OPINIÓN: 8 pruebas irrefutables de que la inflación está mal calculada
Nota del editor: Iván Franco es fundador y director de la consultora de inteligencia competitiva Triplethree International. Síguelo en su cuenta de Twitter @IvanFranco555 . Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
(Expansión) – La tasa de inflación es el indicador más importante y el de mayor jerarquía por su impacto en la economía. Es un deflactor, la guía para la política monetaria y un indicador ancla sobre el cual se elaboran los presupuestos públicos y privados. Además, la inflación es un impuesto regresivo en la parte del ingreso.
El punto es que el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) que da origen a la inflación está sesgado, tanto por la manera como se recaudan los precios, como por las fórmulas de su cálculo durante todo el proceso.
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Estimarlo equivocadamente tiene impactos no solamente en los usos descritos, sino en el mismo proceso de formación de precios de la economía. Por el lado del gasto, en las ganancias y pérdidas generadas a lo largo de la cadena de valor, incluyendo el consumo.
El sesgo de la inflación es tanto para arriba como para abajo, y se origina en varias etapas de su construcción, tanto al nivel elemental como el agregado. El INPC está mal estimado por las siguientes razones:
Errores transversales
1. Aunque es una muestra robusta, la representatividad de los 85,000 productos que componen al INPC es limitada. Por ejemplo, para el cálculo del subíndice de medicamentos, el INEGI utiliza 2,250 precios promedio de igual número de productos.
Aunque la muestra es grande, estos medicamentos no son los que se consumen mayormente en el país. En México existen cerca de 7,000 medicamentos registrados, en su mayoría genéricos, que son los de mayor consumo (95% del volumen). Por ello, el subíndice de medicamentos de INEGI tiene baja representatividad. Algo similar sucede con la mayoría de los más de 300 índices elementales que hay.
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2. La competencia es ignorada por el INPC. Es decir, la sustitución temporal de marcas por parte de los consumidores genera a su vez un mayor dinamismo en las estrategias de precios de los retailers. Esto lo saben únicamente las multinacionales que pagan millones de dólares cada año por esta información (de los retailers) a empresas como AC Nielsen o IMS Health.
3. Discriminación de precios. Hemos constatado estadísticamente que los retailers emplean estrategias de discriminación . Esto significa que los precios de un mismo producto varían hasta 1000% de tienda en tienda, de ciudad en ciudad y de marca en marca.
Además, la muestra de tiendas no es representativa desde una perspectiva de mercado y competencia. Todo esto invalida la rudimentaria fórmula de Jevons para los índices elementales, la cual trata de promediar geométricamente distribuciones de precios erráticas.
null4. La política de precios de los retailers es un proceso inducido y variante, y en alguna medida, independiente de los fenómenos monetarios. A veces, las estrategias de los retailers promueven la rigidez de precios, otras, las guerras de precios. O bien, la supremacía de una marca sobre las demás, competencia tipo líder-seguidor y otras vicisitudes más.
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5. Intensidad monopólica de los mercados. Por ejemplo, si en el mercado de pasta de dientes existen dos marcas conjuntamente con 70% del mercado, el INPC da una ponderación igual a las seis marcas que recauda. Este es un error que también sesga la estimación.
6. Los ponderadores de la encuesta de ingreso y gasto (ENIGH) son imprecisos si consideramos las grandes brechas en el ingreso de los mexicanos. Por ejemplo, el 10% de los hogares más pobres gasta el 51% de su ingreso en alimentos y bebidas (ENIGH, 2014), mientras que el 10% más rico gasta sólo el 22.5%.
El ponderador para el rubro de alimentos y bebidas del INPC es 23.3%. Los aumentos de precios no impactan de la misma manera a todos los consumidores. Lo hacen de forma individual y regresivamente para el ingreso. Por ello, un solo índice general (y cuatro subíndices por ingreso) no refleja la verdadera inflación y más aún, la pérdida en el poder de compra.
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Errores temporales
7. Los ponderadores son rígidos y estáticos (se actualizan cada 5 años). Por otra parte, la fórmula de Laspeyres utilizada para los índices agregados es una fórmula arbitraria de hace 146 años y una piedra que ignora los cambios dinámicos en las decisiones del consumo.
8. Los aumentos de precios tienen efectos compuestos y el INPC no los captura. Por ejemplo, el precio nacional de un teléfono móvil en agosto de 2016 fue 3,500 pesos. El mismo teléfono cuesta 3,800 en abril de 2017. El aumento nominal fue 8.6%. Sin embargo, el aumento de precio modificó la proporción del ingreso que un consumidor gasta en ese teléfono. Si asumimos que el ingreso no aumentó en el periodo, un ponderador compuesto estimaría la inflación del índice de ese producto en 18%.
Por estas ocho principales razones (y hay más) la inflación de México está sesgada y el INPC es un estimador inválido de los aumentos o decrementos de los precios en México. Si el índice fuera correcto mostraría mayor nivel y variación transversal y temporal. La volatilidad es importante porque describe de forma indirecta los cambios de las decisiones de consumo.
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Dado que el uso de ponderadores distorsiona y achica la magnitud de la inflación, otra adecuación necesaria es publicar una inflación sin ponderadores. Es decir, un índice que sea el promedio de todos los subíndices genéricos que componen al INPC. Con esta fórmula, la inflación promedio del año 2016 fue 4.63%. Con los ponderadores, la inflación oficial registró un incremento de 3.36% en el año.
Una de las soluciones para estos ocho problemas es el uso de la tecnología. Además, es necesario fundar y desincorporar del INEGI un organismo encargado de la medición de la inflación con una ley específica para este fin. Esto ayudaría a consolidar instituciones más sólidas, evitar los conflictos de interés y dar mayor credibilidad a las cifras generadas en México.
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