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OPINIÓN: México ante el fin del viejo orden global

El mundo entró en un periodo de cambio acelerado, pero México no es tan vulnerable como parece. Empresas y gobierno buscan un mejor acuerdo con EU.
lun 23 enero 2017 07:10 AM

Nota del editor: Alberto Bello es director Editorial de Negocios de Grupo Expansión. Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad del autor.

(Expansión) – La gran recesión terminó de hacer trizas el viejo orden mundial, el que surgió de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial. En enero de 2017, estamos ante un futuro lleno de incertidumbre.

El punto de quiebre que representa la victoria y toma de posesión de Donald Trump muestra el fin del viejo orden mundial del liderazgo estadounidense para mostrar un mundo en recomposición.

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Las manifestaciones del fenómeno son claras, y ocuparon el espacio del debate en el Foro Económico Mundial en Davos.

Un presidente antiliberal llegó al poder en Estados Unidos con una propuesta proteccionista y unilateral. La Unión Europea, hija de la tutela de EU en la postguerra, se fragmenta en una crisis existencial. Gran Bretaña improvisa un discurso nacionalista de futuro dudoso.

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Frente a este desconcierto, las economías emergentes pugnan por defender sus mercados y sus zonas de influencia. Digan lo que digan, la globalización tiene ganadores que no son solo las compañías multinacionales o los capitales financieros, como los 400 millones de personas que dejaron la probreza en la última década.

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Xi Jinping, presidente de China, hizo ante el Foro Económico Mundial una elocuente defensa del comercio como una vía hacia la prosperidad, y tendió la mano al mundo ofreciendo llenar el hueco que deja EU.

El cono sur de América Latina vira hacia los mercados globales con madurez desligándose por igual del dogmatismo del consenso de Washington y del pataleo del populismo bolivariano.

Después de dos guerras fallidas, Rusia retoma un papel de liderazgo en Medio Oriente, extendiendo su perímetro de influencia.

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Para México, la opción más inteligente sigue siendo apostar al mercado de Estados Unidos, mientras busca por la diversificación con otros jugadores económicos. Nadie ofrece un mercado de ese tamaño, aún el primero del mundo, y una integración económica como la lograda en las últimas tres décadas.

“Si las políticas de Trump son exitosas en lo económico, los beneficios que recibe México por estar integrado con la mayor economía del mundo serían mayores que los riesgos negativos por los titulares de Ford y otras compañías con las que hace acuerdos uno a uno para marcar puntos”, dice en entrevista Ian Bremmer, presidente de Euroasia, el gran gurú del riesgo político global.

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Los socios alternativos serían, dice Bremmer, Canadá, el Reino Unido o Israel, mercados desarrollados con potencial de transferencia tecnológica y con alta capacidad manufacturera. China, en su opinión, no entra en la ecuación.

El juego de México

México, bajo el silencio estratégico, se está moviendo rápido. El gobierno prepara por un lado los canales formales de la secretaría de Economía y sus negociadores.

Las vías de comunicación que importan a Trump, las informales, se exploran por medio de las relaciones personales que estableció Luis Videgaray con el yerno Jared Kuchner.

nullEl recurso a los organismos multilaterales como la Organización Mundial de Comercio (OMC) para propuestas como el impuesto en la frontera o los aranceles a importaciones mexicanas es de última instancia y solo si no es posible llegar a un “deal” ganador para ambas partes, una auténtica modernización del Tratado de Libre Comercio como la que implicaba el TPP.

Igual o más importante es la labor que está haciendo el sector privado bajo la tutela del Consejo Coordinador Empresarial (CCE). “Yo estoy tranquilo, porque hablé con mis proveedores y se están moviendo”, me dijo un empresario mexicano en Davos.

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Cada sector busca a sus principales clientes con exportaciones relevantes a México. A través de contactos directos entre los empresarios de este y el otro lado, cristaliza una visión de la relevancia de México para mantener el empleo en EU (la mayor preocupación de Trump).

Esto genera apoyos con sus representantes en el Congreso estadounidense, lo que promoverá un acuerdo con el que EU no se pegará un tiro en el pie: cancelar un TLCAN que permitió a la industria de Norteamérica permanecer competitiva frente al emerger de China y las economías del Sureste Asiático.

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A diferencia del sistema político mexicano, definido por la disciplina de partido, los congresistas del otro lado de la frontera ponen por delante los intereses de sus “constituencies”, sus votantes, que la instrucción presidencial o partidista.

Estos aliados serán clave en una votación futura, dado que los empleos que tanto importan a Estados Unidos dependen de esas exportaciones a México.

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Las compañías globales dudan entre el mensaje de “no pasa nada”, una pasividad prudente que descansa en un análisis racional de incentivos y contrapesos, y celebran el potencial boom económico estadounidense bajo una reforma fiscal expansiva y un proyecto de infraestructura. Los economistas advierten ante la inevitable crisis fiscal que seguirá a este proyecto.

El largo plazo permanece en el terreno de la incertidumbre. En la reunión anual del Foro Económico Mundial en Davos, a la sombra de la toma de posesión de Donald Trump, todos tuvimos la sensación de vivir un momento histórico.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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