Trump es capaz de dominar el evento y definir el tono y el tenor del debate.

Clinton no se queda atrás. Ha pasado la mayor parte del tiempo desde 1992 (y en cierta medida desde antes) en el punto de mira de los medios. Hemos visto cómo puede mantener su actitud inflexible incluso en medio de una avalancha de ataques televisados y que ella sabe cómo sacar de quicio a un adversario. Si Trump confía plenamente en que saldrá victorioso, más le vale echar un vistazo a las audiencias Bengasi, cuando Hillary testificó durante horas sin perder la compostura e hizo que sus interrogadores republicanos, en cambio, perdieran los papeles.

En pocas palabras, tanto Trump como Clinton tienen el potencial de ofrecer una actuación fascinante que gane más votantes para el Partido Republicano o bien que produzca el éxodo hacia el Partido Demócrata que algunos de los partidarios de Clinton están prediciendo.

Combate real

Los tres debates también tendrán importancia porque ambas campañas se centran en desprestigiar al contrincante. Para Clinton, el objetivo es demostrar a los votantes que Trump no es apto para ocupar dicho puesto. No es una persona estable, no es de fiar, no está bien informado, y es fundamentalmente un peligro para la República. Para Trump, el objetivo es demostrar que Clinton miente, que no es tan competente como ella dice, y que no tiene la actitud para ser presidente (una afirmación cargada de suposiciones de género).

El enfrentamiento uno-a-uno será su mejor apuesta para hacer que el otro candidato juegue el papel atribuido, y como resultado volarán chispas conforme desciendan en una lucha amarga y desagradable.

Así que preparémonos para un combate real. Dada la potencial importancia de estos debates, hay que esperar lo peor de estos candidatos y anticipar tres eventos como no hemos visto nunca.

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